ZAPATERO, ¿Un oficio
en vías de extinción?
En los tiempos que corren, con crisis o sin ella, el desempeño de un oficio (aquella actividad laboral que requiere una especial habilidad manual o esfuerzo físico), como en todas las profesiones, si eres bueno, vales y tienes clientela. Se consigue sobrevivir a veces reciclándose o con amplitud de miras (venta directa de útiles en relación con el oficio) e incluso compaginando actividades en el mismo espacio o lugar de trabajo. Y es que hubo un tiempo en el que la ropa, el calzado, duraba desde la infancia hasta la pubertad y más aún si pasaba de los hermanos mayores a los pequeños. Era la cultura de la utilidad de las cosas, de que los objetos forman parte de nuestra vida y de que nuestras casas casi como si fueran uno más de la familia. Más tarde llegarían los tiempos de apogeo económico y con ellos el gusto por lo efímero. Tirar lo viejo y comprar lo nuevo.
De esto saben mucho los zapateros, aquellos artesanos del remiendo y la restauración de nuestro calzado. El zapatero “de cabecera”, llegaba a conocer nuestras travesuras por el estado en que se encontraba el zapato que le llevábamos para su reparación. Nos decía si corríamos, jugábamos al fútbol o nos gustaba subirnos a los árboles. De igual forma podía advertir sobre alguna posible deformidad en los pies o mal hábito en nuestro andar. Visitar el taller del zapatero (además, pozo de confidencias) formaba parte de nuestras vidas como acudir al colegio o al médico.Hoy este oficio, ¿se muere? Pudiera entenderse significativamente que la gente mayor con otro sentido de la economía familiar es la que todavía lleva los zapatos gastados a reparar o echar tapas o tacones. Aunque esto no es así del todo ni en lo de la gente mayor ni en que sea exclusivamente todo por razones económicas
Antonio Muñoz Manchado, zapatero de la barriada Ntra. Sra. de la Sierra, que tiene su taller en la casa número 61 de la calle San Francisco, donde antes y durante muchos años estuviera su padre Rafael Muñoz Priego desempeñando el mismo oficio, nos ofrece su opinión, desde sus más de treinta años de profesión.
J: ¿Crees Antonio que este oficio tuyo, tan popular, tiene los días contados?
Antonio, no con pesimismo sino con una muy asentada visión de la realidad, cree que puede que así sea. Pero matiza su respuesta opinando que ahora su profesión es en cierto modo distinta. Distinta por los materiales. Hoy día el calzado que repara, mayormente de importación (léase, adquiridos en bazares de todo a cien y similares), es de muy mala calidad. No está compuesto de los clásicos materiales, piel, cuero, madera, goma. Predominan los materiales a base de plásticos sintéticos, derivados del petróleo e incluso conglomerados de papel. Cierto que restaura algún calzado de calidad pero, y ésta es otra distinción, ocurre que reparar un calzado determinado sea o no de calidad, te puede ocupar el mismo tiempo y trabajo, por lo que el precio sería similar. Así, que el cliente que lleva unas zapatillas que le costaron si acaso unos 10 o 12 Euros casi se resiste a abonar los 8 o 10 de su reparación.
J: En el transcurso de mi visita al taller de Antonio, en esta calurosa tarde de julio ha recibido durante las aproximadamente dos horas de estancia, seis clientes en demanda de reparación de sandalias, zapatillas y algún zapato de vestir. Le pregunto ¿Es ésta la tónica habitual? ¿Hay últimamente más demanda de reparación de calzado por la crisis?
J: Entonces la labor de un zapatero hace 50 años era muy distinta a la de ahora, ¿no es así?
Así es, confirma Antonio Muñoz. Me cuenta que hoy todo es restauración o remiendo pero entonces, su padre, por ejemplo, hacía botas de campo o de vestir, o sandalias, lo cual hoy no se hace. Su padre Rafael Muñoz aprendió el oficio como otros más en el taller que Elías Mellado regentaba en la calle Doña Leonor. Tras su aprendizaje, habiendo obteniendo una de las casas de Gargallo en la barriada, montó una zapatería que habría de ser la primera. Posteriormente algunas personas desempeñaron este oficio durante determinado tiempo en otros puntos del barrio. En la actualidad es la suya la única, contando pues con más de 50 años de servicio.
Rafael Muñoz Priego hacía botas partiendo de un corte de piel de becerro o ternera que compraba y sobre la correspondiente horma de madera montaba la bota en su totalidad, poniéndole la suela bien de goma “de avión” para la botas de campo o bien con material si era de vestir. El montaje se desarrollaba cosiendo todas las piezas utilizando determinadas herramientas como distintos tipos de leznas (instrumento que se compone de un hierrecillo con punta y mango de madera) que solían fabricar ellos mismos con varillas de sombrilla. También se dedicaba a hacer las típicas sandalias de tiras, igualmente montadas de forma artesanal y calzado para pies con deformaciones o malformaciones. Y por supuesto también restauraba el calzado estropeado. En las más de las veces aquella reparación consistía en la aplicación de determinados remiendos con los que cubrir las rajas o agujeros que presentaba el zapato. Es por ello que muy frecuentemente, tres o cuatro décadas atrás, este oficio que hoy nos ocupa era conocido como el de zapatero remendón. Hoy día estos talleres como el de Antonio Muñoz son locales de reparación de calzado. Allí él recibe al público sentado en la típica silla baja tras una mesa de trabajo surtida de útiles y herramientas y debidamente ataviado con el mandil de cuero protector cubriendo las zonas del pecho y las piernas. Y allí llevamos nuestro zapato “averiado”, aquél que hace que se cumpla el refrán porque no hay nada como unos zapatos viejos, y si no, que se lo pregunten a nuestros pies.J: ¿Qué herramientas se utilizaban y cómo han evolucionado?
Todo oficio tiene unas herramientas básicas con las que poder desarrollar su trabajo. A lo largo del tiempo los utensilios y materiales para arreglar el calzado han ido evolucionando aunque se mantiene la esencia de los usados antiguamente. Otros en cambio ya casi no se usan puesto que las máquinas han sustituido en muchas ocasiones el trabajo manual como por ejemplo las ya citadas leznas cuya función era el cosido a mano de las costuras. Otras herramientas utilizadas son los martillos para clavar puntas, los alicates, las tijeras, las tenazas, el formón o escoplo, el escarificador, el clicker o cortador… Hoy se sirven de un recipiente contenedor para aplicar la cola con un pincel, antes se utilizaba directamente del envase de lata. Me muestra Antonio Muñoz una horma metálica para ensanchar el calzado así como una máquina de coser marca Singer. Ambos aparatos ya en desuso, cuentan más de 80 años y resultaban unas herramientas imprescindibles en el quehacer diario, de un zapatero como era su padre Rafael, de quien aprendió el oficio desde muy temprana edad.Quizá la herramienta más curiosa del zapatero manual y más que una herramienta, un elemento auxiliar para realizar su trabajo, es lo que podríamos denominar un pie de trabajo o yunque pero que tiene su propio nombre en función de la zona o país. Se trata de lo que Antonio Muñoz denomina una “necesaria”. Es básicamente un trípode de acero, que presenta diferentes formas, utilizado para el clavado o asentado del calzado y que los zapateros se ponían sobre sus muslos y así los veíamos encorvados reparando suelas. Es conocido también este elemento como “precisa” y también vulgarmente como “burro”. Hoy día coloca el elemento preciso (según el tamaño del calzado) sobre una barra a una adecuada altura para una posición más cómoda.
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