Charlas con don Juan Valera
Confesiones en confianza
-Buenos días don Juan, es septiembre, el mes de la alegría, la ilusión y sobre todo el mes más sentido por nuestros mayores que esperan con delirio volver a ver a su Virgen en Cabra. El día 4, desde todas las espadañas de los templos de Cabra, a primera hora de la mañana, se anuncia el advenimiento de la Virgen Serrana, con un gran repique de campanas. Un año más vamos a celebrar nuestras Fiestas Patronales. ¡Me embriaga el olor a nardos que impregna todo!
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Carmen Valera cuanddo se puso la primera piedra, de la glorieta donde está la efigie. |
-Por cierto don Juan, fue un 7 de septiembre de 1927 cuando se puso la primera piedra para la construcción de la glorieta donde se colocó su efigie que no es otro lugar que en este en el que nos encontramos. Por cierto, su hija Carmen nos honró con su presencia en tan importante acto.
-Joven, todo se transforma con el paso del tiempo. ¡Es fascinante explorar como todo evoluciona a lo largo de los siglos! Para bien o para mal. Depende.
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Glorieta de don Juan Valera a mediados del siglo XX |
-Habladurías sin fundamento. Cierto es que nunca fui elegido diputado por
Cabra, incluso hasta yo mismo retiré mi candidatura de ese distrito cuando
Martín Belda y mi primo Juan Ulloa podrían optar por presentarse. De hecho, en
una carta de febrero de 1871 dirigida a mi amigo Moreno le decía:
Como
usted ya sabrá, por cartas que he escrito a esa Ciudad, he retirado
definitivamente mi candidatura a ese distrito. Queda usted desligado por
consiguiente de cualquier compromiso, que su buena amistad le hubiera hecho
contraer en favor mío. Probablemente lucharán ahí Martín Belda y mi primo Juan
Ulloa.
Mi
parentesco con el último y mis deberes de partido me mueven a rogar a usted que
influya en su favor.
-¡Ay don Juan! Como en toda buena
familia que se precie, la heredad destapa lo peor de quienes quieren
aprovecharse.
-Este fue un capítulo doloroso en
vida, mi hermanastro parece tener una conducta poco decorosa frente a la
herencia y mi madre parece estar obcecada con su hijo y no quiere convencerse
de nada, pero no trata con equidad ni a mí ni a mis hermanas favoreciendo a
éste. Yo como heredero y apoderado de los demás beneficiarios, tenía derecho a
tomar posesión de todos los bienes que mi padre poseía, no quería disgustar a
mi madre llevando este asunto a la justicia para que ésta dirimiera, porque
pensábamos sinceramente tanto mis hermanos como yo que pareciera que nos
querían quitar lo que era nuestro por derecho. Pero, permítame que aparque este
asunto que en verdad me trae pesadumbre.
-Perdone don Juan, no quería
disgustarle. Volviendo a la supuesta desavenencia con don Francisco Moreno,
realmente quienes hayan leído las cartas que usted remite a su amigo Moreno, no
deduciría de ellas enemistad por parte de usted, muy al contrario, con él podía
desahogarse de su paupérrima economía y no pocas ocasiones contó usted con su
ayuda para solventar sus muchos gastos. Ya que como usted dice, con su mujer e
hijos y su posición es imposible ahorrar nada, ya con su sueldo del gobierno,
no le alcanzaba para vivir con desahogo.
-Ciertamente mi esposa era poco o nada
hábil para el gobierno de una casa, sus bienes se los gastaba y yo no quería
entender de eso, me preocupaba el día que ya no pudiera trabajar, pensando en
cómo viviría con la jubilación. Además, deseaba liquidar mis débitos, no tenía
la menor esperanza de dejar dinero a mis hijos, pero me contentaba con no
dejarle deudas. A mi amigo Moreno no puedo más que darle las gracias más
encarecidas por el interés que se tomaba por mis negocios siempre que le
requería.
-Don Juan, a lo largo de esta
correspondencia con su amigo Francisco Moreno no solo queda acreditada su
amistad con él sino que se trasluce su penuria económica, esto era un rum rum
que había oído pero no acababa de creerme que fuese tan evidente. -Verá joven, eran varias las razones
de mi exigua economía, algunas ya las he comentado antes, como mis muchos
gastos, pero también porque no viví ni quise vivir nunca a costa de mi mujer.
Incluso me viene ahora a la memoria que cuando estaba de embajador en Lisboa,
la recepción que yo les hice a los Reyes me costó más de 3000 duros, sin contar
los muebles, vajilla, etc, que presupone un capital. El Ministro se condujo mal
conmigo, porque me dio solo mil duros y de sobra hubo de conocer él que se
quedó corto al no socorrerme con más para gastos extraordinarios.
Verdaderamente esa Embajada era una ruina para mí y lo sería para cualquiera
que quiera hacer bien su trabajo, si el Ministro que bien puede, en queriendo
no me socorre. Así me veía yo pidiéndole a mi amigo Moreno no en pocas
ocasiones, que me adelantase la suma que me era necesaria bien para cubrir un
gasto o bien para pagar lo que debía. -Don Juan, su infortunio económico
¿también tuvo que ver con la mala praxis del administrador de sus tierras? -Joven no me lo recuerde, a finales de
1878 tuve que venir a Cabra y a Doña Mencía, para despedir al administrador que
aquí tenía, porque me saqueaba. No quería vender, porque no querían comprar
sino se da tirado, arrendar tampoco era posible, porque apenas dan nada por el
arrendamiento. Solo me quedaba arrimar el hombro al trabajo para sostener tanto
gasto, pero mi sacrificio era en balde, harto conocía yo que estas dificultades
se allanarían con que yo me fuese al otro mundo, aunque lo confieso, ni cuando
ya contaba con ochenta años tenía yo ganas de hacer peregrinación tan
asombrosa. -Don Juan, le doy las gracias por
estas confidencias que me ha contado, más ya le tengo que dejar, permítame que
vuelva a pasar en otro momento. -Pase cuando quiera joven, no me voy a mover de aquí. Ja,ja,ja.
CONTINUARÁ
…………..
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