agosto 01, 2023

José Fernández Álvarez (Jota Efe A)

José Fernández Álvarez 
(Jota Efe A)
 


"DIOS GUARDE A OSTE"       




Muchos hemos usado en alguna ocasión está fórmula de saludo y muchos empleamos esta u otras frases de salutación, las más de las veces, rutinaria o protocolariamente aun cuando quizá sin observar y/o atender tácitamente al hecho de que saludar a otros con el deseo de bendición individual o colectiva (buenos días nos dé Dios) es acaso expresión suprema de la solidaridad, virtud evangélica por antonomasia.

Fernando Díaz Plaja en su humorística obra “El español y los siete pecados capitales”, radiografía incomparable de los usos y costumbres de los españoles, nos dice que “la familiaridad de los españoles con la religión deja estupefactos a muchos extranjeros. Para empezar, el segundo mandamiento “no emplearás el nombre de Dios en vano” parece totalmente inútil al católico español, que casi nunca lo emplea de otra forma. Pero la confianza llega a más y los españoles usan la nomenclatura de la religión para las más profanas de las situaciones”.

La emigración latinoamericana ha traído a España el saludo directo de “¡Bendiciones!”. Bueno, lógicamente aceptable y similar en cuando al mismo deseo colectivo de atribuir a Dios la bondad del día que amanece o encomendarnos a Él para la jornada que nos vendrá por delante. Pero para nuestra cultura, más allá de la imparable incorporación de extranjerismos en todas las lenguas, siendo discutible su enriquecimiento o empobrecimiento, semejantes expresiones no cuelan ni con calzador, resultando más bien una burda banalización.

Atendiendo al objeto de este artículo-reflexión sin ánimo de catequizar (adoctrinar, evangelizar, predicar, convencer, persuadir, enseñar, instruir), me admira, como dice Beinhauer en su prólogo a El Español coloquial de Dámaso Alonso, “el número de expresiones que utilizamos en el habla coloquial” y en particular la cantidad de expresiones “religiosas”, que utilizamos, tan enraizadas en nuestras vidas, expresadas gratuita e ¿irreverentemente? O no, a lo mejor solo irreflexivamente. 

Y es que partiendo del sencillo “Buenos días”, tópico y típico donde los haya, incrementando hasta el “Buenos días nos dé Dios”, muletilla que puede sonar de cartilla de urbanidad, donde puede incluso percibirse cierta musicalidad, hasta “A la paz de Dios”, fórmula arcaica o más propia de ambientes campesinos, podemos encontrarnos con una gran cantidad de saludos y despedidas de carácter “religioso”, bien por su significado, por la intención del que las emplea o de alguna manera relacionados con lo espiritual, fruto del inmenso caudal de giros y formas que componen el lenguaje conversacional con el que nos comunicamos habitualmente. También se pueden incluir en tal relación las que se formulan con alguna profundidad piadosa, las que se pronuncian mecánicamente y, ¿por qué no?, las pretendidamente humorísticas mientras no rayen la blasfemia. 

Cierto es que en ocasiones los “Buenos días”, “Buenas tardes” o “Buenas noches” son proferidos como expresiones rituales habiendo perdido todo contenido religioso, expresando las más de las veces la calidad de la mañana, del atardecer o de la noche que se aproxima, esto es, afirmando que son espléndidos, al menos para quien así se lo dice a un interlocutor al que a lo mejor pueda parecerle todo lo contrario. A este respecto hay que añadir que este conjunto de palabras, admitido como pretendido saludo (a veces solo se usa el “Buenas” como salutación), es incluso sustituido según en qué ambientes y/o familiaridad por una simple elevación de la cabeza, de los ojos o de cualquiera de las manos. En definitiva, no siempre saludamos de la misma forma, ni a todas las personas por igual.

Y de los adioses, ¿qué decir? Está el simple “Adiós”, categórica despedida sin más pretensiones ni ostentación. Pero también el “Con Dios”, ya con marcada intención de carácter religioso; la más extensa y completa expresión “Adiós, hasta mañana, si Dios quiere”;  el “Ve con Dios” o el “Dios te guarde”.  Parece significativo que si en las locuciones de saludo se formulaba un deseo suplicatorio, en las de despedida se expresa la sumisión del hombre a la voluntad divina, o se invoca la protección de Dios. Pudiérase decir, un poco apurando, que en las despedidas hay un sentimiento quizás más profundo que en los saludos y que, cuanta más familiaridad nos una con quien o de quien nos despedimos, más se nos mueve el alma, asumiendo todo lo que de poético ello pueda suponer.

Pero no solo de saludos y despedidas vive el hombre en su relación con los de su especie. Y así, a lo largo de un día y según vayan surgiendo los acontecimientos de la jornada, proferimos una serie de tópicos también de carácter religioso de extraordinaria riqueza y variedad que nacen espontáneamente por fuerza del sentimiento.


Situémonos en ambiente: supongamos que nos ocurre un revés inesperado como por ejemplo que bajamos a la cochera, abrimos el coche (a distancia), nos sentamos en el lugar del piloto, nos 

se pueden incluir en tal relación las que se formulan con alguna profundidad piadosa, las que se pronuncian mecánicamente y, ¿por qué no?, las pretendidamente humorísticas mientras no rayen la blasfemia. 

Cierto es que en ocasiones los “Buenos días”, “Buenas tardes” o “Buenas noches” son proferidos como expresiones rituales habiendo perdido todo contenido religioso, expresando las más de las veces la calidad de la mañana, del atardecer o de la noche que se aproxima, esto es, afirmando que son espléndidos, al menos para quien así se lo dice a un interlocutor al que a lo mejor pueda parecerle todo lo contrario. A este respecto hay que añadir que este conjunto de palabras, admitido como pretendido saludo (a veces solo se usa el “Buenas” como salutación), es incluso sustituido según en qué ambientes y/o familiaridad por una simple elevación de la cabeza, de los ojos o de cualquiera de las manos. En definitiva, no siempre saludamos de la misma forma, ni a todas las personas por igual.

Y de los adioses, ¿qué decir? Está el simple “Adiós”, categórica despedida sin más pretensiones ni ostentación. Pero también el “Con Dios”, ya con marcada intención de carácter religioso; la más extensa y completa expresión “Adiós, hasta mañana, si Dios quiere”;  el “Ve con Dios” o el “Dios te guarde”.  Parece significativo que si en las locuciones de saludo se formulaba un deseo suplicatorio, en las de despedida se expresa la sumisión del hombre a la voluntad divina, o se invoca la protección de Dios. Pudiérase decir, un poco apurando, que en las despedidas hay un sentimiento quizás más profundo que en los saludos y que, cuanta más familiaridad nos una con quien o de quien nos despedimos, más se nos mueve el alma, asumiendo todo lo que de poético ello pueda suponer.

Pero no solo de saludos y despedidas vive el hombre en su relación con los de su especie. Y así, a lo largo de un día y según vayan surgiendo los acontecimientos de la jornada, proferimos una serie de tópicos también de carácter religioso de extraordinaria riqueza y variedad que nacen espontáneamente por fuerza del sentimiento.


Situémonos en ambiente: supongamos que nos ocurre un revés inesperado como por ejemplo que bajamos a la cochera, abrimos el coche (a distancia), nos sentamos en el lugar del piloto, nos ponemos

el cinturón de seguridad, colocamos la llave en su lugar correspondiente y, ¡Adiós!, el coche no arranca. Pues eso ¡Adiós! o ¡Vaya por Dios!, esta última como más de resignación, la primera de fastidio o “cabreo”. Y eso si no decimos un ¡Por Dios, otra vez al taller! o ¡La Virgen!,  expresado como una jaculatoria sólo en el mejor de los casos. Otras veces, según devoción o estado de ánimo se acompaña al nombre de la Virgen alguna advocación de lugar o de especial veneración: ¡Virgen Santísima!, ¡Virgen de la Sierra! o ¡Anda, la Virgen, pero si no tiene gasolina! A veces, quizá las más de las veces, la expresión utilizada tiene un puntito de irreverencia, a lo mejor no catalogable como blasfemia pero sin duda mal sonante para según qué oídos y en todo caso empleada como para indicar mayor contrariedad: ¡Hostia! o ¡Anda, la hostia! Esta interjección tratada lingüísticamente de la manera oportuna suele también emplearse cuando la contrariedad ha consistido en un golpe dado o que se recibe, y en aumentativo: “hostiazo”. Ah, similar expresión se usa pero con un sentido más apreciativo o indicando calidad: ¡Eres la hostia!

Siguiendo con un día cualquiera, al llegar al trabajo, por ejemplo, las gestiones realizadas a lo mejor no resultan todo lo correctas que debieran y observado el craso error cometido, ¡Santo Dios, está mal la suma!, ¡Dios nos valga, toda la mañana y a empezar de nuevo!, ¡que Dios nos coja confesados, como se entere el jefe! Expresiones de admiración, que imploran salvación o protección no necesariamente todo lo pías que puedan parecer, pero ahí están y se usan.

Como se usa también a modo de exclamaciones interjectivas aquellas que pudiéramos decir de atribución por aquello del reforzado gramatical que produce la preposición: ¡por el amor de Dios!, ¡por todos los santos! (o ¡por todos los demonios!), ¡por la Virgen!, ¡por Dios, por Dios!

Por otra parte, cuando al compañero de al lado de nuestra mesa de trabajo le da por estornudar, ¿a quién no se le escapa un ¡Jesús!, o ¡Jesús, María y José!? tan tópicos y frecuentes en el lenguaje coloquial como un ¡Válgame Dios, otra vez! o ¡Bendito sea Dios, Bendito sea Dios!, cuando pudo ser peor y no fue. Pero es que incluso el demonio entra a formar parte con frecuencia en el lenguaje coloquial ya que con mucha facilidad enviamos algo ¡al infierno! si no nos favorece o pudiera perjudicarnos o simplemente por desprecio, o nos deshacemos de algo por fútil o intrascendente ¡qué demonio, ya no vale!

Cuando sobrellevar el trabajo por gravoso, complicado o difícil nos causa congoja y sufrimiento, a veces, claro, sin pensarlo, solo por decirlo, nos acogemos ha sagrado ya que es lo más socorrido y cómo no, tanto padecimiento nos hace exclamar: ¡qué cruz! Exagerado por supuesto, pero recurrente.

De aquellos que nos rodean o con quienes nos relacionamos durante un día, un solo día, no somos capaces de sustraernos de calificarlos por sus hechos, por su forma de hacer las cosas, por su aspecto, por su aura, o porque sí y, a nuestro parecer, fulanito ¡es un ángel!, menganito ¡es un demonio! y, a lo mejor zutanita ¡es un cielo!, depende.

La medida del tiempo, de alguna manera también se vincula a lo espiritual o religioso. Todo buen cocinero sabe o por lo menos habrá visto en alguna receta la sugerencia de dejar hervir tal o cual caldo o guiso durante el tiempo justo de rezar bien un padrenuestro, tres avemarías o un credo. Hay otras medidas o unidades de tiempo que empleamos a diario aunque no sea en la cocina, por ejemplo cuando referimos que algo quedará ejecutado en un santiamén. Es muy frecuente asimismo marcar un tiempo mayor (aun cuando sea desconocido) para indicar que algo quedará  o habrá de estar hasta que San Juan baje el dedo, o que esto o aquello perdurará hasta la eternidad. Y eso cuando no empleamos el latinismo per secula secularum, que para el caso es lo mismo que decir por los siglos de los siglos.

Juramos o prometemos e igualmente las referencias o tópicos religiosos son de lo más socorrido: Voto a Dios (arcaico, sí), para ponerlo como Testigo; haciendo la cruz con los dedos al tiempo que pronunciamos un “por ésta”, o “por todos los santos”. 

Comporta pues mucha riqueza este lenguaje coloquial unido al ingenio y sagacidad de quien lo usa, que aprovecha el sustrato religioso tradicional y/o distintas referencias litúrgicas (otra cosa es que las iglesias no se llenen). Pura imaginación del pueblo y la familiaridad con los elementos religiosos que dan pie a:

-       Ponerle a alguien un sobrenombre: bautizarlo

-       Tragar o aguantar lo indecible: comulgar con ruedas de molino

-       Estar constantemente de festejo y sin preocupación: ser un viva la Virgen

-       No escuchar atentamente al interlocutor: como quien oye misa

-       Tener una vida de apariencia plácida: vivir como un cura

-       Estar siempre de súplica: pedir más que un fraile

-       Estar muy aburridos y sin conversación: como en un velatorio

-       Ser malvado: ser un Caín

-       Sufrir en abundancia: pasar las de Caín

-       Al finalizar una faena: ¡Ea! Santas pascuas

-       Traicionar la amistad: dar el beso de Judas

-       Recurrir a algo en el último momento: acordarse de Santa Bárbara cuando truena

-       Andar despreocupado: fíate de la Virgen y no corras

-       Establecer un orden: primero la obligación y después la devoción

-       Estar en constante riesgo: tentar a Dios

-       El principio de algo o lo más grande: la Madre del Cordero

-       Ser excesivo en lágrimas: llorar como la Magdalena

-       Algo refinado y extenso: la Biblia en verso

-       Fastidiar grandemente a alguien: hacerle la Pascua

-       Hablar para nada porque no es aprovechado: predicar en el desierto

-       Exquisitez para el paladar: bocado de cardenal

-       Reprender grande y expresivamente: sermonear

-       Estar triste y compungido: vagar como alma en pena

-       Tener excesiva prisa: ir como alma que lleva el diablo

-       Complicarse una situación hasta el extremo: se armó la de Dios

-       Crearle problemas acuciantes a alguien: llevarle por la calle de la amargura

-       Confirmar titularidad para bien o para mal: a quien Dios se la dé, San Pedro se la bendiga

-       Desear descrédito: maldita sea su estampa

-       Desear mala suerte o algún mal: permita Dios que...

-       Realizar una faena o un trabajo según norma: como Dios manda

-       Estar malherido, maltrecho o desaliñado: estar echo un Cristo

-       Ser muy tranquilo y paciente: tener más paciencia que el Santo Job

 Después de este acopio de tópicos religiosos solo espero que esta colaboración no resulte impía, pidiendo disculpas como se dice en Carnaval (que es cuando la empecé) si a alguien ofendí. Espero también no sea calificada en exceso de carácter pío, (la terminé en Cuaresma).

Y ahora sí, aun cuando al comienzo no sabía muy bien cómo plantearía el tema que ya termino, gracias a Dios, he llegado al último párrafo que reservo obviamente para la despedida: queden ustedes con Dios.

¿Hasta luego?

BIBLIOGRAFÍA EMPLEADA:

(1)   “Tópicos religiosos en el español coloquial”. RUBIO GONZÁLEZ LORENZO.

            Revista FOLCKORE, nº 23, año 1982

-       “Buenos días nos dé Dios”. MANUEL LÓPEZ.

            http://www.lupaprotestante.com/blog

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