Una Navidad en las sombras
Diciembre, un mes en el que nada más pensar en él ya nos viene a la mente la palabra Navidad, y por consiguiente, en nuestra cabecita empiezan ha aparecer imágenes de calles decoradas con preciosas y brillantes luces, árboles de abeto artificiales e incluso en algunas casas hasta reales, reuniones con familiares y amigos, para comer y celebrar los últimos días del año. Y el momento que todos los pequeños y para los que no lo son ya tanto están esperando, los regalos bien empaquetados y envueltos con papel estampado.
¿A qué suena muy bonito, cálido y familiar? Pero, todo esto no surgió de la nada, y sorprendentemente, con un propósito totalmente distinto al que estamos acostumbrados. Y no, aquí no aparecen tres reyes mágicos montados en camellos o un señor regordete y simpaticón con mofletes colorados y vestido de rojo. Todo esto comienza con la oscuridad, cuando la noche comienza a vencer la luz del día y empezamos a notarnos más cansados y nuestro cuerpo nos pide bajar el ritmo. Porque sí, el solsticio de invierno ha llegado con el fin del año y junto a él los guardianes de los espíritus de la muerte para prepararse de nuevo para un renacer.
Exacto, hemos pasado del señor con sobrepeso que reparte regalos en un trineo dirigido por un reno llamado Rodolfo a espíritus de la muerte, ya no suena todo tan bonito, lo sé. Pero así es como comienza todo. Y este comienzo se llama Yule, la Navidad pagana de origen vikingo cuyo nombre fue reformulado de forma cristiana para convertir a los paganos.
Con este concepto mencionado nos salimos completamente de este ambiente consumista que nos lleva a veces esta Navidad actual, con una más acorde al ritmo de la naturaleza. Por eso, qué mejor que empezar hablando de uno de los símbolos más grandes de la Navidad occidental, el árbol de Navidad. Éste era un medio para dejar ofrendas a éstos espíritus naturales, así que en vez de estar lleno de bolas de colores, en él se podían encontrar comida, como manzanas, cestas con semillas o muñecos pequeños hechos con paja. Además, no se empezó a llevar al interior de las casas hasta el cristianismo donde ésta práctica se llevó a un ámbito más privado. Así que el abeto y el pino se utilizaron como lucha contra este momento más oscuro del año, se utilizaba el árbol perenne, que es un símbolo de renacimiento y perpetuidad de la vida. Es una promesa de que el ciclo se volverá a regenerar.
En esta lucha constante contra la oscuridad se busca la luz, ya que el solsticio de invierno ocurre en la noche más larga del año, con lo cual estos espíritus de la muerte vagan con más tranquilidad. Cómo remedio se buscaba iluminar la noche con luz y calor, para mantenerlos a raya. Así que podemos decir que nadie será atacado por las sombras oscuras por la Calle Larios de Málaga.
Bueno, dejemos de hablar de calles oscuras, porque aquí vienen los regalos. Efectivamente, en todas las épocas a la gente le gusta recibir algún detalle. Pero en estos, cuando los abrías no te ibas a encontrar una Barbie, un reloj o unas botas nuevas. Estos regalos estaban destinados para desear las intenciones para el nuevo año que tienes para la persona que los va a recibir. Como por ejemplo, si le deseabas abundancia, podías recibir una cajita con frutos secos. Así que ya sabes, si se te han agotado las ideas este año, siempre puedes regalar un saquito de castañas.
Creo que podríamos seguir con
más ejemplos y comparaciones, pero no quiero que esta lectura se te haga larga
como el invierno. Por lo tanto, para dar fin a ésta navidad de espíritus y
sombras, te dejo una ramita de muérdago. Una planta considerada mágica porque
se mantiene verde durante todo el año. La historia cuenta que una vez que éste
es cortado no puede tocar el suelo. Por eso, aparece colgado en los hogares
como símbolo de protección. Así que espero que te sirva para pasar estas
navidades sin peligro, ya que como puedes ver Dickens no iba muy desencaminado
con un Cuento de Navidad
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