El Juicio
del agua
Son muchos los ingredientes que Juan
Francisco Ferrándiz ha puesto en esta novela, pero muy bien colados y en su
justa medida para dar cuenta, por una parte, de las tropelías que se
desarrollaban en aquella época y por otra de la historia del Derecho, así con
mayúsculas, aquel Derecho romano al que se hubo de retornar para avanzar como
civilización.
Entre aquellos componentes: una iglesia
que se posiciona por encima del rey, una nobleza que se cree ama y señora de
todo, una época marcada por la infamia y la superstición, el uso y abuso de
privilegios por parte de los señores feudales sometiendo a sus siervos. En fin,
nos sumergiremos en aguas tormentosas con intrigas, conspiraciones, aventuras,
misterios, secretos familiares, odios, celos, venganzas y amor, claro que amor,
¿no es eso acaso lo que dicen que mueve al mundo? Amor filial, amor al prójimo,
amor carnal, pero también amor a la especie humana, tanto como para luchar en
su favor, por su evolución positiva, borrando costumbres denigrantes y
acercándose a los derechos humanos, a la vida, a la igualdad como personas y
ante todas las personas.
Ese será el quehacer del protagonista
Robert de Tramontana a lo largo de casi toda la novela, después de que naciera
al conocimiento de lo que de pequeño hubo de padecer siendo objeto de una de
aquellas ordalías que se realizaban como acto de determinación de “justicia” de
Dios, donde unos pequeños de apenas meses de edad sufrirían en sus carnes
(porque los dos sufrían, sí o sí), las heladas temperaturas de una gélida poza
de agua adonde irían a parar sus débiles cuerpecitos. Pero he ahí que se
esperaba con ello que la divina justicia del supremo hacedor diera la razón a
aquella familia cuyo infante no emergiera. Sí, ganaba el que no emergiera. Ello
significaba que el agua aceptaba al ganador y rechazaba al perdedor de la lid
que las familias se traían entre sí. Así comienza la novela, con este cruel
relato, que hará que Robert emprenda una lucha con los ojos puestos, con el
objeto de alcanzar la abolición de estos crueles tormentos, de aquellos
“juicios” sin sentido. Sus pasos hacia la renovación, en busca de lo justo, de
otra justicia más humana, con acercamiento a la igualdad y alejamiento de las
supersticiones, lo guiarán hacia el Derecho Romano.
En aquella fría poza también hubo otra
criatura, Blanca Corviu, la que no emergió. Aquella agua que los abrazó durante
unos instantes de crueldad, les otorgó una unión especial e inquebrantable.
Durante muchas páginas de la
novela habrán de volver a encontrarse y conocerán que tarde o temprano el abrazo
en el líquido elemento acabaría uniéndolos como hombre y mujer y en la misma
lucha por una justicia sin ordalías.
Así las cosas, con ansia de saber si el
uno alcanzará su meta y cómo la otra colaborará con el uno, se sumerge el
lector en un relato de aventuras donde los Tramontana y los Corviu seguirán
siendo protagonistas de otros enfrentamientos, de grandes aventuras. El autor
Juan Francisco Ferrándiz nos traerá y nos llevará de Barcelona a Bolonia, a
Lérida, a Jaca, a León, y el lector, ávido de comprender y de aprender leyendo
cuanto de leyes es relatado, se deja “zarandear” con los mejores vientos, los
de una novela con profusa y exhaustiva documentación, viendo y viviendo los
hechos históricos y los ficticios que el autor va pintando página a página,
capítulo a capítulo.
Aun cuando son muchos los personajes
referidos en la novela: señores feudales, siervos, sarracenos, judíos,
juglares, maestros, estudiantes, todos están lo suficientemente matizados y
definidos como para que el lector los conozca incluso por lo que dicen casi sin
referencia al mismo, tal es el grado de caracterización y presentación de
dichos personajes en las distintas escenas.
No voy a contar mucho de lo que ocurre
en la novela. Para un acercamiento a los hechos a más de lo antes citado
respecto a la ordalía, está la sinopsis en la contraportada de la novela. Antes
bien me gusta expresarme siempre en qué me ha aportado la novela y tengo que
decir en primer lugar que muchísimo respecto al mundo del derecho aún con los
latinismos, mejor aún, por la abundancia de latinismos pues aportan la
pertinente etimología para mejor comprensión.
Me ha encantado la estructura lineal:
una introducción y seis partes con sus respectivos títulos: La promesa, La
iniciación, Una nueva ley, Alma mater studiorum, El regreso y Paz y tregua, que
se complementa con un Epílogo y una Nota del autor de lo más reflexiva y
clarificadora.
Por todo lo dicho y sin duda, por lo que
me callo, por aquello de no aventurar lo que no ha de contarse, me atrevo a
recomendarla a todo lector de novela histórica porque además de disfrutar de
una exquisita narrativa, de prosa ágil, sencilla pero nítida, aprenderá sin
conocimientos previos, mucho en relación con el mundo del derecho. Yo, por mi
parte, lo único que lamento es no haberla leído antes, cuando la tenía en mi
biblioteca desde la fecha de su publicación.
Por último, quiero destacar algunas de
las muchas “sentencias” que he subrayado a lo largo de la novela y que invitan
a reflexionar:
· A veces Dios entrelaza los destinos de
un modo extraño. (Pág.130)
· Los tribunales deberán juzgar en
consideración siempre a las pruebas bien fundadas. (Pág. 227)
· Dejemos las batallas judiciales y
hagamos perquisición. (Pág. 237)
· Allá donde vayas ama, y que el sendero
de estrellas te señale la ruta. (Pág. 244)
· La justicia se emancipó de la fuerza
bruta. (Pág. 251)
· El mal siempre existirá, pero hay que
repararlo mediante la justicia. (Pág. 251)
· La Ley es la voluntad común del pueblo
(Pág. 295)
· Después de la Biblia y de la obra de
Aristóteles, nada hay más trascendental para el pensamiento humano que el Corpus
Iuris Civilis (Pág. 297)
· No hay peor oscuridad que dejar que
cada uno [ ] decida por su cuenta… (Pág. 321)
· Sólo la iustitia y
la aequitas pueden traer concordia (Pág. 383)
· BROCARDO: “La libertad es
cosa inestimable” (Pág. 395)
· La paz da sed de futuro (Pág. 413)
· El ius commune es
superior a toda ley porque no busca un culpable y un castigo, sino compensar y
reparar el daño, y eso requiere razonar y ser ecuánime (Pág. 461)
· ¡No se puede jugar con Dios! (Pág.
491)
· La existencia humana podía verse desde
muchos ángulos y ser igual de intensa desde todos ellos (Pág. 532)
· No había [hay] fuerza más imparable
que el amor de una madre (Pág. 627)
- La libertad es nuestro estado genuino
por derecho natural (Pág. 655)