julio 01, 2025

Vicente Palomar Arroyo

 



Conversaciones fraudulentas







Desde mi   terraza,  muy  temprano,  cuando  las calles  aún  son  soledad y ausencia, los deseos inconscientes desaparecen fundidos entre alucinaciones mañaneras de imágenes y ensueños como pasajes  olvidados  de otra noche más. Desde este encanto andaluz contemplo el pueblo silencioso y distinto.

Pronto los primeros tonos de luz arrancarán algún caminante mañanero e impulsivo que conductualmente proyecte en nuestro errar matutino un sonriente y animado “buenos días” (aún sin conocernos), brillante encuentro.

Pronto surgirá ese otro viandante curioso que a pesar de no ser tan madrugador, arroje al encontrarnos la última noticia del empleado del Ayuntamiento, del vecino, del anciano, del accidente, del robo, de la policía,  del hombre sano que lo enferman… Noticia mitad soñada, mitad mentira, que transformará una realidad en algo diferente, fraudulento, que recorrerá los rincones del pueblo de vecino en vecino, visitando cafeterías, bares, peluquerías, barrios enteros... , haciendo desaparecer entre habladurías, murmuraciones y cuentos, la VERDAD mucho más simple y menos ruidosa.

Cuál será el origen del chisme. Qué difícil resulta enfrentarse con la realidad de que todos en algún momento nos hemos dejado atraer por la intriga a elevar a realidad algún tipo de rumor. Quizá por la necesidad de la fantasía protectora de nuestra identidad, pero diferente de esa otra habladuría callejera, producto de la envidia, la venganza o los celos. Por qué nos defenderemos de dar sentido a ese detalle subjetivo y hagamos objetivar la relativa idea de un juicio de valor.  Quizá sea por el simple placer de tener algo que decir en tertulias de amistades.

Qué penoso resulta comunicarse con las personas cuando apreciamos la poca confortable imagen de una fábula llena de acusaciones, malentendidos y prejuicios. Quizá sea porque a la gente nadie les ha dicho jamás la diferencia entre darle un carácter de verdad a un juicio de valor frente a la realidad que representa el ser tan sólo  una posibilidad, no un juicio hecho.

Todo este sin fin de palabras y conceptos realizados con rapidez y desenvueltos sin intención crítica son producto de una pasmosa frase que llegó a mis oídos (la cual es mejor no reproducir) y me hizo reflexionar. A pesar de mi meditación superficial y sin resentimiento, pienso en qué falta de sentido más real y qué capacidad destructiva e inquietante para quien corteja lo bonito de la independencia, la belleza de respirar sin ese mismo miedo rígido que produce la parálisis de “qué dirán las gentes ”,  frase tan repetida y que no tiene otro sentido que la inmovilización personal ante la vida. Por qué la gente no será capaz de mirar dentro de sus propias vidas y dejar de inventar o vigilar otros corazones. Ahora no encuentro respuestas porque cada uno debe buscar sus motivos.

Desde mi terraza, donde hace mucho tiempo que no escribía, contemplo la mágica luz de ensueño y crepuscular de este amanecer de junio, lugar donde quisiera expresaros la siguiente y última meditación:

            Qué difícil   resulta sentarse a escribir para quien no se conoce. Para quien desde su cómoda butaca, la mesa de despacho o desde la misma calle, analiza este producto final, este esfuerzo tímido y reflexivo que proyecta la visión íntima de lo cotidiano frente a la discrepante y subjetiva idea de ser lector callado del que nunca sabes nada. Pensar  que puedo ser juzgado bien o mal por la forma, el fondo o porque las observaciones son muy personales es algo que se aferra a mi sombra y sonda las teclas de mi portátil, pero que no agarrota mi memoria ni mi pensamiento. Porque siempre es importante opinar, dar a conocer, vencer esa lectura silenciosa y crear visiones nuevas de la vida en este mi pueblo cordobés encerrado entre olivos.

Es difícil escribir cosas importantes. Es conflictivo comentar lo cotidiano, porque el cotilleo destructivo y mentiroso pronto agarra cada frase o idea hermosa que se intenta crear.

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