julio 01, 2023

Francisco de Asís Granados Mellado (Escritor)

                             La  hija

Juan dirigía  una  pequeña  agencia  de  viajes. Todos  los  años  por  navidad regalaba un fin de semana a sus empleados  en  un hotel de un amigo suyo. Se trataba de que todos los  compañeros convivieran  juntos  unos días y a su vez pudieran   descansar   de   un   merecido  descanso.  Allí   podrían   compartir inquietudes laborales e ideas de trabajo.

Había llegado el día, y tocaba viajar a aquel Hotel. Al llegar allí se les hizo entrega de las llaves de su habitación. Pudieron disfrutar de todo. Había terminado el fin de semana y ya se acababa lo bueno. La verdad es  que lo habían pasado muy bien. Tenían que recoger sus equipajes, y el autobús venía con retraso. Llegó una hora tarde. Todos guardaron sus maletas en el autocar y se colocaron en sus asientos. Juan se quedó el último para preguntarle al conductor el motivo de su retraso. El hombre respondió que había demasiado tráfico, mientras le daba dos palmadas en la espalda. Juan se sentó junto a su mujer y su hija

Cuando llevaban media hora de viaje, todos iban dormidos, todos menos Juan. En ese momento observó que la velocidad del autocar era excesiva, y decidió dirigirse al conductor para advertirle de que bajara el acelerador, porque no tenían prisa. Al acercarse al conductor, el hombre tenía las manos fuera del volante y su rostro era pálido.  Juan impresionado le preguntó al conductor…

 

-        “¿Qué le sucede?”

El conductor le miró con nervios y algo de miedo.

 

-        “Señor, los frenos no funcionan y no puedo parar el autocar”

 

Pocos segundos después, el autocar volcó. Juan, reaccionó buscando rápidamente a su mujer y a su hija. No las encontraba. Ni siquiera estaban sus asientos. Los demás ocupantes del autocar estaban todos bien, y pudieron salir por su propio pie. Pero Juan, seguía sin encontrar a su familia. A lo lejos se acercaban unos trabajadores para acudir en su ayuda. Al verlos Juan comenzó a correr, solo les separaban cien metros. Parecía tener la sensación de que no las veía, no estaban en sus asientos, todos los demás ocupantes salieron como pudieron del autobús, estaban todos bien pero Juan no veía a su familia, cuando de pronto vio como sus trabajadores iban corriendo hacia un punto de la carretera allí había algo. Juan salió tras ellos serían unos cien metros pero Juan  tenía la sensación de que la distancia era más larga. Todo a su alrededor era sangre y resto de cristales.

Varios metros alejados del autocar se encontraban su mujer y su hija tendidas en el suelo, estaban abrazadas. La mujer tenía a su hija sobre sus brazos para protegerla, pero parecía que las dos se encontraban sin vida. En ese momento Juan entró en una crisis nerviosa y cayó desplomado al suelo.

Juan pasó la noche en el hospital y pudo conseguir que le dieran el alta, para poder ir al tanatorio a velar a su esposa y a su hija Ana. La impresión de verlas allí fue tal, que volvió a desmayarse. De nuevo otra vez Juan tuvo que ingresar en el hospital.

Tardó en despertar dos días y no le había dado tiempo a llegar a su entierro. Se  encontraban descansando en el panteón familiar.

Habían pasado ya varios meses de aquel suceso y la empresa de Juan, debía seguir adelante. Él se volcó en su trabajo, para así distraer su mente y pensar lo menos posible en lo sucedido.

Tiempo después los trabajadores de la agencia, comenzaron a ver por sus instalaciones a una niña. Creían que podía ser la hija de algún trabajador. Uno de los empleados, una vez, mientras se encontraba aparcando su coche la vio pasar, teniendo que dar un volantazo, chocando contra el muro del aparcamiento. Aquel trabajador salió rápidamente del vehículo para ver si le había sucedido algo a la niña, pero allí no había nadie. Solo una nota que decía…

 

-        “Rezar por mí”

 

Había entrado una nueva secretaria en la empresa y la vio pasar. Ella sin saber de lo sucedido le preguntó.

 

-        “Hola pequeña ¿qué haces por aquí?”

La niña le respondió que buscaba a su papá. Ella le indicó quién era su padre, y la trabajadora la cogió de su mano y se fueron hacia el ascensor. Al salir la niña la miró sonriendo y salió corriendo. María, que así se llamaba la secretaria, se quedó un tanto extrañada. Pensó que aquella niña habría encontrado a su padre…

Juan llamó a María a su despacho para explicarle cual era su cometido. María al entrar en el despacho de Juan, pudo apreciar la foto de una niña.

 

-        “Juan, ¿esa es su hija?”

-        “Sí, ¿por qué?

María le comentó a Juan, que aquella niña había estado buscándolo por las oficinas y que ella misma le había intentado ayudar. Juan levantó su mirada de los papeles que tenía sobre su mesa.


-        “No, eso no es posible. Mi hija está muerta”

-        “Pero si yo misma la traje hasta aquí, pero salió corriendo”


-        “María, te he dicho que eso es imposible”

-       “Era ella Juan, estoy completamente convencida, yo la llevé de la mano y en ella tenía una inscripción que decía: REZA POR MÍ PAPÁ”

Juan no daba crédito a lo sucedido, y le pidió a María que le dejara solo… Pensó que podía ser una broma o una simple confusión. En ese momento los ordenadores que se encontraban en la sala comenzaron a encenderse y apagarse simultáneamente. En sus pantallas se podía leer.

 

-        “REZAR POR MÍ”

Los trabajadores se miraron algo extrañados. Los ordenadores volvían a encenderse y apagarse al mismo tiempo. En ese momento volvió a salir un escrito que decía “Rezar por mí” junto con la foto de Ana.

Juan no daba crédito a lo que allí sucedía, pues él no era creyente. Su mujer y su hija fueron enterradas con una ceremonia civil. En ese momento Juan entendió lo que sucedía y en contra de sus creencias decidió ir al cementerio para rezar alguna que otra oración por su hija y su mujer. Al llegar al panteón se arrodilló y comenzó a orar… En ese momento una luz blanca que parecía cegarle empezó a elevarse desapareciendo sobre el cielo. Al alzar la vista vio la imagen de su hija Ana. Allí se encontraba delante de él, con su sonrisa de siempre. Ana le daba las gracias a su padre por haber entendido el mensaje y mientras desaparecía entre la nada, exclamaba.

 

-        “Gracias Papá, ahora yo rezaré por ti”

 

FIN                                                                       

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