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Antonio Fernández |
¡y olé!
Comenzaré diciendo
que la señora María Luisa Garrido, es bisnieta de Luisa, quien como veremos más
adelante en este texto en el que esclarecemos someramente quien era la Sociedad
de los Caballeros Agustinos, que papel representaba ella en la misma. Así pues
he de dar las gracias a María Luisa por ponerme en conocimiento de esta
hermandad, y en la pista del libro de don Lucas Zamarriego que me ha permitido
llegar a la conclusión y en su caso a la resolución de quienes fueron los
Agustinos.
Todo comienza en
número veinticuatro de la casa de la calle Teniente Fernández, (esta calle se
llamaba en el tiempo que nos vamos a referir, calle Hornillo), esquina con la
calle Bachiller de León, la calle más antigua de muestro callejero, ya que
aparece con este nombre desde 1577. Había ido allí atraído por una curiosa
percha de más de 3,60 metros de largo, que tiene dieciséis pomos para colgar
abrigos y otros dieciséis para los sombreros. A mediados del siglo pasado en
esa casa, había un estanco, allí Luisa y un bar, en la barra su esposo Isidoro,
en el bar tras una cortina, una modesta sala quizá algo estrecha pero limpia,
muy limpia, se reunían, los miembros de una hermandad que se hacían llamar los
Agustinos (no confundir éste bar, con el Bar Sánchez, que estaba enfrente y que
hacía esquina con la calle La Fuente).
Inmediatamente me
incitó la curiosidad por saber de esta peña de hombres que allí se congregaban
y que fines les unían, ya que eran de distintos ámbitos profesionales, médicos,
abogados, jueces, tenderos, etc. En común, todos de nombre y prestigio, de los
más notables de la sociedad de aquellos arduos años de mediados del siglo pasado.
Todos caballeros, de ahí, que hay quienes los recuerdan por el nombre de
Sociedad de los Caballeros Agustinos.
Se hacían llamar los
Agustinos, y como los define uno de sus miembros, don Lucas Zamarriego un
médico pediatra-poeta, avecindado en Cabra y muy ligado a todas sus actividades
artísticas, refiriéndose al lugar donde se reunían: “su convento es un lugar
donde impera la comunidad entre todos los miembros del foro”. “Su religión una
buena amistad, que enarbolaban frente a unas copas de vino”.
Lo poco que he podido
saber de esta hermandad es gracias a un texto que escribió en 1948, don Lucas
Zamarriego. Un pequeño libro de doce páginas que titula: “Estampas de la
Placeta. Los Agustinos ¡y olé!”. En él nos esboza a los miembros de la peña. La
semblanza que hace de cada uno de ellos, no nos aclara cual era el fin de sus
reuniones más allá de reunirse a tomar unos vinos y sus correspondientes tapas, es de
suponer que sin duda al caer la tarde, habiendo acabado su quehaceres
cotidianos, no solo se dieran a libar algunas copas de fino, si no que
obviamente las tertulias también acabarían girando en torno a la política, el
trabajo, o aquellos problemas que por una causa u otra les produjera algún que
otro dolor de cabeza, esto parece entreverse en el relato que hace Lucas
Zamarriego de algunos de sus miembros. Y seguramente conociendo ahora las
inquietudes artísticas de D. Lucas también estas tendrían cabida en la
hermandad.
Quizás yo esperaba
encontrar una connotación más literaria en sus reuniones, teniendo en cuenta
que yo venía buscando la casa donde se reunían los miembros de Lekanaklub, que
por cierto aún me queda por saber si pudo ser esta o no, (pero eso es otro
cantar). Lo cierto es no hay mal que por bien no venga, he conocido a esta
hermandad, he podido leer el texto que a
continuación les reproduzco y todo ello con la inestimable amabilidad que ha
tenido para conmigo María José Leña Carrillo por habérmelo hecho llegar y
sinceramente en un tiempo record ya que desde que hablase con ella, sin saber
yo aún que su abuelo don Rafael Leña Caballero y su tío abuelo don Francisco
Casas Moreno, eran también Agustinos, no ha pasado ni tan siquiera una semana.
También tengo que dar las gracia a su madre la señora, M. Ángeles Carrillo
Hidalgo, que cuando María José les habló de los Agustinos recordó haber oído de
ellos y dedicar un tiempo buscar en su casa el libro.
Mejor que relacionar
a todos los miembros de la hermandad como homenaje a éste poeta, don Lucas
Zamarriego, desconocido para mí, y seguramente para muchos de ustedes, ya que
en el libro Egabro: Un milenio de poesía de don Antonio Roldán García, no se
hace mención a él, seguramente porque en
la biblioteca de Cabra, ni en la de Córdoba ni tan siquiera en la
Biblioteca Nacional aparece la escasa obra que he podido conocer de este autor.
Reproduciré: Estampas
de la Placeta. Los Agustinos ¡y olé!, no sin antes añadir que Zamarriego, fue
autor también de una obra titulada: Te prometo ser cautiva (1950) Zambra, que
nos cuenta un crimen pasional, y a cuya obra, el maestro Rodríguez López, le puso
música. Llegados a este punto, he de significar que Luisa es tía del maestro
Rodríguez, es también quien atiende junto a su marido Isidoro sirviendo la
tapas y la copas que los Agustinos reclamaban.
Mi curiosidad me
plantea una irresoluble pregunta, ¿por qué el maestro Rodríguez puso música a
la Zambra de Zamarriego? Cierto es que carece de la menor importancia, bien
porque fuera por su tía que pudiera haberle hecho llegar la Zambra, o bien
porque Zamarriego fue secretario del Centro Filarmónico Egabrense, ya que como hemos mencionado fue un hombre muy ligado a
todas las actividades artísticas de nuestra Ciudad. Así pues conociendo por
esta vía al maestro Rodríguez, sin duda sería suficiente para que éste le
apeteciese poner música a la referida zambra.
De lo poco que puedo
añadir de Lucas Zamarriego es que también escribió junto a Oscar Mirasoti y
Jacinto Capella una obra de teatro, titulada: ¡Qué suerte tienes, Venancio!”.
Dicha obra fue estrenada en el Teatro Fuencarral de Madrid en el año 1945 y producida
por Casimiro Ortas. Siendo interpretada por el propio Casimiro así como por los
actores Consuelo Esplugas, Elías San Juan y Manuel Andrade.
Poco más me resta a
mí por decir de los Agustinos, creo que ya he explicado lo que fue esta
hermandad, que llegó a ser algo más que
una peña de amigos.
Adéntrense en su
templo, leyendo el siguiente texto, que nos acerca a todos y cada uno de ellos.
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