noviembre 01, 2025

Miguel Ángel Moral Quero

 



RELATO:








El día en que el cielo se abrió sobre Cabra

 

El amanecer tranquilo

Era 7 de noviembre de 1938. El amanecer en Cabra traía la rutina de cualquier día de mercado. La bruma ligera cubría los tejados blancos y el sol empezaba a bañar el Paseo de la Estación.

En la Plaza de Abastos, los pregoneros ofrecían sus productos con el mismo entusiasmo de siempre. Pan recién horneado, frutas, pescado traído de madrugada. Mujeres con cestas colgaban de los brazos, jornaleros aguardaban con sombreros en la mano a que alguien los contratara. El murmullo era constante, como un río de voces que llenaba las callejas.

María, viuda joven con una hija pequeña, se abría paso entre la multitud. Su niña, Rosario, la acompañaba aferrada a su falda. «Compraremos huevos, y si sobra, un poco de bacalao», le decía. Era un día más, igual que tantos otros.

Un poco más arriba, en la Villa, Carmen, de ocho años, jugaba en la calle con una muñeca de trapo. Su abuela la llamaba desde el balcón, pero la niña se resistía, corriendo de un lado a otro. Las calles empedradas estaban vivas de risas infantiles.

Mientras tanto, en las Escuelas Pías, la Madre Superiora caminaba por el patio aún vacío. En pocos minutos las niñas entrarían a clase. Observó el cielo despejado y respiró hondo, agradecida por aquella mañana apacible.

A las 7:30, el rumor metálico de motores interrumpió la calma. Primero fue un zumbido lejano, apenas un murmullo sobre las sierras. Algunos alzaron la vista con curiosidad. «Serán aviones de paso», comentó un tendero. Nadie imaginaba lo que estaba por suceder.

De pronto, tres sombras cruzaron el cielo a baja altura. Eran aviones veloces, con el fuselaje brillante. Los Tupolev SB-2, conocidos como Katiuskas, venían cargados de muerte.

El rugido creció, desgarrando el aire. Y entonces, cayó la primera bomba.

La Plaza de Abastos estalló en mil pedazos. La onda expansiva levantó frutas, panes, tablones y cuerpos en un torbellino de polvo y sangre. María sintió un golpe seco en el pecho y, por instinto, cubrió a Rosario con su cuerpo. Todo se volvió humo, gritos y oscuridad.

Antonio, jornalero, fue lanzado contra una pared. Cuando abrió los ojos, vio a varios compañeros inmóviles en el suelo, con la mirada perdida. El olor a pólvora quemaba la garganta.

En la Villa, Carmen soltó su muñeca cuando un muro se desplomó a pocos metros. Su abuela intentó alcanzarla, pero los cascotes la detuvieron. El grito de la niña se perdió entre explosiones.

La tercera bomba cayó en el parvulario de las Escolapias. Por un azar del destino, todavía estaba cerrado. La Madre Superiora, cubierta de polvo, comprendió el milagro: de haber sido unos minutos más tarde, decenas de niñas habrían muerto entre pupitres destrozados.

Fueron apenas dos minutos, pero a la ciudad le parecieron horas. Cuando el último avión desapareció hacia el horizonte, Cabra ya no era la misma.

El estruendo dio paso a un silencio sobrecogedor, roto por alaridos y llantos. El humo cubría las plazas como una neblina irreal. El aire olía a hierro candente y a ceniza.

María, herida en el rostro, buscaba desesperada a su hija entre los escombros. Encontró su zapatito, cubierto de polvo. Gritó su nombre una y otra vez, sin respuesta.

Antonio trataba de levantar a un compañero. «Aguanta, que te saco de aquí», repetía, aunque sabía que la vida se le escapaba entre las manos.

La Madre Superiora, de rodillas en el patio cubierta de cascotes, rezaba entre lágrimas. Había salvado a las niñas, pero no podía apartar de su mente el clamor de la ciudad herida.

En la Huerta de la Pollina, una familia entera, los Guardeño Guardeño, quedó sepultada bajo una bomba que los borró del mapa en un instante. Seis vidas apagadas en silencio, como si nunca hubieran existido.

El balance fue insoportable: 109 muertos, más de 300 heridos. Decenas de casas destruidas. Familias enteras desaparecidas. El dolor se extendió por todas las calles, como una sombra imposible de disipar.

Cabra no era frente de guerra. No había cuarteles ni tropas extranjeras, solo vecinos que habían salido al mercado, niños que jugaban en las calles, jornaleros que esperaban un jornal. Nadie entendía por qué el cielo se había abierto sobre ellos con tanta furia.

Con el paso de las horas, los egabrenses improvisaron ataúdes. Cargaron cuerpos en carros, cubiertos con mantas, mientras las campanas doblaban sin descanso. El llanto de madres, el lamento de esposas, el silencio de los huérfanos quedó grabado para siempre en la memoria de la ciudad.

En el resto de España, la guerra seguía. El bombardeo de Cabra apenas ocupó unas líneas en los periódicos de la zona nacional. En el extranjero, nadie habló de aquella masacre. El mundo entero recordaría Guernica, inmortalizada por Picasso, pero Cabra quedó en el silencio, como si sus muertos no merecieran memoria.

Sin embargo, para los que lo vivieron, aquel día marcó un antes y un después. La guerra, que parecía lejana, se había convertido en ceniza en las manos.

Hoy, más de ocho décadas después, Cabra sigue recordando. Cada 7 de noviembre, el pueblo evoca aquella mañana en la que la muerte cayó del cielo. En las calles aún resuena el eco de los gritos, y en los silencios aún se percibe el temblor de la tierra desgarrada.

El bombardeo de Cabra no fue una batalla, ni un gesto militar estratégico. Fue un crimen contra la vida cotidiana, contra la inocencia de los que solo querían vivir en paz.

Porque aquel amanecer roto nos recuerda que las guerras siempre se ensañan con los más indefensos. Y que la memoria, aunque relegada al olvido de los grandes libros de historia, permanece viva en el corazón de un pueblo que nunca olvidará el día en que el cielo se abrió sobre Cabra.

A las 7:30 de la mañana del 7 de noviembre de 1938, Cabra sufrió el bombardeo más devastador de su historia. Tres bombarderos republicanos Tupolev SB-2, conocidos como Katiuskas, descargaron sobre la ciudad alrededor de dos mil kilos de explosivos en apenas dos minutos.

El resultado fue terrible: 109 muertos y más de 300 heridos, la mayoría civiles que a esa hora llenaban la Plaza de Abastos, la Villa o las inmediaciones de las Escolapias. Cabra no era frente de guerra ni tenía objetivos militares de relevancia. El ataque se enmarca en la estrategia republicana de dispersar las fuerzas franquistas, debilitadas en el frente del Ebro.

Sin embargo, a diferencia de Guernica, la masacre de Cabra quedó relegada al olvido, eclipsada por otros episodios de la Guerra Civil y por la inminencia de la Segunda Guerra Mundial.

Hoy, más de ocho décadas después, la ciudad sigue recordando aquel amanecer en el que la muerte cayó del cielo.

 

 

In Memoriam

En recuerdo eterno de quienes perdieron la vida aquel 7 de noviembre de 1938.

Sus nombres siguen escritos en la memoria de Cabra, donde cada campanario y cada calle conserva el eco de su ausencia.

Aguilar Gallero, Petra. Obrera, 68.

Alonso Bonilla, Manuel. Soldado.
Aranda Serrano, Rafael. Obrero, 32.
Arévalo Camacho, Antonio. Hortelano, 66.
Ariza Aguilera, Cristóbal. Obrero, 50.
Arriaga Castro, Cristóbal. 50.
Barba Cubero, José. Hortelano, 63.
Bernal Gil, José. Cabo.
Borjas Mesa, José. Sargento de la Guardia Civil retirado, 57.
Borrallo Baena, Antonio. Obrero, 35.
Carabel de la Rosa, Manuel. Soldado.
Carillo Cañero, José, 15.
Carrillo Ruiz, Celedonio. Obrero, 40.
Castillo Basurte, Rafael, 8.
Castro Arroyo, Rafael, Industrial, 43.
Castro Montero, Antonio. Soldado.
Castro Peña, Ana. Obrera, 48.
Cecilla Lama, Vicente, Hortelano, 50.
Córdoba Espinar, Antonia. Obrera, 17.
Cuevas Salazar, Rafael. Jornalero, 60.
Cumplido Valle, Natividad. Obrera, 21.
De la Rosa Moreno, Francisco. 55.
Delgado Hoyos, Manuel. Soldado.
Estacio Muñoz, Francisco, Prisionero, 29.
Fernández Morales, Eudardo. Soldado.
Fuentes Jiménez, Gabriela. Obrera, 60.
García Moral, Joaquín. Obrero, 63.
Gómez Castro, Francisco. Hortelano, 73.
González Agudo, Carmen. Obrera, 43.
González Castro, Soledad. 24.
González Guardeño, José. Obrero, 35.
Guardeño Castro, Antonio. Obrero, 35.
Guardeño Córdoba, Francisco. Obrero, 60.
Guardeño Guardeño, Antonia. 21.
Guardeño Guardeño, Antonio. 8.
Guardeño Guardeño, Juliana. 13.
Guardeño Guardeño, Mercedes. 13 meses.
Guardeño Santiago, Juliana. 43.
Guerrero Corpas, Francisco. Obrero, 73.
Guerrero Lama, Josefa. 70.
Guzmán Jiménez, Antonia. Obrera, 50.
Herrero Galisteo, Eusebio. Espartero, 54.
Hurtado Calzado, Diego. Herrero, 48.
Jiménez Fernández Mariana. 10.
Jurado Ceballos, Antonio. Obrero, 70.
León Márquez, Manuel. Soldado.
López Álvarez, Emilio. Prisionero, 17.
López Chaves, José. Obrero, 48.
López del Valle, Antonio. Corredor, 43.
López Moya, Pedro. Obrero, 33.
López Ordóñez, Josefa. Obrera, 51.
López Ordóñez, Manuela. 40.
Maíz Nieto, Antonio. Obrero, 56.
Manchado Valverde, José, 65.
Medina Grande, Manuel. Obrero, 35.
Medina Oteros, Lorenza. Hortelana, 30
Medina Oteros, Sierra. 21.
Mejías de Mora, Juan. Soldado.
Mesa Gaspar, Francisco. 53
Montero Molina, Ángel. 11.
Montero Molina, Antonio. 10.
Montes Montes, Rafael. Jornalero, 45.
Montoya Villasán, Enrique. Alférez.
Moñiz Cecilla, Rafael. Industrial, 43.
Morales Barranco, José. Zapatero, 50.
Morel Soto, Carmen. 14.
Moreno Arroyo, Antonio, 52.
Moreno Arroyo, José, 59.
Moreno Sabariego, Juan. Obrero, 65.
Moreno Vilchez, Manuel. Zapatero, 41.
Morillo Gaspar, Sierra. Obrera, 51
Morillo Vera, Antonio. Obrero, 60.
Moro Bonilla, Manuel. Soldado.
Muñiz Marzo, Rafael. Obrero, 60.
Muñoz Castro, Luis. Obrero, 16
Muñoz Morillo, Antonia. Revendedora, 45.
Ordóñez Castro, Manuel. Obrero, 60.
Ortiz Flores, Rafael. Obrero, 50.
Ortiz Gómez, Francisco. Hortelano, 42.
Payar Ruiz, Rafael. Guardia municipal, 40.
Peña Campos, Francisco. Obrero, 73.
Pérez Bermúdez, Ángel. Jornalero, 36.
Pérez Flores, Rosario. 55.
Pérez Ruiz, Ángel. Obrero, 51.
Pocero Valverde, Carmen.
Porras Arroyo, Joaquín. Obrero, 55.
Porras Bermúdez, Vicente. Obrero, 36.
Quero Hinestrosa, Antonio. Obrero, 50.
Rodríguez Moral, Francisco. Barbero, 45.
Roldán Alcántara, Manuel. Hortelano, 34.
Roldán González, Antonio. 40.
Roldán Ortiz, Francisco. Obrero, 70.
Romero Ramírez, Diego. Obrero, 14.
Romero Roldán, Juan. Obrero, 60.
Rosa Flores, Sierra. Obrera, 50.
Rovira González, José.
Ruiz Cuevas, Jesús. 9.
Ruiz Yedra, Antonia. 48.
Salcedo Pérez, Andrés. 30.
Sánchez Sánchez, Antonio. Cabo.
Serrano Córdoba, Antolín. 56.
Serrano Pulido, Francisco. Del campo, 48.
Urbano Serrano, Felipe. Obrero, 55.
Valle Valverde, Domingo. Obrero, 56.
Vega Benítez, Narciso. Soldado.
Zamorano Almagro, Domingo. Obrero, 58.

 


 


 

 



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