junio 01, 2024

Antonio Fernández Álvarez (escribidor de sueños)

 



Charlas con 
Don Juan Valera



Don Juan Valera, el más prolífico epistológrafo

-Buenos días Don Juan y felicidades por su onomástica.

-Buenos días joven y gracias por acordarse.

-Don Juan, no ha sido ningún mérito mío acordarme, la Delegación de Cultura del Excmo. Ayuntamiento de Cabra, me ha enviado por email los actos que este mes con motivo del día de San Juan como homenaje por su onomástica le harán, además de la ofrenda floral, como ya viene siendo habitual también se celebrará la entrega del premio literario creado en su honor. ¡Si cuando le digo que con usted no hay mes que no haya algo que celebrar convendrá conmigo que tengo razón!

-Joven, sabías que la primera edición de este premio se otorgó por primera vez en el año 1932, al escritor de Jaén don Luis González López, por su trabajo “Las mujeres de don Juan Valera”.

-Sí, don Juan, he leído que el día 20 de diciembre de 1931, en el domicilio del Centro Filarmónico se reunieron un centenar de amigos convocados por la Sección de Literatura del mismo, con la finalidad de rendir culto a su figura. Y crearon una agrupación llamada, “Amigos de don Juan Valera”. Y es a propuesta de esta Agrupación que fue instituido por el ilustrísimo Ayuntamiento de Cabra en el año 1932 el premio que lleva su nombre. Y desde entonces ininterrumpidamente se viene celebrando, ofreciéndole en este parque y ante su monumento un cálido homenaje, con un acto literario, consistente en la lectura de un capítulo de trabajo galardonado con el premio que lleva su nombre, con la intervención de la Banda de Música del Centro Filarmónico y terminando con la ofrenda floral antes su monumento. Pero esto ya lo sabe usted

-¿Dígame joven quienes promovieron esta agrupación?

-Don Juan, fueron los señores: Don Francisco Moral León, don Ángel Cruz Rueda, don Jaime Gálvez, Don Rafael Navarro, don Enrique Cabello Vannereau, don Alfonso Santiago Contreras, don Miguel Pérez del Mármol, Don Manuel Megías Rueda y don Juan Soca, los que prepararon un proyecto de estatutos de la sociedad que se leyeron y fueron aprobados el día 7 de enero de 1952 y se nombró la Junta Directiva integrada por los dichos señores, bajo la presidencia de don Ángel Cruz Rueda.

-¿Joven que reglamentos rigen la sociedad?

- “Los Amigos de Valera” no tienen reglamento. La devoción a usted les une en estrecha camaradería. De allí no ha surgido jamás, una diferencia, una brizna de enojo.

¡Ay joven! Estoy gratamente sorprendido y agradecido por como me ha alegrado esta mañana festiva por mi onomástica.

-Don Juan, si me permite pasemos a otro tema, como ya le dije en mi anterior charla, había leído algunas de sus novelas, pero ciertamente no he leído nada de su epistolario, el cual un conocido mío, me ha comentado que para él tiene más interés que sus novelas. Así pues, me he puesto manos a la obra buscando información sobre sus cartas, y me encuentro que está usted considerado como el primer epistológrafo español, el más prolífico, el más informativo y el más ameno.

-Joven, durante toda mi vida escribí varias cartas a la semana, a mi familia y a mis amigos, yo hacía un esfuerzo para que fueran divertidas e instructivas. Creo que hemos hablado algo de las cartas como las que escribí en mi estancia cuando estaba en una misión diplomática en Rusia como secretario del flamante conde de Osuna y que publicó el periódico La España.

-Ciertamente, pero he leído que no fue hasta después de su muerte en 1905 cuando empezaron a aparecer los epistolarios. Su hija Carmen, con la ayuda de su esposo Francisco Serrat, empezó a preparar una edición de sus Obras completas que la Editorial Alemana publicó. El primero de estos volúmenes se fecha en noviembre de 1905 y el último en mayo de 1935; está ordenada esta recopilación por materias, en un total de trece sobre las cuales escribió usted: Discursos académicos, Novelas, Cuentos, Teatro, Poesía. Crítica literaria, Estudios críticos sobre filosofía y religión, Estudios críticos sobre historia y política, Cartas americanas, Miscelánea, Correspondencia, Discursos políticos y traducción de una obra histórica del conde de Schack. 

-Efectivamente joven. Hay mucha variedad en la correspondencia, dependiendo de a quién escribía. Algunas cartas, naturalmente, son más interesantes que otras. Las primeras cartas existentes son las que escribí entre 1847 y 1851 a mi familia.

-Así es, no se ha hallado ninguna correspondencia anterior. Por cierto, sus biógrafos, afirman que casi todas sus cartas transmiten información sobre qué tipo de persona era usted y que además arrojan luz sobre su carrera literaria.

-Joven, ocurre que realmente mi vocación era la escritura y a ella me hubiese gustado dedicarme por entero, pero cuando tienes una esposa, tres hijos, más los gastos personales, verdaderamente es imposible.

-Vaya, don Juan nada nuevo, es obvio que en todos los tiempos ocurre lo mismo cuando el dinero no alcanza para vivir, hasta los sueños se hacen más imposibles.

-Joven, yo solía decir que lo que más me fastidiaba es la “sindineritis” que me acompañó desde mi nacimiento hasta mi muerte. El ser pobre es la mayor joroba que hay en el mundo y esa joroba la llevaba yo a cuestas desde que nací, y en vano hice por quitármela de encima. Pensé que la escritura podía ser un paliativo, y además un paliativo que a mí me satisfacía. A veces, mi necesidad de escribir obras vendibles me llevaba a desear alejarme del mundo y retirarme a mi patria chica, Cabra.

En una carta a Menéndez Pelayo le referí: Si yo no estuviese casado y con tres meninos, aseguro a usted que hace un año que habría yo dejado de ser ministro en Lisboa y estaría en Madrid, en París o en Cabra haciendo la vida gitanoliteraria para la que he nacido; pero el hombre propone y Dios dispone.

En otras dos ocasiones escribí en unas cartas: Deseo, para escribir algo serio, aprovechar los últimos años de mi vida, y casi estoy decidido a retirarme con muchos libros a Cabra. Mi propósito es pasar más tiempo en Cabra que en Madrid. ¿Cuándo engendraré yo otra Pepita Jiménez? El prurito de meterme en Cabra a vivir acude ahora a mi ánimo, con mayor persistencia que nunca. Ganas tengo de enviar allí mis libros y de retirarme a vivir allí. Allí quizás tendría yo sosiego y escribiría algo de provecho.

-Don Juan, esto deberían leerlo aquellos que dicen que usted no quería a Cabra, a mí me consta que es todo lo contrario y además me da la sensación de que usted sentía nostalgia por su paisaje natal.

-¡Ay joven!, ya hemos hablado algo de ello, y como le dije a veces quienes no tienen nada mejor que decir de alguien, solo dicen aquello que les interesa para hacerse notar y así parecer que saben de lo que hablan, porque en verdad, la ignorancia es muy atrevida.

-Don Juan, he deducido de su conversación de hoy que hubo un periodo en su vida lleno de vacilaciones y de incertidumbre profesional, como si no supiera si quería perseverar en la vida política o si quería dedicarse a la escritura.

-Joven, mi vocación era la escritura, pero quizás yo también me hubiera querido más como literato si hubiera tenido más fe en el valor de lo que escribía. La dificultad, por consiguiente, estaba en mí. No sé si dependía de que no estaba acostumbrado a escribir, porque el escribir se aprende con el uso.  ¡No lo olvide joven!

-Don Juan, la estrechez económica que vivió ¿pudo haberse paliado si la indiferencia del público para con sus obras hubiera sido diferente?

-Ciertamente mis obras se vendían. Lo dejaré en que la mala voluntad de los lectores, poco amigos de leer cosas serias, no hizo que llegara al éxito de mi “amigo” Benito Pérez Galdós que si vivía holgadamente de sus obras.

-¿Benito Pérez Galdós y usted eran amigos?

-Fuimos amigos e incluso yo promoví la entrada de Galdós en la Real Academia Española, nuestra relación empezó bien pero terminó regular. Es verdad que yo era el jefe del grupo de escritores que nos oponíamos a la escuela realista que representaba Galdós. Más tarde, durante los años 80, con la introducción del naturalismo en España, Emilia Pardo Bazán había lanzado una serie de artículos sobre el naturalismo, creo recordar que se coleccionaron con el título de “La cuestión palpitante”. El conflicto volvió a entablarse porque verdaderamente reaccioné enérgicamente diciendo: «El realismo o naturalismo que hoy se estila es un horror.» Además, creía que hasta era un deber patriótico luchar contra esta maldición de origen francés. Por eso di a conocer que iba a escribir una serie de artículos refutando las ideas de Emilia Pardo Bazán (quien era —o muy pronto iba a ser— amiga íntima, pero muy íntima de don Benito).

-¿Don Juan, Benito Pérez Galdós también le consideraba a usted amigo a la vez que su rival literario?

-Es una pregunta que debería hacerle a él no a mí, aunque ciertamente lo que quedaba de nuestra amistad se rompió en el primer capítulo de Fortunata y Jacinta. Galdós relaciona el nombre del mujeriego, inmaduro y egoísta personaje Juanito Santa Cruz con mi nombre. Y aquí lo voy a dejar me aburre y considero baldía la conversación este punto.

-Perdone don Juan, no era mi voluntad importunarle ni mucho menos hostigarle y por supuesto con algo que su recuerdo le traiga pesadumbre.

-No joven, en cierto sentido le agradezco estas conversaciones que a grandes rasgos estamos manteniendo desglosando diversas etapas de mi indócil vida.

-Le agradezco don Juan su paciencia conmigo, le dejo, porque necesito escribir todo esto que me ha contado, con su permiso, y permítame que pase en otro momento.

-Cuando quiera joven. De aquí no me voy a mover, Jajaja.

CONTINUARÁ ………………..


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