MILAGRO EN NAVIDAD
Aterida
de frío, empujando un herrumbroso carrito de compra que contenía todas sus
pertenencias, que no eran mas que una manta, una muda de ropa interior, una
pequeña almohada, un hornillo de gas pequeño de camping, un plato hondo de
latón bastante abollado, un cubierto (cuchara grande, cuchara pequeña, tenedor
y cuchillo pequeño de cocina), una cacerola tamaño medio con tapa color marrón
oscuro, dos o tres latas de comida preparada, una botella de agua y un par de
manzanas. Iba de un lado para otro de la larga calle esquivando a la multitud
de gente que pasaba a su lado y ni la miraban o si lo hacían eran con desprecio
por su aspecto. Aunque procuraba ir siembre aseada, llevaba 15 años viviendo en
la calle había envejecido más rápidamente que en condiciones normales. Desde
que comenzara a llover en septiembre hasta ahora, no había parado la humedad le
calaba los huesos, lo que la obligaba a ponerse toda la ropa que tenía, aunque
tampoco era mucha una camisa de manga larga, un jersey de cuello, dos chaquetas
una de tela y otra de pana, dos pantalones de pana y un abrigo largo como de
dos o tres tallas superior a la de ella. También dos pares de guantes de lana,
dos pares de calcetines negros y unas botas con cordones y suela de goma como
la que llevan los militares.
La gente que pasaba a su lado, unos
cantaban villancicos, otros bromeaban, otros hacían planes para estos días de
vacaciones que
Así pues; iba cavilando intentando recodar algún sitio donde pudiera dirigirse, el parque ahora en invierno era muy húmedo, la abandonada estación de RENFE era un sitio muy peligroso pues solo había prostitutas y drogadictos, ya había tenido un encontronazo con una pandilla de ellos que la intentaron rociar gasolina y meterle fuego, a Dios gracias tenía un sueño ligero y pudo salir corriendo antes que los vándalos siquiera hiciesen por cogerla. Allí se quedaron y quemaron las pertenencias que tenía, y que en su precipitada huida no puedo recoger.
La soledad y la tristeza de ella era desapercibida, apagada quizás, las luces multicolores del alumbrado de Navidad, tanto de la calle como de los escaparates de las tiendas cada cual más llamativo con el objeto de cumplir su cometido que la gente acudiese atraída por el mismo a realizar sus compras, hacía que ella solo pareciese una sombra proyectada por las luces, con el revez de mano disimuladamente secaba las lágrimas que corrían por sus mejillas, estas fiestas una vez más la sumían una gran tristeza.
Al pasar junto al Nacimiento que el
Ayuntamiento había instalado se detuvo, como recogiéndose interiormente se
presinó y rezó un Padrenuestro y un Avemaría, hizo un guiño de complicidad a
Reparó entonces que junto al pesebre
habían construido un albergue, en el cual se hallaba una figura de pastor casi
de tamaño natural con objeto de protegerla del temporal, pensó que podría pasar
la noche allí casi oculta detrás de la figura. Sólo tendría que esperar más
tarde cuando la calle estuviera casi desierta y procurar que nadie la viese
entrar.
Se sintió aliviada podría pasar allí la
noche, Nochebuena, junto al portalico,
Hacía un rato que no pasaba nadie, ahora debo intentarlo pensó, así lo hizo y arropándose con la manta se tumbó el suelo que estaba cubierto de pajas. Tras la figura del pastor que apenas era visible, rápidamente se quedó dormida. No podría precisar cuanto tiempo pasó, pero se despertó sobresaltada cuando oyó las voces que indudablemente iban dirigidas a ella; -“¿quien hay ahí?, ¡salga inmediatamente!. Le costó esfuerzo levantarse del suelo la paja, el que no le cállese el rocío, la manta, todo habría influido y sentía sus huesos calientitos, no tenía frío. Vio que eran dos policías los que estaban frente al Portal y tímidamente les saludó; -buenas noches dijo-. Cuando estuvo junto a ellos intentó explicarse, pero uno de ellos la zarandeó y cogiéndola de un brazo le dijo bruscamente “hoy vas a dormir en el calabozo”, el otro reprendió el comportamiento de su compañero y dijo: -Juan vale, deja que se explique.
-No
hay nada que explicar David,- dijo Juan no ves ese carrito, ésta es una
vagabunda que se ha creído que esto es un hotel. -Por favor Juan no te burles
de ella. David estaba conmovido, la señora que veía desvalida le había
recordado a su madre que hacía dos meses que había fallecido, y sintió el deseo
de ayudarla si se lo permitía. -¿Cómo se llama señora? preguntó. Casi susurrando contestó, -me llamo
Elena.- Mire si le parece dentro de cinco minutos acabo el servicio acompáñeme
a Comisaría y después vendrá si quiere a mi casa con mi mujer y mi hija a pasar
esta noche, dispongo de una habitación de invitados, mañana ya veremos. ¿Estás
loco David? -dijo Juan, vas a meter a una desconocida en tu casa esta
Nochebuena. David miró a Juan casi con compasión y pensó que no valía la pena
contestarle.
A Elena las lágrimas le corrían por las
mejillas, interiormente se sentía feliz y en su cabeza el villancico que
tarareó antes repetía así: “Nochebuena de amor, de esperanza e ilusión,
Nochebuena junto al portalico,
A tan solo 400 metros se encontraba la casa de David, así que rápidamente se encontraron en el portal de la casa. Abrió la puerta y llamó a su mujer e hija, (Laura, Alejandra), la pequeña Alejandra corrió a abrazar a su papá que agachado la esperaba con los brazos abiertos, incorporándose con su hija en brazos besó a su esposa e inmediatamente presentó a Elena. -¿Qué te parece que cene con nosotros y pase esta noche aquí? ¡no tiene donde pasar la noche!. Muy bien, nos gustará compartir nuestra cena con Vd.
Durante la cena Elena se sintió querida, respetada, amada, la verdad que eran encantadores sus anfitriones y la pequeña había salido a los dos. Cuando sintió deseos de retirarse a descansar ambos la acompañaron a su habitación donde le mostraron ropa que podía usar y el baño contiguo para sus necesidades y aseo, deseándole buenas noches la dejaron en la habitación cerrando la puerta tras ellos.
A la mañana siguiente se despertó, al principio estaba confusa creía que todo había sido un sueño, pero cuando pudo comprobar que estaba acostada en una cama, que lo que veía era una habitación gustosamente decorada, se sobresaltó y dio gracias a Dios por lo bueno que le había sucedido. Pasó al baño donde se duchó. Y se vistió.
Salió de la habitación, en el pasillo la pequeña Alejandra se acercó y cogiéndola de la mano la llevó al comedor. Ya en el comedor la pequeña se dispuso a tocar el piano, la niña quería que la oyese tocar un villancico que había aprendido en su clase de piano. Cuando empezaron a sonar los primeros compases Elena no pudo evitar llevar sus manos al teclado y junto a la niña tocar la pieza que no era otra que el popular villancico “Campanas de Belén”. Desde la cocina los padres oían que el piano sonaba celestialmente, no podía ser la pequeña Alejandra, además ésta se había quedado boquiabierta y había dejado de tocar cuando Elena posó de una manera maravillosa las manos al teclado y empezó a sonar el villancico.
Elena contó que había sido una gran pianista en otro tiempo cuando vivía con su esposo que era músico, pero la repentina muerte de éste la había sumido en una gran depresión y la había arrastrado a la ruina y la miseria en la cual se encontraba. David le propuso: tú enseñas a mi hija a tocar el piano y aquí tienes un techo y comida, además seguro que tendrás más alumnas y por supuesto, nosotros te querremos como a la madre que echamos de menos y para la pequeña serás como la abuela que recuerda.
De nuevo en el piano compuso para la
ocasión un villancico que sonó espléndido “Nochebuena junto al portalico,
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