julio 01, 2023

Ángeles Espejo Cañete (Salambó)

 

La sombra

Aquella noche era gélida, de pleno invierno, había una gran tormenta con fuerte aparato eléctrico. Mi madre no se encontraba en casa en aquel momento, estaba trabajando. Mi hermano y yo  quedamos al cuidado de mi tía, hermana  de nuestra progenitora.                                                                                  

Estábamos cenando los tres, cuando de repente, hubo un gran relámpago acompañado de un fuerte trueno. Al instante, el suministro eléctrico se cortó.  ¡Aquel rayo tuvo que caer muy cerca!

Mi tía se levantó de la mesa  para coger unas velas, mientras las encendía, nos animó a terminar de comer con rapidez y así, poder marchar a la cama. Carlos y yo obedecimos, pues los dos estábamos muy asustados. Terminamos  lo que nos quedaba en los platos y seguidamente  emprendimos camino hacia la habitación. Una vez allí, nuestra tía nos ayudó a quitar nuestras ropas y nos puso los pijamas. Antes de meternos en cama, yo cogí  mi inseparable muñeca de trapo, la cual, mi madre me había fabricado con tanto amor. Nos acostamos los tres en la misma habitación para que nosotros no tuviéramos tanto miedo. 

Al poco tiempo, mi tía y mi hermano quedaron profundamente dormidos, a pesar de la fuerte tormenta. Yo seguía despierta, esa noche no podía conciliar el sueño.

La posición que tenía la cama me permitía ver las escaleras que conducían al dormitorio, en ellas existía una pequeña ventana, por la cual se introducía la luz de los relámpagos. De repente, en uno de aquellos haces de luz, pude alcanzar a observar una oscura figura con forma humana, ensotanado, de pie delante de la ventana. Me quede atónita mirando aquello y me abrace fuertemente a mi muñeca.

Lo que fuera aquello, comenzó a avanzar lentamente hacia nosotros. Me fije y vi que no poseía pies, se desplazaba flotando en el aire a pocos centímetros del suelo. El pánico se fue apoderando de todo mi pequeño ser, intenté llamar a mi tía, quería  gritar pero era inútil, me quede sin voz y totalmente paralizada. Aquello, cada vez se encontraba más cerca! Avanzaba sin pausa  pero sin prisa.

Yo cerré por un instante los ojos, era lo único que podía mover, con la esperanza de que al volverlos a abrir, aquello ya no estaría. Pero no ocurrió así, cuando los abrí, allí estaba de pie, delante de mí, inmóvil. Comencé a sudar, el corazón me palpitaba con mucha rapidez, no podía distinguirle: cara, ojos  etc…

De repente, se inclinó hacia adelante y se tumbó sobre  mí. Su peso era insoportable,  creí morir en aquel momento. Duró unos minutos, se levantó y comenzó  a salir de la habitación, escaleras abajo, al llegar a la altura de la ventana, se difuminó.






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