Aunque no me veas existo
Hoy hace diez años de aquel
verano, en el que decidimos jugar a la ouija. Teníamos demasiada juventud y
bastante desconocimiento. Aunque sabíamos que no era un juego cualquiera, no
terminábamos de creernos las consecuencias de aquel juego. Después de tanto tiempo,
nos quedó claro todo.
Todo comenzó la noche de San
Juan. Teníamos entre dieciocho y veinte años. Hacíamos lo que cualquier joven
de nuestra edad; bebíamos, reíamos sin parar. Decidimos jugar a la ouija, pues
no estaban nuestros padres y no podrían controlarnos. Ninguno de nosotros
sabíamos el manual de instrucciones de la ouija y mucho menos creíamos en ella.
Lo único que sabíamos era lo poco que habíamos visto en las películas. Nos
movía la diversión y un poco el desconocimiento. Nos dispusimos a jugar y
comenzamos a invocar a los espíritus en tono jocoso. En ese momento el vaso
comenzó a moverse por el tablero. Al ver aquello nos entró una risa nerviosa
que hizo que pensáramos que alguno de nosotros estaba moviendo el vaso. El vaso
iba señalando una a una cada letra formando una frase.
- “Aunque no me veas existo”
La situación hizo que nos
animáramos más. Por un momento el vaso se paró y seguidamente volvió a señalar
otras letras… En ellas ponía…
- “SOY SATANÁS”
Mi amigo al escucharlo en tono de
burla contestó “y yo el ESPÍRITU SANTO”. Seguidamente le dio una patada al
tablero, cayendo el vaso y rompiéndose en mil pedazos.
Al año siguiente habiendo llegado
el verano dos de los amigos con los que jugué a la ouija murieron en un
accidente de motocicleta. Desde aquel momento, ninguno de los que nos
encontrábamos en aquel lugar aquel día volvimos a juntarnos para pasar el
verano. Siempre mantuvimos el contacto. El año pasado llamé a mi amigo Oscar,
su madre respondió a la llamada… Su voz tenía un tono triste y desolador. Le
pregunté qué pasaba y me dijo que Oscar había muerto en un accidente laboral el
día de San Juan. De pronto comencé a entender todo… Mis tres amigos habían
fallecido en un día señalado: el día de SAN JUAN… No me lo podía creer, pues el
día que decidimos desafiar
Hoy hace justamente diez años de
aquel verano. He quedado con mi amigo Toni para tomarnos algo, pues somos los
únicos que quedamos de la pandilla. Estuvimos recordando a nuestros amigos
entre risas y llantos. Habían muerto muy jóvenes… Le comenté a Toni sobre la
fecha en la que habían muerto y justo coincidía en el día en el que nos
encontrábamos. Tony le restó importancia.
Nos fuimos a casa, ya era tarde.
Yo me subí a la habitación, pero no podía conciliar el sueño. Bajé a beberme un
vaso de agua y cuando lo cogí un papel cayó sobre el suelo. En él ponía:
“Aunque no me veas existo” No me lo podía creer. De pronto comencé a escuchar
el llanto de una mujer, junto a un grito desesperado. De repente sonó el
teléfono… Era Tony muy angustiado. Comentaba que no encontraba a su mujer por
ningún lado. Yo intenté tranquilizarlo. Le dije que no se preocupara, que en
breve iría hacia su casa. Cuando me disponía a salir volví a escuchar los
llantos de aquella mujer… Al mirar al suelo, vi que había un charco de sangre.
En el suelo había pisadas y decidí seguirlas… Conducían hacia mí habitación. Al
abrir la puerta me encontré a la mujer de mi amigo colgada del techo. Tenía un
puñal clavado en el corazón. En ese momento salí despavorido. Me dirigí a casa
de Tony. La puerta se encontraba abierta. Allí estaba él, tirado en el suelo
del salón. Había fallecido. Sus ojos permanecían abiertos, parecía como si
hubiese visto al diablo. En su pecho había una inscripción que decía: “No
debisteis haberos reído”. En ese mismo instante caí desplomado al suelo. Al
despertar me encontraba en el hospital. Sé que el próximo San Juan SATANÁS
vendrá a por mí.
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