enero 01, 2025

Francisco Asís Granados Mellado (Paco Granados)

 


RELATOS: LA HORA DEL MIEDO






Niña Rara

 Niña rara, sí. Así llamaban a María.

Todo empezó cuando ella era precisamente eso, una niña. Una niña como otra cualquiera que le gustaba jugar con sus muñecas, sus juegos de concina, sus amigas… Pero María tenía un amigo algo especial para ella, un amigo que solo veía ella. María hablaba con él, jugaba juntos y hasta de vez en cuando tenían discusiones, cosa que no les gustaba a sus amigas y por ello le daban de lado. Eso a María no le importaba ya que ella jugaba con Agustín su amigo imaginario. Ese amigo que todos o casi todos hemos tenido de pequeños, ese amigo que suele aparecer cuando somos unos bebes y el cual luego desaparece, no acordándonos JAMÁS de él.

 Los padres de María observaban que se pasaba horas y horas hablando y jugando sola. Le preguntaban y ella contestaba diciendo que jugaba con su amigo Agustín. La madre pensó que lo mejor sería hablar con un psicólogo infantil para comentarle lo que pasaba, pero este le comentó que no se preocupara, porque eso venía siendo normal a esas edades. Lo mejor sería que la dejara a su aire y con el tiempo se le iría de la cabeza. 

 María siempre le decía a su madre que pusiera otro plato en la mesa y una silla para su amigo. Cuando salían al parque también le tenía que preparar la merienda a Agustín, cosa que a la madre no le hacía mucha gracia. La pequeña ya iba a cumplir los cinco años y pronto se le olvidaría todo. Una noche los padres escucharon un fuerte golpe en la habitación de María. Rápidamente subieron a la habitación y vieron que la estantería del cuarto se encontraba en el suelo y ella lloraba en su cama.

 - ¿Qué te pasa María?

- Es que Agustín se ha disgustado porque quería jugar y yo no tenía ganas. 

 Agustín al irse enfadado tiró la repisa al suelo. 

Los padres se miraron e intentaron tranquilizar a la niña. Al final María acabó durmiéndose. Los padres se dirigieron  al salón y comentaron que se encontraban un poco agobiados de la imaginación de María.

Habían pasado dos años y María había dejado de ver a Agustín, pero ella seguía hablando sola. La madre la solía castigar por ello y le decía que dejara todo eso  y se dedicara a jugar con sus amigas.

María lloraba angustiada y le decía a su madre que ella hablaba realmente con personas. 

Sus amigas del colegio la llamaban “niña rara” y no querían jugar con ella. 

Pasaban los días y María seguía hablando sola a pesar de los castigos de su madre. Una de las veces  María le dijo a su madre que había visto a su abuela y que le había comentado que quería mucho a su madre y que se lo hiciera saber. A su madre no le  resultó raro, ya que su abuela iba todos los días a ver a su nieta, pero a los diez minutos tuvo una llamada de su hermana diciendo que la abuela había muerto, María le dijo a su madre que no llorara que ella estaba bien. Su madre se quedó sin saber que decirle a su hija. 

Tres días más tarde la madre de María la vio en el patio hablando  otra vez sola. Cuando la niña entró en la casa le preguntó con quién hablaba, ella  le dijo que con el hijo de los vecinos… A los diez minutos vio como la vecina  salía de su casa llorando desesperadamente porque su hijo había fallecido y exclamando “NO, MI HIJO NO”. 

A María la seguían viendo hablando sola los vecinos y amigos, y comenzaron a llamarle también “NIÑA RARA”

María se hizo mayor, ya contaba con veinte años y estudiaba en la universidad. Aún seguían llamándola “NIÑA RARA”. Su don era cada vez más fuerte y todos los días veía a almas perdidas que pedían ayuda o simplemente almas que querían que diera un mensaje a sus familiares, cosa que a María le gustaba hacer, pues se sentía bien pudiendo ayudarlas. Mucha gente no la creía y se burlaban de ella o simplemente se metían con ella llamándola loca. Eso a María no le importaba, pues ella sabía bien lo que veía y que era totalmente real. 

También quería ayudar a los vivos, pues sabía que podrían así ser más felices. Decidió aprender el arte del tarot. María también podía ver el aura de las personas y saber cómo eran en realidad. Desde pequeña pudo ayudar a mucha gente y hoy en día sigue haciéndolo.

María tiene ya más de cuarenta años y la gente que no la cree la sigue llamando por aquel mote que siempre la persiguió en su infancia “NIÑA RARA”. Aun así los que la creen la respetan y se dirigen a ella como un “ANGEL”. Precisamente a mí me ayudó. Sí, a mí. Yo me sentía perdido sin saber qué hacer y sin saber dónde estaba y ella me ayudó a encontrar el camino. SÍ, YO SOY, Agustín.

FIN




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