-Buenos días don Juan, permítame
de nuevo conversar con usted. Hoy tengo que contarle dos cosas importantes
antes de nada, y como dicen en las películas, una mala y otra buena. La mala lo
más probable es que no sea ni cierta porque la verdad es que la buena hace caer
la mala por su propio peso.
-Haber déjese de rodeos joven,
¿qué tiene que decirme?
-Verá no doy pábulo a los
chismes, pero me cuentan que usted no quería estar en Cabra vamos que le
importaba un bledo su ciudad natal, pero claro, es que quienes me han contado
esto, con todos mis respetos yo he de poner en duda su comentario primero por
no darme ninguna argumentación y solo dejar caer y para mi apreciación con mala baba su manifestación.
-Le veo un indignado, no se
altere joven, a veces quienes no tienen nada mejor que decir de alguien, solo
dicen aquello que les interesa para hacerse notar y así parecer que saben de lo
que hablan.
-Excelente reflexión don Juan, la
buena de las cosas que quería contarle es que seguramente no saben que con su
inestimable apoyo, su amigo de usted don Miguel Gutiérrez Jiménez junto con don
Luis Herrera Robles fundaron en Cabra una academia cultural muy activa que se
denominó el Lekanackub. Además de su apoyo usted fue un fuerte entusiasta de
misma e incluso su amigo Menéndez Pelayo. Algo que demuestra su interés al
menos por la cultura de Cabra.
-Ciertamente joven. Lekanaklub,
fue algo así como un Centro de Bellas Artes, imitando a la Academia Española,
cada socio tenía su sillón y su letra. Su nombre un tanto original como has
comprobado. Y como bien dices yo fui un fuerte entusiasta de la misma ya que
sin duda esta academia cultural era demostradora de la aficiones cultas de los
habitantes de nuestra ciudad.
-Don Juan además se olvidan
quizás porque ni tan siquiera le hayan leído que usted tenía que ser
necesariamente un amante apasionado de su tierra, dado que puso la acción de
muchas de sus novelas en ella y hasta
Perikito, como cariñosamente usted llamaba a su secretario don Pedro de la Gala
era egabrense.
-¡Ay, Perikito! Me servía de
amanuense, lector y poco más o menos de lazarillo, con un cariño casi filial,
cuando ya por mi edad y privado de la vista no podía valerme por mí mismo. ¡Ay
PeriKito, que me mareo y me caigo! Sabe joven, esta frase me trae pesadumbre,
fue la última que pronuncié antes de desplomarme en los brazos de mi fiel
secretario que los abrió para sujetarme, cuando al incorporarme para asearme y
almorzar me sentí indispuesto. Eso fue el domingo día 10 de abril de 1905. Y
como sabrá todo esfuerzo de los médicos fue inútil ya que el día 18, dando la
primera campanada de las 12 de noche, dejé ese mundo.
-Perdone don Juan no pretendía
causarle aflicción.
-No se preocupe joven, de todos
modos este mes siempre los recuerdos me traen añoranza, son ya ciento
diecinueve años que dejé el mundo de los vivos y aquí estaré por la eternidad.
-Cierto este mes evocamos su
fallecimiento, aunque lo que realmente es notorio que este año celebramos su
doscientos años desde su nacimiento. Estudiándolo como literato decía de usted
su amigo Menéndez y Pelayo en su obra Historia de los heterodoxos españoles:
“No quiero ni debo poner en la sospechosa compañía de los
representantes de la literatura
heterodoxa a mi dulce Valera, el más
culto, el más helénico, el más regocijado, y delicioso de nuestros prosistas
amenos, y el más clásico, o más bien el único verdaderamente clásico de
nuestros poetas. La alegría franca y serena y el plácido contentamiento de la
vida, nadie lo ha expresado en castellano con tanta audacia y al mismo tiempo
con tanta suavidad y gracia ateniense como Valera”.
-Joven, ahora me ha producido
cierto deleite al rememorarme las palabas de mi apreciado amigo Marcelino
Menéndez Pelayo. Además de traerme a la memoria su recuerdo. ¿Sabe joven que él
fue propuesto al Premio Nobel de Literatura?
-Sí, don Juan y también que al
igual que usted fue considerado el hombre más culto de su época y también
coincidiendo en ello con usted poseía una extraordinaria memoria y una insólita
capacidad de trabajo. También fue miembro de la Real Academia Española,
director de la Biblioteca Nacional y dirigió la Academia de la Historia. Un
hombre fascinante por su labor erudita.
-¡Ay joven cuantos recuerdos me
ha traído hoy! Mis mejores amigos literatos con los que tanto había compartido
poco a poco iban falleciendo a principios del siglo XX. Yo no habría de pasar
ese 18 de abril de 1905.
-Don Juan siento de veras haberle
causado hoy disgusto, quisiera compensarle esta contrariedad contándole lo que
dijeron de usted tras su muerte, fue tan llorada su pérdida que los edificios
de las Academias, Centros artísticos literarios y algunos otros, ostentaron colgaduras
negras en señal de luto. Sobre su féretro quince coronas y toda la prensa
española dedicó extensas columnas a ensalzar su memoria. He aquí dos
pinceladas:
La Correspondencia de España, 12 de abril de 1905: “No hay que
decir la impresión tristísima que la noticia ha causado en Madrid. Con Valera
se va la personalidad más saliente, más grande, más notable, más hermosa de la
España contemporánea. Baste decir que con él pierde la patria el literato más
insigne, el crítico más culto, el filósofo más sutil, el escritor más correcto,
el novelista más exquisito y el único poeta clásico que nos quedada”.
El Imparcial del 19 de abril, dedicó sus cuatro primeras columnas a
ensalzarle y haciendo una ligera biografía de usted, destacaré estos párrafos que le dedicaron:
“La pluma que escribió Pepita Jiménez se
ha roto. Las páginas de clásica pureza, en que el idioma patrio resplandecía en
todo su esplendor, quedan interrumpidas Dios sabe por cuánto tiempo. El alto,
el honorable estadal del maestro, se ve vacío……Nadie le ocupará durante largos
años, si alguien alguna vez la ocupa
………………………………………………………………………………………………………….......
Y también poetas, le elogiaron
con sus poemas llorando su muerte. Déjeme como muestra que le recite éste de
nuestro ilustre paisano Pedro Iglesias Caballero.
El pueblo
de don Juan Valera)
(A don Juan)
En la noche clara llore Cabra entera
por el que en su verde huerto floreció:
lloren los rosales por don Juan Valera;
lloren las mujeres... ¡El también lloró!
Con sus temblorosos bronces milenarios,
por don Juan Valera, todo corazón,
doblen las campanas en los campanarios
de Santo Domingo y de la Asunción.
Por la vieja alondra que aún levanta el vuelo
de sus níveas alas sobre la ciudad,
con su voz de oro v de terciopelo,
doble la campana de la Soledad.
Por la alondra muerta, rauda y triunfadora,
que cruzó los mares, de la gloria en pos;
porque ya no canta, porque, ya no llora,
doblen las campanas de San Juan de Dios.
Con su voz rotunda de forjado hierro,
por don Juan, tan fino, tan meridional,
doblen las campanas de San Juan del Cerro
en la cordobesa noche de cristal.
Y en el blanco Asilo, y en las Agustinas,
en las dulces horas del atardecer,
doblen las campanas claras y argentinas,
¡únicas que tienen alma de mujer...!
Llore todo aquello que don Juan quisiera
en los frescos huertos, bajo el claro sol:
llore la espinaca, y la
esparraguera,
y el rizado cardo, y la
verde col.
En la roja llama de los limoneros
llore el transparente raso del limón;
lloren los perales, y en los durazneros,
la pelusa rubia del melocotón.
Lloren las doradas hojas del manzano
y la fina caña del cañaveral,
y el clavel ardiente que el amor humano
pone en la encendida noche sensual.
Lloren las mazorcas áureas y sedeñas;
la tostada hogaza llore en el mantel,
y en el salmorejo, y en las cachorreñas,
y entre las rosquillas de canela y miel...
Y tú, mujer fuerte, generosa y buena,
pues por ti he llorado y por ti sufrí,
en la noche clara, bíblica morena,
con tus ojos negros llora tú por mí.
Por el buen maestro que hacia el camposanto
se marchó una tarde para no tornar,
en mis noches tristes he llorado tanto,
¡que ya están mis ojos secos de llorar!
Don Juan, ante de marcharme no puedo por menos que
expresarle lo que yo hubiese dicho:
A
don Juan Valera
Ha muerto don Juan
de plañideras van:
Pepita Jiménez
Juanita la Larga
y Doña Luz,
tras el féretro de don Juan,
le conducirán a su última morada.
Genio y figura hasta su sepultura
¿Quién retomará su pluma?
-Calle joven, déjelo ya. Aunque
he significarle que este mes de abril no se me va a olvidar, que aunque no haya
sido una fecha especial me ha alegrado saber que se ha acordado del aniversario
de mi deceso.
-Está bien don Juan aquí le voy a dejar. Usted aquí tiene tiempo de esperarme,
permítame que pase en otro momento. Pero déjeme que deje esta vela blanca
encendida junto al pedestal de su busto,
como señal de recuerdo y tradición popular.
-Como quiera, joven. Y pase
cuando quiera, no me voy a mover de aquí. Jajaja
Tumba de don Juan Valera en el
Cementerio de Cabra (Córdoba)
CONTINUARÁ ……………………