CUENTO-TEATRO
El agujero de la Sima
MARIO ----- Tito Rafa, cuéntame el relato ese que a mí me gusta tanto. El del agujero de la Sima que hay en Cabra.
TITO RAFA ----- Pero si después no llegas la final te duermes antes.
NARRADOR ----- Le dijo su tito Rafa a su sobrino Mario de tan solo cuatro años de edad y que siempre se dormía acurrucado en su falda y en el sillón preferido.
MARIO ----- ¡Que sí, tito que hoy no me duermo!
NARRADOR ----- Le insistía s sobrino Mario mientras los párpados se le cerraban y se le abrían varias veces.
TITO RAFA ----- ¡Está bien, te lo cuento! En tiempos muy lejanos convivían los cristianos, con los moros y los moros con los cristiano, más o menos respetándose las dos culturas.
NARRADOR ----- (Mientras el narrador narra se va montando la siguiente escena, el Cadí sentado en un sillón, en una sala con asientas en el suelo y dos servidores).
Cuenta la leyenda, que en la Villa de Cabra, vivía un Cadí (juez de causas civiles entre los musulmanes), muy avaricioso que todo su afán era tener tierras, y dinero, para eso se valía del gran poder que tenía en todas las administraciones públicas, teniendo aterrorizados tanto a moros como a cristianos. La manera para él hacerlo era muy fácil: a través de sus empleados que a su vez hacían de chivos expiatorios, denunciando a los que a ellos les interesaban, con el fin de privarlos de sus bienes, pasando de esta manera a manos del Cadí. Sucedió esto en un banquete.
CADÍ ----- (Sentado en el suelo entre cojines muy lujosos, en el salón de su palacete junto a un gran comerciante, tan corruto como él). Es para mí un gran honor hacer este banquete en tu nombre. (Entran varios servidores con jarras de vino y bandejas con comida y fruta, los servidores llenan las copas). Tengo dos negocios nuevos que ofrecerte, el primero han traído unas telas de seda y como sé que tú tienes muy buenos contactos no tendrás problemas para sacarle un buen rendimiento, no tengo que decirte que los dos tenemos que sacar beneficio del trato que se haga.
COMERCIANTE ----- Hasta ahora no tendrás queja de mis servicios y de las ganancias que obtienes de ellos. Según he oído tenías dos negocios, del primero hemos hablado, ya solo falta el segundo.
CADÍ ---- Como bien sabes, tengo una hija de tal hermosura que en todos los reinos no hay otra igual, tan pura como el agua que brota de los manantiales. Yo te la entrego en dote y de esta manera nuestras fortunas tendrían un poder inmenso.
NARRADOR ----- El Cadí ordena a los sirvientes que traigan a su hija y cuando está en presencia de los dos, enseguida queda prendado de la joven, de su hermosura y vestida con uno de sus mejores vestidos, por supuesto acepta el trato el comerciante. Pero con lo que no contaban los dos malvados, es con la reacción de la joven.
HIJA ----- Padre, sintiéndolo mucho no puedo aceptar a este hombre por esposo, me niego rotundamente.
CADÍ ----- ¡Tú harás lo que yo te ordene! (Con dulzura). Hija, este hombre ya sé que es mayor, pero con el tiempo aprenderás a convivir con él, tendrás hijos que serán mis nietos y nuestras fortunas crecerán para bien de todos. ¡Así que acéptalo!
HIJA ----- Padre me niego a ser la esposa de este hombre, ya tienes bastante fortuna con el dinero que tienes, yo te respeto padre, pero no me pidas, eso.
CADÍ ----- (Irritado) ¿Te vas a negar a casar con este hombre? ¡Yo te lo ordeno! O te casas con este hombre o sales de mi casa y dejas de ser mi hija.
HIJA ----- Pues rehúso a ser tu hija.
CADÍ ----- (En cólera, llama con dos palmadas a un criado. Éste entra). ¡Escribe! Desde hoy juro que no tengo hija, para mí como si no hubiera existido, será desterrada de mi casa y mis tierras de por vida. ¡Que así se haga!
NARRADOR ----- A la mañana siguiente un criado del Cadí, salió hacia las afueras de la villa sin ser visto, tras de él la hija del Cadí. Llevaba las manos atadas y como única vestimenta una túnica. Cuando habían andado un buen tramo del camino se paran; el lugar estaba muy solitario y con frondosos árboles, algo siniestro estaba el lugar, cuando.
HIJA ----- ¿Por qué te has parado? ¿Qué me vas hacer?
SIRVIENTE ----- (Con una venda en las manos). Voy a taparte los ojos para que no veas al lugar que vamos, pero si quieres hacemos un trato.
HIJA ----- ¿Qué trato? (Contestó ella llorando).
SIRVIENTE ----- Tu padre me ha
ordenado que te arroje al agujero de la Sima. “El agujero sin fin como decimos
aquí en Cabra”, ahora bien, si tu accedes a casarte conmigo, yo le digo a tu
padre que te he arrojado a las profundidades de dicho agujero de la Sima.
Después desaparezco y naturalmente viviremos lejos donde tengo una familia, te
aseguro que viviremos muy bien, serás libre. ¿Qué decides?
HIJA ----- (Con entereza). Prefiero morir en dicho agujero a vivir muriendo lentamente.
NARRADOR ----- Dijo la joven con fortaleza. El sirviente con toda la rabia del mundo con la venda que tenía en las manos le tapó los ojos a la hija del Cadí y aproximándola al borde del agujero, la arrojó sin contemplación. Pero el destino quiso que hubiera una higuera y que la túnica se enganchase en una de sus ramas. Ella no paraba de dar gritos, todos infructuosos. Cuando el Sol se pone en el horizonte como la cresta de los gallos, dio su último grito antes de perder el conocimiento.
Unos perros no paraban de ladrar en el filo del “agujero de la Sima”. Un joven y apuesto caballero que por el lugar estaba cazando con sus perros, al ver que estos nos callaban, por curiosidad fue a mirar y asomándose, cuál fue su sorpresa al ver a la joven enganchada en la rama de la higuera.
Viendo que él solo no podría rescatarla fue a su caserío, regresando con más gente que pudieron subirla y ponerla fuera de peligro.
Ya en el caserío unas cuantas mujeres la bañaron y curaron sus magulladuras y la acostaron en una cama. El apuesto joven sentado en un sillón la observaba cuando se despertó la joven.
HIJA
----- (Sobre saltada) ¿Dónde estoy? ¿Quién soy vos? ¿Cómo he llegado hasta
aquí? No recuerdo nada.
CONTINUARÁ............
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