agosto 01, 2025

Vicente Palomar Arroyo

 


EL PRESTIGIO DEL DINERO 
Y EL MALETÍN






Para ellos, tener dinero lo es todo. Tener dinero es tanto como ser inteligente, saberlo todo, poder con todo, tener acceso a todo, ser el primero en todo…

Tener dinero está empezando a ser tan necesario, que conseguirlo justifica métodos y mecanismos. La buena ética, la mejor estrategia, lo que debe ser y todos adolecen, es aquello que lleva tras de sí el triunfo económico, el “pelotazo” bien dado.

El prestigio del dinero es el título más apetecido. La universidad, la cultura, la solidaridad, el civismo, la investigación, la sanidad… esas cualidades en las que siempre nos miramos, han sido desplazadas por los “nuevos ricos”. No podemos ni debemos distraernos: buscan desesperadamente el “pelotazo” de la riqueza.

Nadie podía suponer que la democracia y el deseado cambio político iban a traer consigo ese otro cambio que nos avasalla. Todo esto deriva de los acontecimientos políticos que vivimos hoy en día: el enriquecimiento personal a costa de todos, aprovechándose de su maletín y de su alto cargo político.

Vientos fuertes de revolución ideológica corren en nuestro país. Sorprendentemente, controlados para las vidas humanas, pero con gran carga de profundidad, han modificado las “verdades” y “creencias” que rigieron el mundo durante demasiados años.

Un gran debate nacional está abierto, y con él las claves básicas del partido en el poder —unidad y honestidad— están en entredicho.

Han sido muchos los que, al amparo de su gran e incuestionable victoria ideológica de los últimos años, se apuntaron a la realidad oportunista y, desde ella, montaron la plataforma del poder para comprar voluntades y enriquecerse. La influencia del poder ejercida en todas las épocas, etapas o legislaturas —y pocas veces controlada— es el cambio habitualmente utilizado para conseguir soluciones económicas que, en una política de libre mercado en la que el dinero es el objetivo, termina conquistando el poder.

Los   medios  de   comunicación,  desde   su  derecho  constitucional  de   libre  expresión, pretenden ser el notario diario de lo que ocurre y, con mejor o peor acierto, nos ponen cada día a consideración la corrupción y el escándalo del día, como si de un menú diario se tratase.

Influencias, prevaricación, cohecho, mordidas, maletines dinerarios en la financiación… todo un rosario de noticias que nos llegan fabricando la intranquilidad y cuestionándolo todo. Confirmando ese clima incómodo de que la democracia debiera ser de otra manera.

El dinero es el objetivo por excelencia. Presumir desde el poder económico está llegando a ser, para casi todos, la única razón de existir. Conseguirlo al precio que sea, el objetivo más inmediato.

Así están las cosas. La compra de voluntades del siglo XXI es igual o parecida a las formas que siempre existieron. Solo faltaba el maletín como instrumento imprescindible de hoy. En él, el dinero necesario es el único testigo del sí de la comisión, de la recalificación, del puesto de trabajo… de tantas cosas.

La política, como ejercicio responsable que se ejercita para el logro del bien común, merece todos los respetos y todos los apoyos porque se necesita en democracia, ineludiblemente. Pero precisamente por la nobleza de su destino y la responsabilidad que entraña, la honradez debe ser su línea inexcusable de conducta.

El maletín y el político que lo utiliza son incompatibles con el ejercicio del poder. Debemos detectar a tantos como lo utilizan y prostituyen miserablemente nuestra convivencia, para descalificarlos hoy mejor que mañana. Los problemas económicos no están causados por el dinero, sino por los patrones mentales sobre él (E. P.).

Alguien con más calidad humana, con más seriedad, con más inteligencia, debe dedicarse al progreso y bienestar de todos nosotros, que se hace también con dinero, pero con dinero trabajado desde la honestidad día a día, lejos del engaño.

Antes unos, ahora estos y mañana los otros: solo descalificaciones personales y no soluciones. Esperamos que llegue el político de buen hacer, honesto… independientemente de su condición ideológica.

Creo en la política porque es necesaria y fundamental para organizar y dirigir la vida en sociedad, pero hay que dar con el mejor “frutero” y sus mejores “manzanas”. Seguro lo hay.

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