Charlas con
Don Juan Valera
Don Juan Valera, el
más prolífico epistológrafo
-Buenos días Don Juan y
felicidades por su onomástica.
-Buenos días joven y gracias
por acordarse.
-Don Juan, no ha sido ningún
mérito mío acordarme, la Delegación de Cultura del Excmo. Ayuntamiento de
Cabra, me ha enviado por email los actos que este mes con motivo del día de San
Juan como homenaje por su onomástica le harán, además de la ofrenda floral,
como ya viene siendo habitual también se celebrará la entrega del premio
literario creado en su honor. ¡Si cuando le digo que con usted no hay mes que
no haya algo que celebrar convendrá conmigo que tengo razón!
-Joven, sabías que la primera
edición de este premio se otorgó por primera vez en el año 1932, al escritor de
Jaén don Luis González López, por su trabajo “Las mujeres de don Juan Valera”.
-Sí, don Juan, he leído que el
día 20 de diciembre de 1931, en el domicilio del Centro Filarmónico se reunieron
un centenar de amigos convocados por la Sección de Literatura del mismo, con la
finalidad de rendir culto a su figura. Y crearon una agrupación llamada,
“Amigos de don Juan Valera”. Y es a propuesta de esta Agrupación que fue
instituido por el ilustrísimo Ayuntamiento de Cabra en el año 1932 el premio
que lleva su nombre. Y desde entonces ininterrumpidamente se viene celebrando,
ofreciéndole en este parque y ante su monumento un cálido homenaje, con un acto
literario, consistente en la lectura de un capítulo de trabajo galardonado con
el premio que lleva su nombre, con la intervención de la Banda de Música del
Centro Filarmónico y terminando con la ofrenda floral antes su monumento. Pero
esto ya lo sabe usted
-¿Dígame joven quienes
promovieron esta agrupación?
-Don Juan, fueron los señores:
Don Francisco Moral León, don Ángel Cruz Rueda, don Jaime Gálvez, Don Rafael
Navarro, don Enrique Cabello Vannereau, don Alfonso Santiago Contreras, don
Miguel Pérez del Mármol, Don Manuel Megías Rueda y don Juan Soca, los que
prepararon un proyecto de estatutos de la sociedad que se leyeron y fueron
aprobados el día 7 de enero de 1952 y se nombró la Junta Directiva integrada
por los dichos señores, bajo la presidencia de don Ángel Cruz Rueda.
-¿Joven que reglamentos rigen
la sociedad?
- “Los Amigos de Valera” no
tienen reglamento. La devoción a usted les une en estrecha camaradería. De allí
no ha surgido jamás, una diferencia, una brizna de enojo.
¡Ay joven! Estoy gratamente
sorprendido y agradecido por como me ha alegrado esta mañana festiva por mi
onomástica.
-Don Juan, si me permite
pasemos a otro tema, como ya le dije en mi anterior charla, había leído algunas
de sus novelas, pero ciertamente no he leído nada de su epistolario, el cual un
conocido mío, me ha comentado que para él tiene más interés que sus novelas.
Así pues, me he puesto manos a la obra buscando información sobre sus cartas, y
me encuentro que está usted considerado como el primer epistológrafo español,
el más prolífico, el más informativo y el más ameno.
-Joven, durante toda mi vida
escribí varias cartas a la semana, a mi familia y a mis amigos, yo hacía un
esfuerzo para que fueran divertidas e instructivas. Creo que hemos hablado algo
de las cartas como las que escribí en mi estancia cuando estaba en una misión
diplomática en Rusia como secretario del flamante conde de Osuna y que publicó
el periódico La España.
-Ciertamente, pero he leído
que no fue hasta después de su muerte en 1905 cuando empezaron a aparecer los
epistolarios. Su hija Carmen, con la ayuda de su esposo Francisco Serrat,
empezó a preparar una edición de sus Obras completas que la Editorial Alemana
publicó. El primero de estos volúmenes se fecha en noviembre de 1905 y el
último en mayo de 1935; está ordenada esta recopilación por materias, en un
total de trece sobre las cuales escribió usted: Discursos académicos, Novelas,
Cuentos, Teatro, Poesía. Crítica literaria, Estudios críticos sobre filosofía y
religión, Estudios críticos sobre historia y política, Cartas americanas,
Miscelánea, Correspondencia, Discursos políticos y traducción de una obra
histórica del conde de Schack.
-Efectivamente joven. Hay
mucha variedad en la correspondencia, dependiendo de a quién escribía. Algunas
cartas, naturalmente, son más interesantes que otras. Las primeras cartas
existentes son las que escribí entre 1847 y 1851 a mi familia.
-Así es, no se ha hallado
ninguna correspondencia anterior. Por cierto, sus biógrafos, afirman que casi
todas sus cartas transmiten información sobre qué tipo de persona era usted y
que además arrojan luz sobre su carrera literaria.
-Joven, ocurre que realmente
mi vocación era la escritura y a ella me hubiese gustado dedicarme por entero,
pero cuando tienes una esposa, tres hijos, más los gastos personales,
verdaderamente es imposible.
-Vaya, don Juan nada nuevo, es
obvio que en todos los tiempos ocurre lo mismo cuando el dinero no alcanza para
vivir, hasta los sueños se hacen más imposibles.
-Joven, yo solía decir que lo
que más me fastidiaba es la “sindineritis” que me acompañó desde mi nacimiento
hasta mi muerte. El ser pobre es la mayor joroba que hay en el mundo y esa
joroba la llevaba yo a cuestas desde que nací, y en vano hice por quitármela de
encima. Pensé que la escritura podía ser un paliativo, y además un paliativo
que a mí me satisfacía. A veces, mi necesidad de escribir obras vendibles me
llevaba a desear alejarme del mundo y retirarme a mi patria chica, Cabra.
En una carta a Menéndez Pelayo
le referí: Si yo no estuviese casado y con tres meninos, aseguro a usted que
hace un año que habría yo dejado de ser ministro en Lisboa y estaría en Madrid,
en París o en Cabra haciendo la vida gitanoliteraria para la que he nacido;
pero el hombre propone y Dios dispone.
En otras dos ocasiones escribí
en unas cartas: Deseo, para escribir algo
serio, aprovechar los últimos años de mi vida, y casi estoy decidido a
retirarme con muchos libros a Cabra. Mi propósito es pasar más tiempo en Cabra
que en Madrid. ¿Cuándo engendraré yo otra Pepita Jiménez? El prurito de meterme
en Cabra a vivir acude ahora a mi ánimo, con mayor persistencia que nunca.
Ganas tengo de enviar allí mis libros y de retirarme a vivir allí. Allí quizás
tendría yo sosiego y escribiría algo de provecho.
-Don Juan, esto deberían
leerlo aquellos que dicen que usted no quería a Cabra, a mí me consta que es
todo lo contrario y además me da la sensación de que usted sentía nostalgia por
su paisaje natal.
-¡Ay joven!, ya hemos hablado
algo de ello, y como le dije a veces quienes no tienen nada mejor que decir de
alguien, solo dicen aquello que les interesa para hacerse notar y así parecer
que saben de lo que hablan, porque en verdad, la ignorancia es muy atrevida.
-Don Juan, he deducido de su
conversación de hoy que hubo un periodo en su vida lleno de vacilaciones y de
incertidumbre profesional, como si no supiera si quería perseverar en la vida
política o si quería dedicarse a la escritura.
-Joven, mi vocación era la escritura,
pero quizás yo también me hubiera querido más como literato si hubiera tenido
más fe en el valor de lo que escribía. La dificultad, por consiguiente, estaba
en mí. No sé si dependía de que no estaba acostumbrado a escribir, porque el
escribir se aprende con el uso. ¡No lo
olvide joven!
-Don Juan, la estrechez
económica que vivió ¿pudo haberse paliado si la indiferencia del público para
con sus obras hubiera sido diferente?
-Ciertamente mis obras se
vendían. Lo dejaré en que la mala voluntad de los lectores, poco amigos de leer
cosas serias, no hizo que llegara al éxito de mi “amigo” Benito Pérez Galdós
que si vivía holgadamente de sus obras.
-¿Benito Pérez Galdós y usted
eran amigos?
-Fuimos amigos e incluso yo
promoví la entrada de Galdós en la Real Academia Española, nuestra relación
empezó bien pero terminó regular. Es verdad que yo era el jefe del grupo de
escritores que nos oponíamos a la escuela realista que representaba Galdós. Más
tarde, durante los años 80, con la introducción del naturalismo en España,
Emilia Pardo Bazán había lanzado una serie de artículos sobre el naturalismo,
creo recordar que se coleccionaron con el título de “La cuestión palpitante”.
El conflicto volvió a entablarse porque verdaderamente reaccioné enérgicamente
diciendo: «El realismo o naturalismo que
hoy se estila es un horror.» Además, creía que hasta era un deber
patriótico luchar contra esta maldición de origen francés. Por eso di a conocer
que iba a escribir una serie de artículos refutando las ideas de Emilia Pardo
Bazán (quien era —o muy pronto iba a ser— amiga íntima, pero muy íntima de don
Benito).
-¿Don Juan, Benito Pérez
Galdós también le consideraba a usted amigo a la vez que su rival literario?
-Es una pregunta que debería
hacerle a él no a mí, aunque ciertamente lo que quedaba de nuestra amistad se
rompió en el primer capítulo de Fortunata y Jacinta. Galdós relaciona el nombre
del mujeriego, inmaduro y egoísta personaje Juanito Santa Cruz con mi nombre. Y
aquí lo voy a dejar me aburre y considero baldía la conversación este punto.
-Perdone don Juan, no era mi
voluntad importunarle ni mucho menos hostigarle y por supuesto con algo que su
recuerdo le traiga pesadumbre.
-No joven, en cierto sentido
le agradezco estas conversaciones que a grandes rasgos estamos manteniendo
desglosando diversas etapas de mi indócil vida.
-Le agradezco don Juan su
paciencia conmigo, le dejo, porque necesito escribir todo esto que me ha
contado, con su permiso, y permítame que pase en otro momento.
-Cuando quiera joven. De aquí
no me voy a mover, Jajaja.
CONTINUARÁ
………………..