¿INCULTOS O IGNORANTES?
De igual modo que se arranca la mala hierba para permitir el libre crecimiento y fortaleza de las plantas que nos alimentarán, debemos arrancar poco a poco la mala hierba y la plaga de la incultura, o mejor dicho de la ignorancia.
Cultura la tenemos todos, más o menos desarrollada, más o menos localizada en un sector social. El verdadero inculto, o sea, el carente de cultura, es el muerto o el niño recién nacido, y aun así, son el reflejo de una cultura que les ha precedido.
Si tomamos como cultura a todo lo que representa una costumbre y un carácter, en definitiva una forma de vivir y entender la vida, seguro que coincidimos en que todos, a nuestra manera, poseemos una cultura. Claro está que la cultura a la que se refiere todo el mundo no es la que yo trato de referir ahora. Esa cultura, o mejor dicho, la cultura general, es la de los libros, la de los instintos, generalmente asociada a la literatura o las ciencias. Esa cultura a la que tanto nos acceden es la que nos haría ser menos ignorantes, no más cultos. La cultura que yo quiero destacar es la que surge del quehacer del pueblo.
Un señor muy mayor me decía que se consideraba inculto porque no sabía leer ni escribir. Sin embargo, conocía todas las plantas que existen en los alrededores del pueblo y sabía la utilidad de cada una, tanto para curación de enfermedades como para condimentar alimentos. Además había que escuchar como hablaba. Poseía una prosa rica en matices y de una gran profundidad espiritual. Para mí eso es toda una cultura y una lección de humanidad. Aquella era una cultura adquirida con la propia experiencia durante toda su vida.
Ahora bien,
podríamos decir que hay una cultura que irradiamos, que es la forma de
relacionarnos con los demás, y otra (que no siempre es coincidente), que
vivimos en nuestro interior. Yo quiero referirme, en esta ocasión, a la cultura de la convivencia, a esa parte
de nuestro hacer que afecta a los demás y que está plagada de malas hierbas y
agentes tóxicos.
Traspasando el aspecto humano de la relación ser a ser, llego al medio en que la sociedad es posible y saliendo del hábitat cotidiano (de la casa y la ciudad), quiero gritar nuestra incultura hacia la naturaleza. Nuestra ignorancia del medio ambiente.
El campo es nuestra segunda casa, y como no pagamos alquiler, como nadie nos riñe si ensuciamos, pues así está de maltratado.
Donde queda patente nuestra ignorancia (mala hierba de nuestra cultura) es en la suciedad de los arroyos y fuentes frecuentadas por familias de domingo, en la basura abandonada en lugares inadecuados, en la destrucción del ramaje de los árboles, en la incapacidad de limpiar lo que hemos ensuciado. Nadie tiene en su casa un estercolero, ni un vertedero de basuras. NO, las basuras las guardamos para ese sitio que tanto nos gusta pasar el domingo, para el fondo de ese manantial a flor de tierra, porque el agua limpia y clara debe ser una porquería si no contiene unas cuantas latas de refrescos, unos cuantos plásticos de todos tipos y colores etc. etc.
Hasta que nuestros parques públicos, nuestras fuentes de recreo, nuestras arboledas y lugares destinados al esparcimiento no estén como nuestra propia casa, seguiré diciendo que somos ignorantes y que la plaga de la dejadez corroe nuestra cultura. Elevemos el nivel de nuestra cultura, seamos menos ignorantes, ensanchemos nuestros horizontes, derribemos el muro de la ignorancia… pero antes adecentemos el local.
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