Biografía de
don Dionisio Alcalá-Galiano
Don Dionisio Alcalá-Galiano y Alcalá-GalianoSegunda parte
Se encontraron con una isla que
creyeron descubierta por antiguos navegantes y que no había sido incluida en
las cartas marinas, aunque se advirtió que variaba en posición y no parecía
sino una sola isla, pudieron considerar con derecho a asignarle nombre, dándole
el de Galiano en homenaje al teniente de navío D. Dionisio Alcalá-Galiano, que
con su talento y laboriosidad había llevado los trabajos de la expedición.
Cuatro meses aproximadamente
había durado el viaje, útil solamente para resolver un problema histórico y
geográfico; Solo a los españoles que llevaron a cabo esta exploración, y
principalmente a Galiano su jefe cabe la gloria de haber contribuido al
descubrimiento de esta parte, apenas conocida, de América del Norte.
Fue nombrado capitán de navío el
25 de enero de 1794
Regresó a Cádiz desde Veracruz y
la Habana a finales de 1794 como segundo comandante del navío San Isidro. Se
trasladó a la corte donde fue muy bien recibido por los Ministros del Rey,
especialmente por el de marina, sus viajes y trabajos astronómicos le había
hecho merecedor de un prestigio que trascendía de los límites de la corporación
a la que pertenecía. Por Real Cédula de 5 de diciembre de 1795 le fue concedido
el hábito de la orden de Alcántara.
Mandó sucesivamente el navío
Vencedor (nombrado en septiembre de 1796), y el San Fulgencio, al que armó para
incorporarlo a la escuadra de Mazarredo. Al mando de las fuerzas sutiles
concurrió a la defensa de Cádiz, atacada por los británicos, y con su navío
participó en la salida de la escuadra de Cádiz del 6 al 13 de febrero de 1798.
El 20 de diciembre del mismo año volvió a salir de Cádiz en unión del navío San
Idelfonso, burlando el bloqueo a que era sometida la plaza por la escuadra del
Lod Jervis, para conducir tropas, azogues, papel sellado y otros efectos a las
indias. Fondeó en Cartagena de Indias el 23 de enero de 1799 tras 28 días de
navegación. Una vez en tierra parte de la tropa y varios efectos, se dirigió a
Veracruz donde arribó el 7 de febrero siguiente. Desembarcados los azogues y el
resto de los soldados, dio la vela el 28 del siguiente mes con Galiano al mando
de una división compuesta por ambos navíos y las fragatas Esmeralda, Clara y
Medea cargados de caudales por valor de siete millones de pesos y frutos para
la Península. Haciendo la derrota que estimó mejor para evitar encuentros de
enemigos, llegó sin novedad a Santoña el 13 de mayo; volvió a salir con la
división, esta vez escoltando un convoy de 67 velas, y lo llevó a Ferrol, donde
fondeó el 10 de julio y trasbordó al navío San Pedro de Alcántara para repetir
la expedición. En efecto, embarcó la plata en Veracruz y se trasladó con ella a
la Habana, siempre perseguido o acechado por los ingleses, todas estas
consideraciones expuso Galiano a la junta de jefes, coincidiendo estos con el
parecer del comandante en llevar prontamente los socorros que tanto necesita la
Patria, y quedó resuelta la salida. Aprovechando el error de los ingleses que
creyeron que nuestros buques llevarían el derrotero del canal de Panamá.
La misión de traer caudales era
considerada como una de las más importantes y lucimiento para un oficial de
marina, ya que había que burlar la vigilancia de la marina inglesa.
El 23 de mayo siguiente trasbordó
al navío Bahama destinado a la escuadra de Domingo de Nava, que salió de Cádiz
para el Mediterráneo, pero en lugar de dirigirse a Cartagena, la escuadra
fondeó en Argel; habiendo comunicado con tierra, Galiano recibió orden de ir
con su navío y la fragata Sabina a Túnez para arreglar ciertas desavenencias
con aquel gobierno; de paso corrigió la situación de la isla Galita, que estaba
equivocada en las cartas del Depósito Hidrográfico. Entró en Cartagena el 17 de
julio de 1802, para quedar agregado a la escuadra del Marqués del Socorro que
salió con su hijo, el célebre político Antonio Alcalá-Galiano que tenía 13
años, entonces cadete de Guardias para Nápoles con el encargo de traer a España
la princesa María Antonia; embarcada esta señora en el navío general y una
parte de la comitiva en el Bahama, aportaron a Barcelona el 30 de septiembre,
donde la corte de España estaba aguardando para la celebración de su matrimonio
con el Príncipe de Asturias y el de la infanta española doña Isabel con el
Príncipe heredero de las Dos Sicilias.
Con motivo de la boda de los
Príncipes se concedieron muchas mercedes y el 5 de octubre de 1802 fue nombrado
Brigadier.
Galiano, a su llegada a Nápoles,
tomó el mando de la fragata Soledad, con orden de trasladarse a los mares de
Grecia y Turquía. En virtud de Real Orden de 10 de octubre de 1802, para una
excursión científica hacia levante y mediodía del Mediterráneo Oriental; de
cuyos parajes no había entonces en Europa, más que una mala carta británica con
errores capitales, hasta en las latitudes de las islas y escollos que la
forman. Entre ellos navegó en el mes de diciembre sin haber tenido una avería;
marcó y situó astronómicamente todas aquellas islas e islotes y continuó su
camino hasta Buyukderé y embocadura del Mar Negro. Revolviendo por la costa de
África hasta Túnez, desde donde se restituyó a Cartagena el 2 de octubre de
1803.
Después de visitar el golfo de
Lepanto emprendió el retorno costeando en Asia Menor y las Costas de África del
Norte situando islas y otros accidentes hidrográficos; terminó sus trabajos en
cabo Bru, entrando en Túnez para comprobar la marcha de los cronómetros. De
regreso a España formó la carta de aquellos parajes con suma maestría, viajando
al efecto a Madrid llamado por real orden.
En Cádiz tomó el mando del navío
Santa Ana, pero desembarcó el 3 de enero de 1804 para dedicarse a ordenar los
trabajos que acababa de realizar en el Mediterráneo.
Gravina le propuso desde París,
el 8 de diciembre de 1804, para comandante de navío en una de las escuadras que
se preveía armar con motivo de la guerra inminente contra la Gran Bretaña.
Creyó Galiano, como militar
pudoroso que su deber le llamaba a servir a su patria con las armas como lo
había servido en sus actividades científicas y dirigió una carta al Príncipe de
la Paz proponiéndole sus servicios a favor de la nación.
A propuesta del teniente general
José María de Álava, el 1 de julio tomaba el mando del Bahama, que a finales de
este mes se encontraba listo en bahía, pero con escasa dotación falta de
adiestramiento. El 20 de agosto fue agregado a la escuadra del general Federico
Gravina cuando arribó a Cádiz. Por orden de Gravina el 27 de agosto se hizo
cargo de la división española integrada por los navíos Bahama, San Leandro,
Monarca, San Francisco de Asís y Montañés que se situó en la boca del puerto
lista para salir al mar junto con otra francesa.
Sostenía Galiano que era probable
que si Nelson intentaba forzar el puerto saliese vencido, pero que, si la
escuadra salía en busca de los ingleses, había poca esperanza de alcanzar la
victoria.
Se convocó un consejo de guerra
el 8 de octubre celebrado a bordo del buque insignia francés Bucentaure,
presidido por el almirante francés y al que asistieron los jefes de ambas
escuadras, entre ellos Galiano, Los españoles que se habían reunido
previamente, expuso el mayor General Escaño su oposición como respuesta a un
probable descalabro, dada la superioridad de los ingleses. Le contestó el
contralmirante francés Magón, que se expresó con tanto acaloramiento que
motivaron una enérgica contestación de Galiano, llegando a punto de temerse un
duelo entre ambos.
Propuso prudentemente Gravina que
se votase sin más discusión y el resultado fue la declaración explícita de las
condiciones desfavorables en que vería obligada a luchar la escuadra en caso de
salida del puerto, por los que se decidió suspender la salida a la mar.
Sin embargo, Villeneuve participó
a Gravina su intención de salir al día siguiente y éste contestó que la
escuadra española estaba lista.
El día 19 de octubre empezó a
salir la escuadra compuesta de siete navíos y cinco fragatas francesas y el
navío Bahama que comandaba Alcalá-Galiano.
En la mañana del 21 quedó en
línea de retaguardia y a la vista del enemigo Galiano redactó testamento de
puño y letra con gran sangre fría y en estos términos: “Estando para entrar en
combate declaro que dejo por mi albacea, tutora y curadora de mis hijos a mi
mujer la señora doña María Consolación de Villavicencio a puerta cerrada en mi
casa y según el poder general que le tenía otorgado en vida. Navío Bahama, al
SO de Cádiz, de 10 a 12 leguas, 21 de octubre de 1805. Dionisio Galiano”.
La línea de batalla estaba
constituida por la vanguardia de siete navíos; el centro de otros siete navíos;
y la retaguardia de otros siete, existía además la escuadra de observación
formada por dos divisiones de seis navíos cada una. La inglesa constaba de
treinta y tres buques, divididos en dos columnas.
Pertenecía el Bahama a la segunda
división de la escuadra de observación y en la mañana del 21 quedó en la línea
de retaguardia. Galiano juzgaba desacertada la salida y recibió con sorpresa la
orden de darse a la vela; pero consciente del terrible golpe que iba a recibir
la Marina Española, hombre de disciplina y valor extraordinarios ocupó el
puesto que se le asignó y esperó sereno el momento de perecer gloriosamente.
Al aproximarse al enemigo se
dirigió a la tripulación que lo veneraba y, mirando la bandera española dijo:
“Señores, estén ustedes todos en la inteligencia de que esa bandera está
clavada y volviéndose a su pariente el guardiamarina D. Alonso Butrón, que estaba
junto a la bandera dijo: “Cuida de no arriarla, aunque te lo manden, porque
ningún Galiano se rinde y ningún Butrón debe hacerlo”.
Ya durante el combate de
Trafalgar, “el Bahama fue combatido por dos, luego por tres navíos enemigos; su
comandante recibió una contusión en una pierna que le dobló el sable, y fue
malherido en la cara de un astillazo sin abandonar su puesto por esta causa.
Situóse por la aleta del Bahama otro navío inglés (el Colossus) que le batía
con gran ventaja. Un balazo arrebató el anteojo de Galiano, y mientras cubierto
de sangre alentaba a los que le rodeaban, otro por fin le llevó la parte
superior de la cabeza y le dejó muerto en el sitio. Su cadáver fue recogido al
instante y se procuró encubrir la desgracia a la tripulación que no estaba en
las inmediaciones”.
Hoy, Dionisio Alcalá-Galiano,
aquel hombre ilustre, íntegro y fiel servidor a la Marina y a su patria España,
es merecidamente reconocido no sólo por su valerosa forma de morir, lo cual le
dio la gloria, sino también por su gloriosa carrera de marino, astrónomo y
cartógrafo, matemático y navegante que de joven había viajado con Malaspina y
que por orden del rey Carlos IV fue uno de los primeros europeos que exploró y
cartografió el Noroeste del Pacífico.
La batalla de Trafalgar costó a
España 1223 vidas y dejó 1383 heridos y la pérdida de hombres ilustres como:
Gravina, Alcalá-Galiano, Churruca, Alcedo, Moyua, Castaños… Sin embargo, los
marinos de Trafalgar aun siendo vencidos dejaron tan alto la bandera histórica
de su honor, como la habían recibido de los épicos conquistadores del Nuevo
Mundo y los héroes de Lepanto y las Azores.
FIN
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