junio 01, 2025

Miguel Ángel Moral Quero

 


Custodia de luz







(Poema dedicado al Santísimo Sacramento de Cabra)

Desde la vieja Europa vino el misterio,
no en palabras altas, sino en pan sencillo.
Nació en Lieja, en manos de almas humildes,
y cruzó fronteras con amor de niño.
Vino buscando abrigo entre la gente,
y halló en Andalucía su altar ferviente.
No en tronos de reyes ni en leyes altivas,
sino en corazones, en plazas, en vidas.
 
Enrique de Arfe, artesano del cielo,
no forjó una joya, sino un consuelo.
Tomó la plata, el fuego y su fe
y levantó un sol para todo aquel
que aún entre lágrimas, dudas o penas,
busca a Dios cerca, presente en la cena.
Su custodia no habla de poder o gloria,
habla del Dios que camina en la historia.
 
Toledo lo alzó en procesión solemne,
Sevilla lo adornó con su arte breve.
Pero fue Córdoba quien con voz callada,
lo hizo latir como llama abrazada.
Y Cabra, mi tierra, en su amor sencillo,
lo puso en el centro del pueblo y del niño.
Aquí no hay oro que no sea fe,
ni calle sin alma cuando Él se ve.
 
Lo sigue la anciana con paso torcido,
lo canta el niño que aún va al catecismo.
Lo rezan los padres con miedo y fatiga,
lo esperan los jóvenes desde la esquina.

El silencio se llena de hondura,
y hasta el que no cree se cubre de ternura.
Porque algo sucede no se puede explicar
cuando el Pan camina y nos sale a mirar.
 
No es solo metal lo que el pueblo alza,
es un “te quiero” que en silencio abraza.
Es la Custodia de la luz que no ciega,
la que acaricia, perdona y consuela.
Y cuando en Cabra suenan las campanas,
todo se detiene, todo se hermana.
Dios está en la calle, y en su Custodia
el cielo se inclina y la tierra se arrodilla.


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