noviembre 01, 2025

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 Cabra, culta y poética 

Este blog pone a disposición de ustedes, en este formato digital, la revista en PDF "Cabra, culta y poética" que desde el mes de junio del pasado año 2023, estamos editando. Nos complace y nos congratula muchísimo a todos los colaboradores, creer que nuestra revista contribuye de algún modo a la promoción de la cultura de nuestro pueblo.

La única pretensión del mismo es facilitar que los contenidos de la revista  puedan llegar a un mayor número de usuarios, sobre todo aquellos que usan las nuevas tecnologías. Nosotros procuraremos abarcar  el mayor número de campos culturales que nos sea posible: literatura, música, pintura, etc.

CONTENIDO:  

— EDITORIAL
—RELATOS DE HISTORIA

COLABORACIONES:

— RELATOS
— REFLEXIONES
— ENSAYOS
— TEATRO
— POESÍAS
— DIBUJOS
— LIBROS RECOMENDADOS
— FOTOS
— VIDEOS 

CONTACTO:

Email de contacto: cabracultaypoetica@gmail.com
https://cabramilenaria.blogspot.com

Edición y dirección: Antonio Fernández Álvarez
Diseño y Maquetación: Antonio Fernández Álvarez

Editorial

Hace ya casi tres años pensé: «Mi jubilación está próxima; no quiero quedarme sentado a ver pasar la vida, a esperar a “la parca”, que ya había osado visitarme cuando solo tenía 55 años y un infarto estuvo a punto de hacer que la acompañara allá donde nos lleve».

Así que solo podía hacer aquello que me gusta hacer: escribir. Y me puse a ello. Descubrí que, a veces, cuando siento que se me escapa la vida, la recupero cuando me siento a escribir. Hallé, pues, el modo de darle esquinazo y, de paso, tener ilusión por vivir ocupado en un trabajo que es una terapia de recuperación más efectiva que todas las medicinas que la patología cardíaca requiere para evitar otro infarto.

De ese impulso nació la revista Cabra, culta y poética. Todo tiene su proceso; solo hay que tener paciencia. Paso a paso, mes a mes, seguimos creciendo, tanto en el número de colaboradores como en la calidad de los textos. En cada número encontrarán un espacio abierto a la imaginación, la reflexión y la belleza de la palabra. Relatos, poemas, ensayos y voces diversas se entrelazan para ofrecer una lectura que acompaña, enriquece y emociona. Les invitamos a sumergirse en sus páginas con calma, como quien conversa con un amigo o se asoma a una ventana llena de horizontes.

Por ello, les damos las gracias por seguirnos: ustedes son el faro que nos guía y la razón de que sigamos adelante.

La revista está ahí abierta para todos. Tanto si quieren participar en la misma enviándonos sus trabajos, como si nos quieren compartir su opinión y pueden hacerlo en el Email: cabracultaypoetica@gmail.com

Asimismo sugerirles que pueden ver nuestra revista entrando en el enlace: https://cabramilenaria.blogspot.com

La publicación de nuestra revista es mensual.

Vea en PDF nuestra revista, o si lo prefiere descárgela. AQUÍ

Véala también en formato revista digital, queda muy chula. ENTRE AQUÍ

Relatos de historia

7 de noviembre de 1938
La suerte y el destino
Por: Antonio Fernández Álvarez

Hora: 7:10 de la mañana, las hermanas Vicenta Álvarez Muñoz de 11 años y Emilia Álvarez Muñoz de 3 años, estaban en el puesto de frutas y verduras que su abuela Vicenta Chacón Pérez tenía en la plaza de abastos de la localidad de Cabra (Córdoba).

La pequeña Emilia, muy revoltosa, quería que su abuela le comprase una porra de jeringos y no paraba de incordiar con su letanía:

—Abuela, cómprame jeringos, abuela cómprame jeringos.

La abuela le dijo que ahora cuando viniese su padre de la huerta, que había ido a por calabazas, le compraría una porra, pero que tenía que portarse bien.

La niña miraba para un lado y otro del puesto como buscando a su padre, el cual venía cargado con un carro desde las huertas de Alcantarilla hasta la plaza de Abastos y que en ese momento entraba en la plaza.

—¡Papá, papá!, gritaba la pequeña Emilia, ¡abuela, ya viene papá!

Su padre, Antonio Álvarez Escalera, descargó la mercancía, alzó a la pequeña a sus brazos y cogió de la mano a Vicenta, se despidió de su suegra, le dio las gracias por haberse hecho cargo de ellas mientras él traía la mercancía y dijo que les compraría churros y se irían a desayunar a casa.

De camino a casa, la pequeña Emilia mordisqueaba un trozo de porra de jeringos que su padre le daba.

Vicenta llevaba en una de sus manos las dos porras que su padre había comprado para ellas, las cuales introducidas en un junco de color verde que se obtenía de una planta que suele crecer en las orillas de los pantanos, servían para facilitar su transporte. Con la otra mano cortaba pequeños trozos que degustaba.

A pesar de la corta distancia que había desde la plaza de abastos hasta la casa donde vivían, el padre les llamó la atención: «Cuando lleguemos a casa no os va a quedar jeringos, habréis de tomaros la leche sola».

El ensordecedor ruido proveniente de tres aviones republicanos, modelo soviético Tupolev SB-2, más conocidos como Katiuskas, no dejó escuchar lo que el padre decía.

La pequeña se asustó y rompió en llanto. Vicenta se abrazó a una pierna de su padre y este, imaginándose lo que habría de ocurrir, apresuró el paso hacia casa.

Hora: 7:31. Al volver la esquina de la calle Juan Grande con la calle Norte, que era donde se encontraba la vivienda familiar, la explosión de las primeras bombas que los aviones arrojaban sobre la plaza de abastos hizo que el padre de las pequeñas pensara no solo en su suegra, que estaba en el epicentro del bombardeo, sino en todas las personas que se hallaban en la plaza, no solo de la localidad, sino de toda la comarca, pues era día de mercado semanal y sin duda por la intensidad del bombardeo, dejaría muchos cadáveres y heridos.

Los aviones siguieron su rumbo y soltaron también bombas en la calle Platería, Juan de Silva y en el barrio de Villa.

Cuando todo hubo acabado se contabilizaron 109 muertos y más de 200 heridos.

Por suerte, aunque volaron el puesto de la abuela de las niñas, esta solo resultó herida por metralla y, a Dios gracias, pudo restablecerse.

Las niñas nunca habrían de olvidar aquel día en el que su padre, de haberse demorado un poco más en llegar a entregar las calabazas, podrían haber perecido, pues se arrojaron bombas de 15, 70, 100, 250 y 500 kilos, lo que provocó que en el mercado de abastos muriesen 35 personas en el acto y 14 posteriormente a consecuencia de las heridas. Mujeres, niños, hombres...

Para las niñas Vicenta y Emilia, comer jeringos nunca fue precisamente un regocijo, pues evocaban aquella trágica mañana en la que su pueblo, Cabra (Córdoba), alejado del frente activo, pues se encontraba a 1000 km, sin medios de defensa y cuando estaba a punto de acabar la guerra, fue bombardeado sin piedad por tres aviones republicanos.

Una barbarie olvidada, un bombardeo inútil, un hecho luctuoso que incluso parece querer ocultarse, una ignominia más que sufrimos los egabrenses.


NOTA: En el 87 aniversario sirva este relato breve, como una poderosa cápsula de memoria que evoca el Bombardeo de Cabra (Córdoba). El momento de la salvación por un instante de Emilia, mi madre, Vicenta, mi tía y Antonio, mi abuelo. El contraste dramático de la inocencia de la vida cotidiana frente al terror repentino. Un testimonio de supervivencia y trauma.

Miguel Blancas Calzado

 



JOSÉ COBO PUERTO





VIDA Y ANÉCDOTAS

(Segunda parte) 

También colaboraba dando esplendor a las fiestas de la Virgen de la Sierra, que junto con Antonio Montilla (Rubio Montilla) organizaban una carroza típica de las huertas de Cabra. Era la reproducción de un llanete, con sus faroles, porrones, que en vez agua llevaban vino, romanas, azada, almocafres, orzas, cestos, ristras de ajos, cebollas, pimientos y cornetas, en fin todos los accesorios y herramientas de la huerta antigua. José llevaba a su lado un jamón que lo iba cortando muy fino y decía él: mira que la feria es muy larga.

ACTOS Y HOMENAJES QUE SIEMPRE ESTUVO
PRESENTE JOSÉ COBO PUERTO
“EL NIÑO DE LA FUENTE DE LAS PIEDRAS” 
 

El Rubio Montilla iba dando en el recorrido trozos de tomates pinchados en unos palos finos como pinchito. Íbamos vestidos de flamencos: Miguel Blancas el que escribe, Vicente Carnerero, José Cabañas, José Zurita y nuestras correspondientes señoras con traje de gitana.

También perteneció a la Junta de la Hermandad del Cristo de la Vera Cruz (Cristo de los Gitanos). Siendo hermano mayor José Córdoba Reyes y, los demás miembros de la junta eran, Andrés Córdoba, José Moreno, José Córdoba Muriel y Antonio Tienda.

Contribuyendo a sacarlo por primera vez por las calles de Cabra, donde se cantaron toda clase de saetas, y le bailaron por bulerías, fue algo grande y lleno de expectación, solo porque lo sacaban los gitanos. Como se ve en Cabra no había ni hay discriminación. José Córdoba decía del Niño de la Fuente de la Piedras: este es uno de los nuestros. José Cobo subía a la sierra a recoger el musgo, para adornar el trono como si estuviera la cruz en medio de nuestra sierra.

7 febrero de 1965 —Diploma de la Emisora Radio Atalaya, 1º Premio de Cante con Nosotros, para José Cobo Puerto “El Niño de la Fuente de las Piedras”. 

4 febrero de 1968 —Festival Benéfico a Rafael Arenas, por haber sufrido la amputación de una pierna, con Antonio Cubero Ortiz, Manuel Lama “El Paleto”, José Córdoba, Vicente Alcántara, José Cobo y Tomás Pavón. 

27 marzo de 1971 —Pregón de la Semana Santa, por don Esteban Basoll, Director General de Turismo. Cantaron José Córdoba, Juli Córdoba, Andrés Córdoba, Antonio Córdoba, Manuel Lama, José Cobo, Tomás Pavón, Eduardo Luna, Antonio de Canaillas y Rafael Córdoba Levaré. 

31 enero 1976 — Entrega de una placa a los hermanos Córdoba, por su Misa Flamenca y reunidos en el mesón del Vizconde acordaron los concurrentes fundar la Peña Flamenca Cayetano Muriel, nombraron de Presidente a Adolfo Molina. 

23 marzo 1978 — Almuerzo Homenaje de la Real Archicofradía de la Soledad y de la Emisora Radio Atalaya a los Saeteros Egabrenses Sexagenarios:Rafael Alcántara Vera, José Barranco Gutiérrez, Concha Cabello Cano, Rafael Córdoba Lopera, Sierra Cuevas Luque, Manuel Cumplido Navas, Manuel Jiménez Cejudo, Antonio Jiménez Cejudo, Agustín Mellado Mendoza, Carlota Mora Almagro y Antonio Vega Moreno. También cantaron en dicho homenaje, José Cobo, José Córdoba, Manuel Lama, Rafalito Prieto, Mari Pepa Delgado y Juli Córdoba, todos pusieron su mejor voluntad para agasajar y rendirle su respeto a los Saeteros Mayores.

4 diciembre 1983 —Teatro Julio Romero, Homenaje Pro-monumento a Pepe Marchea, presentado por Adolfo Molina, actuaron José Cobo, Vicente Alcántara, Manolo Lagaba, Fernando Asensio, Pepe Barranco “Chicharito”,  Rafael Calvo, Rafalito Córdoba, Alberto Burguillos y Manuel González.

18 marzo 1985 —Homenaje a Fernando de la Rosa “Curro” en el XXV aniversario de su muerte, actuaron: José Cobo, Pepe Barranco “Chicharito”, José Córdoba, Manuel Lama y Alfredo Martínez.

16 enero 1988 —Velada Flamenca en el restaurante Fuente de la Piedras, organizada por José Cobo, nombrado Hermano Mayor de la Virgen de la Soledad, para recaudar fondos y poderla sacar con el máximo esplendor en la Semana Santa. 

Actuaron: José Cobo, Tomás Pavón, Pepe Pavón, Fernando Urbano y Fernando Asensio. 

El presentador que estaba anunciado era Adolfo Molina, pero una causa de la emisora Radio Atalaya, en la que él trabajaba no pudo ir. José me llamó y como es natural y dada mi amistad con él, este que escribe, presentó el acto. 

Quiero referirles una anécdota que le conté en la presentación, llamé a José Cobo y le dije: muy recientemente te han nombrado Hermano Mayor de la Soledad, desde niño le has “cantao” saetas, en la calle Santa Ana. Una vieja que estaba de bajo del balcón dijo: Algún día serás Hermano Mayor de ella y dicen los que estaban allí, que hasta la Virgen volvió la cara. Mira por donde se ha cumplido lo que dijo aquella vieja cuando tú cantabas a la Virgen en la calle Santa Ana.

CONTINUARÁ…………

Antonio Fernández Álvarez (Escribidor de sueños)

 


Relato corto




Charlas con don José Solís

NOTA: Es un diálogo ficticio y lúcido con la estatua de don José Solís Ruiz. Mediante una conversación cargada de ironía, crítica política y humanidad. El narrador -un ciudadano cualquiera, inquieto y consciente- interpela a Solís desde la actualidad, cuestionando la permanencia de su efigie en un espacio público.

El personaje de don José, con voz propia, se defiende con humor, resignación y cierta nostalgia, dibujando así una figura que va más allá de la simple caricatura ideológica.


PRIMERA CHARLA

Una tarde cualquiera, en uno de esos paseos solitarios por el parque de Cabra —ese que todos conocen como El Paseo— me detuve, como tantas veces, frente a la estatua de don José Solís. Y por algún motivo, quizá por costumbre o por rabia contenida, le hablé.

—Buenas tardes, don José. —le dije, casi sin pensarlo—. ¿Puedo hacerle una pregunta?, que llevo haciéndome desde que se promulgó la Ley de Memoria Democrática.

—¡Dígame, joven! Aunque antes deberá aclararme: ¿qué ley es esa?

—Pues verá… no sabría muy bien explicársela del todo, porque a mí me parece una ley taimada y escrita con trazo partidista. Y me disgusta, porque creo que busca borrar un pasado y crear una fabulación sobre las bondades del otro bando, que ciertamente no se ajustan a la realidad.

—¿Pero de qué me está hablando?

—Hablo de una ley que promueve eliminar los símbolos franquistas que aún subsistan. Dice literalmente: “Retirada de escudos, insignias, placas y otros objetos o menciones de conmemoración, así como todos los nombres de calles y monumentos franquistas”.

—¿Y qué tiene que ver eso conmigo?

—Verá, usted fue, en 1946, designado procurador en las Cortes franquistas, cargo que ocupó durante casi todo el periodo de la dictadura hasta diciembre de 1975. Fue nombrado delegado nacional de Sindicatos, aquellos que durante el régimen llamaban el Sindicato Vertical. Cierto es que, por su talante, llegó a ser conocido como “la sonrisa del régimen”. Y durante su etapa contribuyó a expandirlos y modernizarlos, alcanzando su máxima proyección. La obra sindical “Educación y Descanso” se convirtió en uno de los instrumentos más populares de los Sindicatos entre la clase trabajadora, gracias a su red de instalaciones recreativas y a sus actividades culturales. Además, fue nombrado ministro-secretario general del Movimiento en febrero de 1957, compaginando ambos cargos.

—Veo que ha hecho los deberes y ciertamente conoce mi trayectoria política. Pero sigo sin ver qué tiene que ver esa ley conmigo.

—¿No lo ve? Usted es un franquista de libro. Su monumento aquí es, cuanto menos, contrario a esa ley.

—¡No olvida algo, joven! No recuerda que, desde el 11 de diciembre de 1975 hasta el 7 de julio de 1976, fui ministro de Trabajo, formando parte del primer gobierno posterior a la muerte de Franco.

—Sí, y que usted naciera el 27 de septiembre de 1913 en esta localidad cordobesa de Cabra es, sin duda, la razón por la que su efigie sigue aquí, en este parque conocido popularmente como El Paseo, uno de los jardines públicos más antiguos de Andalucía, construido allá por el año 1848 por el alcalde José Alcántara Romero. ¡Y por qué no decirlo! Por tantos y tantos favores que no solo le deben muchos paisanos que acudían a usted en Madrid en busca de ayuda, sino también la propia ciudad de Cabra. Dicen —cuentan las malas lenguas— que el hospital Infanta Margarita, ubicado en nuestra ciudad e inaugurado el 25 de junio de 1982, y que es el segundo hospital en tamaño y relevancia de la provincia tras el Reina Sofía de Córdoba, fue usted quien logró que se construyera aquí, en Cabra.

—Ande, ande, calle, calle… No dé tanto pábulo a los chismes. Uno hizo lo que tenía que hacer, en bien de procurar la prosperidad de su patria chica. Pero no le dé más vueltas: las mentiras se tornan verdad a fuerza de repetirlas. Pero dígame: tanta perogrullada y aún no me ha hecho la pregunta. Venga, no se corte.

—Casi creo que ya me la he respondido yo mismo en mi anterior argumentación. Pero ahí va: ¿por qué cree que no han retirado su esfinge?

—Joven, no les dé ideas. Argumentos no tienen. Pero si fueran capaces… ¿usted qué haría?

—Bueno, yo les rogaría que me dejaran quedarme con su efigie. Buscaría un rincón bonito en casa, que a usted le agradara, y así podría seguir charlando con usted.

—Pues no sé qué decirle qué es peor: si aguantar su cháchara el resto de su existencia o temer que una desalmada ley pretenda retirarme de esta encantadora plaza de mi parque.

—¿Me está diciendo que no le ha agradado mi conversación?

—Más bien ha venido a inquietarme mi existencia aquí… y encima a condenarme a su plática. Jajaja.

—Bueno, don José, no se ponga usted así. Estoy seguro de que no se atreverán.

CONTINUARÁ…………

José Fernández Álvarez (JotaEfeA)

 



RESEÑA DE GARNATA:




El último suspiro de Al-Ándalus 

Una vez más Mario Villén Lucena lo ha conseguido. Ha hecho que una historia harto conocida, estudiada, referenciada como punto de inflexión en el acervo histórico patrio, nos tenga en vilo desde el principio hasta el fin.

Una historia que comienza participando al lector una división trascendental: “Dos emires y un trono”, que llevará inexorablemente a la pérdida definitiva no solo del sitial, sino de la hegemonía, del poder musulmán en la península conservado por los nazarí de Granada como último bastión de la ocupación muslime que trajera consigo la gran batalla tantas veces narrada, cuántas veces contada al calor del recuerdo, como fue la batalla de las Navas, de Úbeda, la del “castigo” en la historiografía árabe.

Si ya en Nazarí Mario nos narró los acontecimientos que siguieron a aquella citada contienda, la de los tres reyes cristianos contra el “Miramamolín”, pero desde la mirada de los musulmanes, algo a calificar no exclusivamente como novedoso sino también revestido de un muy plausible y acertado atrevimiento, donde nos refiere los inicios de los Al Hamar, hasta la creación de la taifa nazarí, con su Garnata nos revela su visión de la decadencia de aquel poder musulmán del sur de la península en los momentos más críticos de su existir tanto por la fuerte división interna entre dos emires rivales como por la creciente presión de los Reyes Católicos, Isabel y Fernando.

La visión de sus católicas majestades está sin duda muy bien expuesta en Garnata pues a través de la narración de sus actuaciones el lector comprenderá, si no lo sabía de antes, que supieron aprovechar la disyuntiva que se cernía entre los musulmanes: mientras el Zagal se aferraba a la resistencia militar y el honor, Boabdil representaba la supervivencia política a costa de la sumisión. Dos cuestiones de todo punto divergentes que conllevarían la división del emirato y su debilitamiento frente al avance cristiano.

La trama, para una amplia contemplación de lo acaecido, entrelaza muy diversas perspectivas. Por un lado, los campesinos que habrán de sufrir las consecuencias de la guerra, por otro, los nobles enfrentados por el poder, traiciones políticas, y en el harén, los amores cruzados y el vivir de cada día, como retrato humano del ocaso de al-Ándalus. Sería más certero indicar que son varias las tramas, todas ellas mágicamente cohesionadas con una narrativa a veces poética, a veces romántica, a veces sensual, a veces ensoñadora, siempre con la carga histórica precisa.

Pero también la novela refleja la vida cotidiana en Granada, los conflictos entre conversos y cristianos viejos, el avance imparable de las tropas cristianas que progresan a la par que conquistan castillos y posesiones y con todo, preparándose el caldo de cultivo que llevaría a la definitiva caída de Granada en 1492.

La lectura de Garnata va moviendo al lector por diversos escenarios del reino: Vera, Guadix, Baza, Murcia, Moclín, etc. haciéndole partícipe de los distintos enfoques y perspectivas de los contendientes. Unos lectores tomarán partido quizá desde el inicio, fruto del conocimiento fehaciente de lo acontecido, conocido históricamente, lo escrito en los libros, vamos; otros se dejarán llevar por la narrativa sumando puntos en favor de unos o quitando pedestales de otros. Tal vez muchos lectores esperen acontecimientos para definirse al pasar la última página. Lo cierto es que Garnata no dejará a nadie indiferente pues no es una novela más sobre la conquista de Granada que pusiera fin a la larga Reconquista. Es la novela que viene a plantear con inusitado rigor histórico una singular visión desde el punto de vista humano, musulmán o cristiano, de una decadencia no solo de un régimen sino de un modo de vivir, de una existencia. Al fin y al cabo, nadie nace donde quiere. Todos “somos nacidos” de manera providencial.

No obstante lo antedicho, quiero expresar que no necesariamente hay que conocer la historia de los últimos años de la dinastía nazarí y cuanto aconteció para acometer la lectura de la novela, es más, yo apuntaría que podría ser interesante que el lector, sentado en su sillón ubicado en su rincón de lectura, con el libro en las manos, se despojase de sus conocimientos de lo histórico y se dispusiese a “navegar” (símil de las nuevas tecnologías) por las páginas de Garnata, dejándose mecer por una muy clara narrativa, muy asumible, de cortos capítulos y unirse al devenir de los personajes ficticios e históricos, sabiamente mimetizados los primeros con los segundos, en la seguridad de que todo pudo ser muy bien como Mario lo cuenta, como su magín refleja en cada párrafo, en cada página, capítulo tras capítulo. El lector no se enredará con los personajes, a pesar del gran número de ellos, tanto históricos como ficticios y es que el autor los sirve en bandeja de plata, dando a conocer sus virtudes, sus defectos, sus aciertos, sus errores, sus cuitas, la función de cada uno, sus oponentes, sus aspiraciones, sus gestas, su batallar, aunque sea con la vida. Los reviste dotándoles de alma, colocándolos en el momento y lugar correspondiente participándonos sus pensamientos, sus preocupaciones, sus miras o propósitos: Boabdil, El Zagal, Zoraya, Fátima la Horra, Al Muleh, Yahya al-Nayar, Ahmed, Morayma, Kasim o Amina en el lado del reino nazarí; Fernando el Católico, Isabel la Católica, Hernando de Zafra, Fray Hernando de Talavera, Martín de Alarcón o Beatriz en el lado cristiano.

Aunque no debería posicionarme ni destacar ningún personaje, en esta ocasión no puedo dejar de mencionar a Kasim, personaje ficticio, pero alrededor del que transcurre todo lo histórico y que sufrirá lo indecible. El lector lo sabrá desde el principio. La vida de Kasim atrae como un potente imán. Se intuye que sufrirá, pero no hasta qué punto. Y cuando el lector llega a saberlo, no se separará de él. Kasim y Amina son campesinos granadinos que representan al pueblo llano que sufre las consecuencias de la guerra y la división política.

Otro sí a significar es que Garnata tiene desde mi punto de vista todos los méritos para llevarla a la gran pantalla de los cines o de nuestro hogar a través de la televisión, siempre que los diálogos (los del guion) no se modifiquen sino por lo que exigiera el tiempo de escena, o lo que fuere, porque sin duda ninguna, algo grande que tiene la novela, como todas las obras de Mario Villén Lucena es precisamente esto, los diálogos. Expresar un hecho histórico mediante el figurado diálogo entre los personajes sin modificar los hechos, creo que es una obra “de moros”, valga la expresión ya que es el caso.

Y, ¡¡¿qué decir del estilo literario de Garnata?!! Aunque quizá no sea o al menos no se usa o no se estila, como antes se decía, formular un estudio literario en una sencilla reseña, no me resisto a incumplir la norma y apuntar algo más que unas simples notas explicativas y/o demostrativas del estilo narrativo de la última novela del granadino pinopontense Mario Villén Lucena.

La novela está escrita con un estilo narrativo ágil, directo y muy visual combinando magistralmente rigor histórico con esmerada prosa. Se apoya el autor en una estructura coral presentando alternancia de escenas dando protagonismo en ellas a los personajes de los diferentes estratos sociales para proporcionar una visión panorámica del contexto político, religioso y social del reino de Granada en 1488. La gramática que nos ofrece la narración está plagada de frases muy equilibradas y pulcramente construidas, alternando párrafos descriptivos con diálogos naturales y verosímiles sin la estridencia de largos monólogos. Por otra parte, es significativo indicar que la estructura sintáctica aporta las variaciones precisas para acomodar el tono según la escena descrita: en el caso de las conversaciones de los personajes del pueblo aporta un tono popular, más coloquial, mientras que en los discursos o alocuciones de los emires o de los reyes o miembros de su corte se aprecia la solemnidad propia que les pueda caracterizar.

A más del deliberado uso de un vocabulario específico del período histórico en el que se incluyen términos de la cultura andalusí, recurso léxico con el que el autor enriquece el texto y contextualiza al lector, en la novela de Mario Villén Lucena podemos destacar asimismo la utilización de otros recursos literarios específicos como son el simbolismo, la ironía y doble sentido, contrastes y paralelismos, metáforas y comparaciones. Goza la novela de un dinámico ritmo narrativo que se patentiza con la presentación de capítulos breves y la alternancia de personajes y tiempos de la acción contribuyendo ello a mantener el constante interés del lector, aunque determinadas escenas comportan un tiempo pausado como son los momentos de reflexión. Las escenas de acción empero se suceden con más rapidez. Esta función, la de determinar los tiempos o la celeridad de los mismos, la establece el narrador omnisciente que proporciona al lector no solo la visión de lo que acontece sino también los pensamientos y emociones internas de los protagonistas, y nos aviva el espíritu en agitación, congoja o serenidad.

Por último, además de patentizar la muy evidente labor de documentación que el autor ha debido llevar a cabo hasta darnos esta su quinta novela (El escudo de Granada -2012-, 40 días de fuego -2015-, Nazarí -2020-, e Ilión -2022-, las anteriores), quiero puntualizar que el estilo en general de las obras de Mario podría definirse como la expresión de una muy loable sensibilidad cultural, que sin menoscabo de la citada labor documental que aporta el preciso estatus de la novela histórica, lo reviste de una autoritaria voz literaria con evocador tono, que descuella ya, en el olimpo de los grandes autores contemporáneos.

  GARNATA 
    Autor: Mario Villén Lucena
    Editorial: Editorial Edhasa
    Nº.  Páginas: 622
    Fecha lanzamiento: 16/05/2025
    Género: narrativa histórica
    Época de la novela: De 1488 a 1492
    Localización de los hechos: Reino de Granada (Garnata

Francisco Asís Granados Mellado (Paco Granados)

 



ASESINOS EN SERIE:




MARIAM SOULAKIOTIS


Profesión: religiosa.
Víctimas: al menos 177
Detención: 1950.
Perfil víctimas: mujeres que ingresaban en su orden.
Actualmente: murió en la cárcel a los 71 años.
         
(La mujer Rasputín)

 



En Atenas Grecia, una orden fuera de la ley de monjas, que se separó de la iglesia ortodoxa griega en 1923 y a la cual se le hace responsable de la muerte de 177 mujeres, ha pasado a la clandestinidad y hasta ahora todos los esfuerzos para romper esta orden fueron un fracaso.

Un portavoz del ministerio griego dijo:

 -Estas mujeres son socialmente chifladas y están siendo muy inteligentes al darnos evasivas, pero algún día cometerán un error como suelen tener todos los criminales y las atraparemos, esas mujeres locas afirman que algún día irán al cielo, pero nosotros les mostraremos como es el infierno primero.

En 1950 cuando era superiora del convento Mariam Soulakiotis, fue detenida por 23 cargos que incluían, asesinato, fraude, malversación de fondos, secuestro y asalto.

Como resultado de estos hechos la señorita Mariam conocida como “la mujer Rasputín” fue condenada a 16 años de prisión. Murió en su celda cuatro años más tarde cuando tenía la edad de 71 años.

Durante la investigación se supo que la mujer Rasputín predico y practico palizas a sus seguidoras religiosas como único medio de obtener la salvación.

Sor Marian engañaba a sus nuevos reclutas haciéndole firmar para cambiar sus propiedades a su nombre convenciéndoles que esa era la mejor manera de entrar en el cielo. El fiscal Papakarius informó que la monja amasó una fortuna de 150.000 dólares por malversación a las mujeres griegas que se unían a su convento.

Según el testimonio medico en el juicio, se demostró que a consecuencia de las severas penitencias que Madre Mariam  imponía al menos 177 internas murieron en el “convento de los horrores” en la ciudad de Keratea, a 30 millas al sureste de Atenas. Uno de estos asesinatos se piensa que es de una joven estadounidense de 22 años, Lleana Spirides, natural de Ohio, que desapareció durante un viaje turístico a Atenas.

Aunque Mariam murió sus seguidoras más radicales seguían con el trabajo de reclutar mujeres en secreto, muchas familias de aquellos años denunciaron la desaparición de sus hijas y madres, pero muchas de estas mujeres antes de desaparecer expresaron su deseo de unirse a la orden, a pesar de estar prohibido.

La policía no conocía exactamente quién era la líder de la orden después de la muerte de Mariam, eran invisibles a sus ojos, sin que la policía supiera donde se encontraban.

Fundación de esta secta religiosa:

A principios de la década de 1920, un monje griego el padre mateo estableció una secta religiosa llamada los calendaristas, y construyo un convento cerca de Atenas en Keratea. Fue ayudado por una ex trabajadora de una fábrica, Mariam Soulakiotis, que comenzó a tomar el control del convento durante la segunda guerra mundial cuando el padre  mateo rondaba ya los 80 años.

Empezó a enviar a monjes y monjas a reclutar personas ricas, estas conforme llegaban al convento estaban obligadas a confesar, no dormir, orar, guardar silencio y entregar sus propiedades, los que se negaban a esto eran golpeados con regularidad.

En 1949, los vecinos del lugar empezaron a sospechar sobre aquel convento, una de las hijas de una mujer que fue reclutada por Mariam fue a hablar con el fiscal y le dijo que Saulakiotis había obligado a su madre a que firmara para entregar su patrimonio al convento.

Después de las investigaciones del fiscal se descubrió que más de 500 vecinos habían donado sus fincas al convento y luego murieron.

Mariam  Soulakiotis- peor que Charlie Manson…mucho peor.   

Isabel Natalia García Ruiz (Natalia García)


 


Memoria y Umbral








En el mes anterior ya hablamos de que la luz del día se estaba comenzando a apagar poco a poco. Pues bien, ahora en Noviembre, la luz ya ha dejado de reinar. Pero tampoco ha muerto, simplemente podríamos decir que se encuentra en un estado de reposo.

Diría que estamos ante el umbral del invierno. Pero no sólo podría referirme al umbral de esta estación, sino a otros que nos conducirían a compartir silencio con nuestros ancestros. Así que con este comienzo, os deseo Feliz día de Todos Los Santos.

Recuerdo que el año anterior os hablé de cómo se celebraba este día en México. Así que si os parece bien, ya que recientemente me he mudado a Edimburgo, creo que resultaría curioso que os hablara un poco de aquí. Además, no hay nada como las leyendas y el folclore escocés.

Antes de continuar, quiero mencionar que seguimos con las proposiciones de los participantes que he estado comentando en las dos últimas publicaciones de la revista. El participante ha propuesto tanto animal como flor; el caballo y la amapola.

Bien, comienza la parte divertida de relacionarlos. Y sí, parecerá imposible, pero te prometo que todo tendrá coherencia. Si no ahora mismo, te estaría hablando de otro tema.

Si tuviera que definir Escocia, diría simplemente que es un paisaje con alma. Donde la niebla cobra vida y la tierra guarda memoria. Batallas, sacrificio y orgullo encontramos históricamente por sus tierras. Se dice, que la amapola surge de las lágrimas de los hombres caídos en la batalla y que su color rojo es un símbolo de recuerdo. Por eso, esta flor se convirtió en un símbolo, sobre todo después de la Primera Guerra Mundial. Así que en Escocia y también en el resto del Reino Unido, cada Noviembre se cubre de amapolas (Remembrance Poppies) para recordar a los soldados que no volvieron.

Hablando de batallas, dime en cuál no encontrabas a un caballo entre ellas. Un animal que es aliado del pueblo, soporte y supervivencia. Aunque quizás, para los escoceses era algo más. En su folclore lo encontramos como la figura del Kelpie.

El Kelpie es un espíritu de agua con forma de caballo que vive tanto en lagos como en ríos, y puede adoptar forma humana para engañar a los que se le acercan. Tradicionalmente se le considera un ser peligroso porque especialmente suele atraer a niños o viajeros, ofreciéndoles montarlos. Una vez que estos entran en contacto con su piel, quedan atrapados, como si se quedaran pegados a ésta. Entonces es cuando el Kelpie galopa adentrándose al agua con su víctima. 

Aunque en otros mitos hay que decir que no lo encontramos representado como el villano que hemos mencionado en el párrafo anterior. Si no más bien como un guardián o un espíritu del umbral. Por eso este puede aparecer en momentos de transición, cuando el velo entre mundos se vuelve más fino, como sucede en Noviembre.

En definitiva, diría que los dos pertenecen perfectamente a este mes. Una flor y un animal que custodian; la amapola la memoria de los caídos y el Kelpie la transición al otro lado. En su conjunto representan lo que se fue y lo que permanece, la memoria y el tránsito.


José Carlos Ortiz de Galisteo Delgado (Carlos Delg.)

 

DEL LIBRO:
INQUIETUDES DEL ALMA





CREDO:
 
“A ti elevo,
Señor,
mis Súplicas...
más queridas
y diversas...
Para que protejas...
y defiendas...
mis Seres Queridos...
Y los preserves de daños...
males y peligros...
No deseados ni al peor
de mis enemigos...
------
¡A los que ya no están!...
(Y tanto echo de menos...)
¡Me los cuides en ese sitio especial
que tú y yo tenemos
reservado para ellos!...
-------
Y al resto de Mortales...
tráeles Salud, Bienestar,
Felicidad, Concordia...
Alegría y Paz...
por partes iguales...
Quitando la malicia...
y la desigualdad...
Los abusos...
excesos...
y las Guerras...
Y sepamos no maltratar
a los animales...
y respetar la familia...
y la naturaleza...
 
que nos diste...
Conviviendo con Justicia
y Equidad...
lo más posible que puedas...
¡Mi Dios!...
¡Para mí...
nada más!...
¡Sólo poder ver
tu Obra completa...
al partir...
para encomendarme
a ti!...
¡Y morir...
con la conciencia limpia
y plena!...
¡Dejando con satisfacción
otra generación!...
¡Que cada vez crezca
y viva mejor!...
En un Mundo más
perfecto...
equilibrado..
armónico...
y contento”...

Miguel Ángel Moral Quero

 



RELATO:








El día en que el cielo se abrió sobre Cabra

 

El amanecer tranquilo

Era 7 de noviembre de 1938. El amanecer en Cabra traía la rutina de cualquier día de mercado. La bruma ligera cubría los tejados blancos y el sol empezaba a bañar el Paseo de la Estación.

En la Plaza de Abastos, los pregoneros ofrecían sus productos con el mismo entusiasmo de siempre. Pan recién horneado, frutas, pescado traído de madrugada. Mujeres con cestas colgaban de los brazos, jornaleros aguardaban con sombreros en la mano a que alguien los contratara. El murmullo era constante, como un río de voces que llenaba las callejas.

María, viuda joven con una hija pequeña, se abría paso entre la multitud. Su niña, Rosario, la acompañaba aferrada a su falda. «Compraremos huevos, y si sobra, un poco de bacalao», le decía. Era un día más, igual que tantos otros.

Un poco más arriba, en la Villa, Carmen, de ocho años, jugaba en la calle con una muñeca de trapo. Su abuela la llamaba desde el balcón, pero la niña se resistía, corriendo de un lado a otro. Las calles empedradas estaban vivas de risas infantiles.

Mientras tanto, en las Escuelas Pías, la Madre Superiora caminaba por el patio aún vacío. En pocos minutos las niñas entrarían a clase. Observó el cielo despejado y respiró hondo, agradecida por aquella mañana apacible.

A las 7:30, el rumor metálico de motores interrumpió la calma. Primero fue un zumbido lejano, apenas un murmullo sobre las sierras. Algunos alzaron la vista con curiosidad. «Serán aviones de paso», comentó un tendero. Nadie imaginaba lo que estaba por suceder.

De pronto, tres sombras cruzaron el cielo a baja altura. Eran aviones veloces, con el fuselaje brillante. Los Tupolev SB-2, conocidos como Katiuskas, venían cargados de muerte.

El rugido creció, desgarrando el aire. Y entonces, cayó la primera bomba.

La Plaza de Abastos estalló en mil pedazos. La onda expansiva levantó frutas, panes, tablones y cuerpos en un torbellino de polvo y sangre. María sintió un golpe seco en el pecho y, por instinto, cubrió a Rosario con su cuerpo. Todo se volvió humo, gritos y oscuridad.

Antonio, jornalero, fue lanzado contra una pared. Cuando abrió los ojos, vio a varios compañeros inmóviles en el suelo, con la mirada perdida. El olor a pólvora quemaba la garganta.

En la Villa, Carmen soltó su muñeca cuando un muro se desplomó a pocos metros. Su abuela intentó alcanzarla, pero los cascotes la detuvieron. El grito de la niña se perdió entre explosiones.

La tercera bomba cayó en el parvulario de las Escolapias. Por un azar del destino, todavía estaba cerrado. La Madre Superiora, cubierta de polvo, comprendió el milagro: de haber sido unos minutos más tarde, decenas de niñas habrían muerto entre pupitres destrozados.

Fueron apenas dos minutos, pero a la ciudad le parecieron horas. Cuando el último avión desapareció hacia el horizonte, Cabra ya no era la misma.

El estruendo dio paso a un silencio sobrecogedor, roto por alaridos y llantos. El humo cubría las plazas como una neblina irreal. El aire olía a hierro candente y a ceniza.

María, herida en el rostro, buscaba desesperada a su hija entre los escombros. Encontró su zapatito, cubierto de polvo. Gritó su nombre una y otra vez, sin respuesta.

Antonio trataba de levantar a un compañero. «Aguanta, que te saco de aquí», repetía, aunque sabía que la vida se le escapaba entre las manos.

La Madre Superiora, de rodillas en el patio cubierta de cascotes, rezaba entre lágrimas. Había salvado a las niñas, pero no podía apartar de su mente el clamor de la ciudad herida.

En la Huerta de la Pollina, una familia entera, los Guardeño Guardeño, quedó sepultada bajo una bomba que los borró del mapa en un instante. Seis vidas apagadas en silencio, como si nunca hubieran existido.

El balance fue insoportable: 109 muertos, más de 300 heridos. Decenas de casas destruidas. Familias enteras desaparecidas. El dolor se extendió por todas las calles, como una sombra imposible de disipar.

Cabra no era frente de guerra. No había cuarteles ni tropas extranjeras, solo vecinos que habían salido al mercado, niños que jugaban en las calles, jornaleros que esperaban un jornal. Nadie entendía por qué el cielo se había abierto sobre ellos con tanta furia.

Con el paso de las horas, los egabrenses improvisaron ataúdes. Cargaron cuerpos en carros, cubiertos con mantas, mientras las campanas doblaban sin descanso. El llanto de madres, el lamento de esposas, el silencio de los huérfanos quedó grabado para siempre en la memoria de la ciudad.

En el resto de España, la guerra seguía. El bombardeo de Cabra apenas ocupó unas líneas en los periódicos de la zona nacional. En el extranjero, nadie habló de aquella masacre. El mundo entero recordaría Guernica, inmortalizada por Picasso, pero Cabra quedó en el silencio, como si sus muertos no merecieran memoria.

Sin embargo, para los que lo vivieron, aquel día marcó un antes y un después. La guerra, que parecía lejana, se había convertido en ceniza en las manos.

Hoy, más de ocho décadas después, Cabra sigue recordando. Cada 7 de noviembre, el pueblo evoca aquella mañana en la que la muerte cayó del cielo. En las calles aún resuena el eco de los gritos, y en los silencios aún se percibe el temblor de la tierra desgarrada.

El bombardeo de Cabra no fue una batalla, ni un gesto militar estratégico. Fue un crimen contra la vida cotidiana, contra la inocencia de los que solo querían vivir en paz.

Porque aquel amanecer roto nos recuerda que las guerras siempre se ensañan con los más indefensos. Y que la memoria, aunque relegada al olvido de los grandes libros de historia, permanece viva en el corazón de un pueblo que nunca olvidará el día en que el cielo se abrió sobre Cabra.

A las 7:30 de la mañana del 7 de noviembre de 1938, Cabra sufrió el bombardeo más devastador de su historia. Tres bombarderos republicanos Tupolev SB-2, conocidos como Katiuskas, descargaron sobre la ciudad alrededor de dos mil kilos de explosivos en apenas dos minutos.

El resultado fue terrible: 109 muertos y más de 300 heridos, la mayoría civiles que a esa hora llenaban la Plaza de Abastos, la Villa o las inmediaciones de las Escolapias. Cabra no era frente de guerra ni tenía objetivos militares de relevancia. El ataque se enmarca en la estrategia republicana de dispersar las fuerzas franquistas, debilitadas en el frente del Ebro.

Sin embargo, a diferencia de Guernica, la masacre de Cabra quedó relegada al olvido, eclipsada por otros episodios de la Guerra Civil y por la inminencia de la Segunda Guerra Mundial.

Hoy, más de ocho décadas después, la ciudad sigue recordando aquel amanecer en el que la muerte cayó del cielo.

 

 

In Memoriam

En recuerdo eterno de quienes perdieron la vida aquel 7 de noviembre de 1938.

Sus nombres siguen escritos en la memoria de Cabra, donde cada campanario y cada calle conserva el eco de su ausencia.

Aguilar Gallero, Petra. Obrera, 68.

Alonso Bonilla, Manuel. Soldado.
Aranda Serrano, Rafael. Obrero, 32.
Arévalo Camacho, Antonio. Hortelano, 66.
Ariza Aguilera, Cristóbal. Obrero, 50.
Arriaga Castro, Cristóbal. 50.
Barba Cubero, José. Hortelano, 63.
Bernal Gil, José. Cabo.
Borjas Mesa, José. Sargento de la Guardia Civil retirado, 57.
Borrallo Baena, Antonio. Obrero, 35.
Carabel de la Rosa, Manuel. Soldado.
Carillo Cañero, José, 15.
Carrillo Ruiz, Celedonio. Obrero, 40.
Castillo Basurte, Rafael, 8.
Castro Arroyo, Rafael, Industrial, 43.
Castro Montero, Antonio. Soldado.
Castro Peña, Ana. Obrera, 48.
Cecilla Lama, Vicente, Hortelano, 50.
Córdoba Espinar, Antonia. Obrera, 17.
Cuevas Salazar, Rafael. Jornalero, 60.
Cumplido Valle, Natividad. Obrera, 21.
De la Rosa Moreno, Francisco. 55.
Delgado Hoyos, Manuel. Soldado.
Estacio Muñoz, Francisco, Prisionero, 29.
Fernández Morales, Eudardo. Soldado.
Fuentes Jiménez, Gabriela. Obrera, 60.
García Moral, Joaquín. Obrero, 63.
Gómez Castro, Francisco. Hortelano, 73.
González Agudo, Carmen. Obrera, 43.
González Castro, Soledad. 24.
González Guardeño, José. Obrero, 35.
Guardeño Castro, Antonio. Obrero, 35.
Guardeño Córdoba, Francisco. Obrero, 60.
Guardeño Guardeño, Antonia. 21.
Guardeño Guardeño, Antonio. 8.
Guardeño Guardeño, Juliana. 13.
Guardeño Guardeño, Mercedes. 13 meses.
Guardeño Santiago, Juliana. 43.
Guerrero Corpas, Francisco. Obrero, 73.
Guerrero Lama, Josefa. 70.
Guzmán Jiménez, Antonia. Obrera, 50.
Herrero Galisteo, Eusebio. Espartero, 54.
Hurtado Calzado, Diego. Herrero, 48.
Jiménez Fernández Mariana. 10.
Jurado Ceballos, Antonio. Obrero, 70.
León Márquez, Manuel. Soldado.
López Álvarez, Emilio. Prisionero, 17.
López Chaves, José. Obrero, 48.
López del Valle, Antonio. Corredor, 43.
López Moya, Pedro. Obrero, 33.
López Ordóñez, Josefa. Obrera, 51.
López Ordóñez, Manuela. 40.
Maíz Nieto, Antonio. Obrero, 56.
Manchado Valverde, José, 65.
Medina Grande, Manuel. Obrero, 35.
Medina Oteros, Lorenza. Hortelana, 30
Medina Oteros, Sierra. 21.
Mejías de Mora, Juan. Soldado.
Mesa Gaspar, Francisco. 53
Montero Molina, Ángel. 11.
Montero Molina, Antonio. 10.
Montes Montes, Rafael. Jornalero, 45.
Montoya Villasán, Enrique. Alférez.
Moñiz Cecilla, Rafael. Industrial, 43.
Morales Barranco, José. Zapatero, 50.
Morel Soto, Carmen. 14.
Moreno Arroyo, Antonio, 52.
Moreno Arroyo, José, 59.
Moreno Sabariego, Juan. Obrero, 65.
Moreno Vilchez, Manuel. Zapatero, 41.
Morillo Gaspar, Sierra. Obrera, 51
Morillo Vera, Antonio. Obrero, 60.
Moro Bonilla, Manuel. Soldado.
Muñiz Marzo, Rafael. Obrero, 60.
Muñoz Castro, Luis. Obrero, 16
Muñoz Morillo, Antonia. Revendedora, 45.
Ordóñez Castro, Manuel. Obrero, 60.
Ortiz Flores, Rafael. Obrero, 50.
Ortiz Gómez, Francisco. Hortelano, 42.
Payar Ruiz, Rafael. Guardia municipal, 40.
Peña Campos, Francisco. Obrero, 73.
Pérez Bermúdez, Ángel. Jornalero, 36.
Pérez Flores, Rosario. 55.
Pérez Ruiz, Ángel. Obrero, 51.
Pocero Valverde, Carmen.
Porras Arroyo, Joaquín. Obrero, 55.
Porras Bermúdez, Vicente. Obrero, 36.
Quero Hinestrosa, Antonio. Obrero, 50.
Rodríguez Moral, Francisco. Barbero, 45.
Roldán Alcántara, Manuel. Hortelano, 34.
Roldán González, Antonio. 40.
Roldán Ortiz, Francisco. Obrero, 70.
Romero Ramírez, Diego. Obrero, 14.
Romero Roldán, Juan. Obrero, 60.
Rosa Flores, Sierra. Obrera, 50.
Rovira González, José.
Ruiz Cuevas, Jesús. 9.
Ruiz Yedra, Antonia. 48.
Salcedo Pérez, Andrés. 30.
Sánchez Sánchez, Antonio. Cabo.
Serrano Córdoba, Antolín. 56.
Serrano Pulido, Francisco. Del campo, 48.
Urbano Serrano, Felipe. Obrero, 55.
Valle Valverde, Domingo. Obrero, 56.
Vega Benítez, Narciso. Soldado.
Zamorano Almagro, Domingo. Obrero, 58.