EL PRESTIGIO DEL DINERO
Y EL MALETÍN
Para ellos, tener dinero lo es todo. Tener dinero es tanto como ser
inteligente, saberlo todo, poder con todo, tener acceso a todo, ser el primero
en todo…
Tener dinero está empezando a ser tan necesario, que conseguirlo justifica
métodos y mecanismos. La buena ética, la mejor estrategia, lo que debe ser y
todos adolecen, es aquello que lleva tras de sí el triunfo económico, el
“pelotazo” bien dado.
El prestigio del dinero es el título más apetecido. La universidad, la
cultura, la solidaridad, el civismo, la investigación, la sanidad… esas
cualidades en las que siempre nos miramos, han sido desplazadas por los “nuevos
ricos”. No podemos ni debemos distraernos: buscan desesperadamente el
“pelotazo” de la riqueza.
Nadie podía suponer que la democracia y el deseado cambio político iban a
traer consigo ese otro cambio que nos avasalla. Todo esto deriva de los
acontecimientos políticos que vivimos hoy en día: el enriquecimiento personal a
costa de todos, aprovechándose de su maletín y de su alto cargo político.
Vientos fuertes de revolución ideológica corren en nuestro país.
Sorprendentemente, controlados para las vidas humanas, pero con gran carga de
profundidad, han modificado las “verdades” y “creencias” que rigieron el mundo
durante demasiados años.
Un gran debate nacional está abierto, y con él las claves básicas del
partido en el poder —unidad y honestidad— están en entredicho.
Han sido muchos los que, al amparo de su gran e incuestionable victoria
ideológica de los últimos años, se apuntaron a la realidad oportunista y, desde
ella, montaron la plataforma del poder para comprar voluntades y enriquecerse.
La influencia del poder ejercida en todas las épocas, etapas o legislaturas —y
pocas veces controlada— es el cambio habitualmente utilizado para conseguir
soluciones económicas que, en una política de libre mercado en la que el dinero
es el objetivo, termina conquistando el poder.
Los medios de comunicación, desde su derecho constitucional de libre expresión, pretenden ser el notario diario de lo que ocurre y, con mejor o peor acierto, nos ponen cada día a consideración la corrupción y el escándalo del día, como si de un menú diario se tratase.
Influencias, prevaricación, cohecho, mordidas, maletines dinerarios en la
financiación… todo un rosario de noticias que nos llegan fabricando la
intranquilidad y cuestionándolo todo. Confirmando ese clima incómodo de que la
democracia debiera ser de otra manera.
El dinero es el objetivo por excelencia. Presumir desde el poder económico
está llegando a ser, para casi todos, la única razón de existir. Conseguirlo al
precio que sea, el objetivo más inmediato.
Así están las cosas. La compra de voluntades del siglo XXI es igual o
parecida a las formas que siempre existieron. Solo faltaba el maletín como
instrumento imprescindible de hoy. En él, el dinero necesario es el único
testigo del sí de la comisión, de la recalificación, del puesto de trabajo… de
tantas cosas.
La política, como ejercicio responsable que se ejercita para el logro del
bien común, merece todos los respetos y todos los apoyos porque se necesita en
democracia, ineludiblemente. Pero precisamente por la nobleza de su destino y
la responsabilidad que entraña, la honradez debe ser su línea inexcusable de
conducta.
El maletín y el político que lo utiliza son incompatibles con el ejercicio
del poder. Debemos detectar a tantos como lo utilizan y prostituyen
miserablemente nuestra convivencia, para descalificarlos hoy mejor que mañana.
Los problemas económicos no están causados por el dinero, sino por los patrones
mentales sobre él (E. P.).
Alguien con más calidad humana, con más seriedad, con más inteligencia,
debe dedicarse al progreso y bienestar de todos nosotros, que se hace también
con dinero, pero con dinero trabajado desde la honestidad día a día, lejos del
engaño.
Antes unos, ahora estos y mañana los otros: solo descalificaciones
personales y no soluciones. Esperamos que llegue el político de buen hacer,
honesto… independientemente de su condición ideológica.
Creo en la política porque es necesaria y fundamental para organizar y dirigir la vida en sociedad, pero hay que dar con el mejor “frutero” y sus mejores “manzanas”. Seguro lo hay.
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