noviembre 01, 2024

Ángeles Espejo Cañete (Salambó)




Un bandolero egabrense  
   Antonio José Molina    




Corrían los años de 1854 y 1855 cuando un bandolero llamado Diego Alhama, natural de la Villa de Aguilar, formó una partida de hombres desalmados como él y escogidos por sus antecedentes más criminales. Al elegir Alhama los hombres de más delitos, obraba con mucho tino; pues no solo aquellos tenían más probada experiencia en el robo sino que también recayendo sobre ellos algunas sentencias defenderían su impunidad con mayor fiereza porque temerían más el castigo.

Esta partida no tardó en llevar a cabo algunos delitos y tuvo en continua alarma a todos los honrados y tranquilos moradores de la provincia de Córdoba. Un rico labrador de Aguilar fue su primera víctima. Le siguió un joven de la Villa de Espejo. A este, un niño de Lucena y otros varios.

Y por último, don Cayetano Negro y Alcalde, vecino y rico propietario de Osuna, en la provincia de Sevilla. Todos estos desaparecieron, como por arte de magia de los pueblos en que moraban y los bandoleros de Diego Alhama, exigían por sus rescates grandes cantidades.

Cundió la alarma que era ciertamente muy motivada y la Guardia Civil empezó a inquirir el paradero de aquella gavilla formada por los más experimentados ladrones.

La Diputación provincial de Córdoba, guiada por el inmejorable deseo de atraparlos, formó una partida de gente armada para que combinándose con la Guardia Civil, apoyase los trabajos de ésta. En tal estado se hallaban las cosas, el 22 de Junio d 1855, día en que un gitano presentándose ante el Alcalde de Montilla, le dijo: - Señor Alcalde; la partida de Diego Alhama acaba de robarme un caballo en la Campiña.-

Hizo el Alcalde varias preguntas al gitano, quien dijo llamarse Ramón Bacas y logró de él precisas aclaraciones. Fundado en las mismas, pasó el Alcalde aviso inmediatamente al Teniente de la Guardia Civil D. Antonio Iboleón, que mandaba por entonces la línea de Montilla y entre ambos, decidieron que los ocho Guardias con que éste contaba, se dividiesen en dos partidas a las que se unieron algunos individuos de la Milicia Nacional.

Bien pronto se adquirieron exactas noticias de que los bandidos andaban por aquellas cercanías. Llegando uno de los grupos al cortijo llamado de la Piedra, en la jurisdicción de Aguilar, sorprendió a los forajidos, que huyeron a todo escape, dejando afortunadamente en el cortijo a don Cayetano Negro que hacía siete días llevaban en su compañía, exigiendo por él, gruesas sumas por su rescate. Los bandidos iban montando en buenos caballos, pero pronto sus perseguidores les dieron alcance. Uno de los bandoleros, llamado: Antonio José Molina, viéndose perseguido muy de cerca por el Nacional don Eduardo Baena y el intrépido Guardia Civil don Víctor Puebla, salta del caballo y se parapeta tras un árbol. 

-Me matareis- les dice- pero tendré el consuelo de morir matando. Dispara entonces el bandido su terrible arma; la bala da en la frente del caballo del Nacional y uno y otro caen rodando por un barranco. Entonces el Guardia Puebla acomete al bandolero y lo atraviesa instantáneamente con su espada, dando muerte al mismo.

El cadáver de Antonio José Molina fue conducido a Monturque y entregado al Alcalde de dicho pueblo para darle sepultura cristiana. La partida de defunción se encuentra en el archivo Parroquial de San Mateo de Monturque y literalmente dice así: En la Villa de Monturque, Provincia de Córdoba, en veinte y tres de Junio del mil ochocientos y cinco: Yo D. Joaquín Ramírez Tauroni, Rector y Cura propio de la Parroquial de Sr. San Mateo de la misma; mandé dar sepultura eclesiástica en el cementerio de ella, con entierro de caridad, al cadáver de Antonio José Molina, natural de Cabra; que a las siete de la tarde del día veinte y dos de dicho mes y año fue muerto violentamente por la partida de Guardia Civil y Nacionales de Montilla, mandada por el teniente de la Guardia don Antonio Yboleon, en tierras del cortijo de la Piedra término de Aguilar, propiedad de don Francisco Yglesias, el que fue presentado en esta Villa para enterrarle por el dicho Jefe y su partida; los que manifestaron ser ladrón de cuadrilla; era marido de Antonia Ramírez, e hijo de Felipe y de María Roldán, naturales y vecinos de Cabra; el difunto era al parecer como de cincuenta y cinco años; todo lo referido es con arreglo a lo que ha manifestado el Jefe e individuos de la dicha partida.

Fueron testigos: don Manuel Muñoz, Alcalde interino, don Francisco Martín, secretario del Ayuntamiento y don José Coi, médico cirujano titular de esta Villa, vecinos de la misma; de que certifico y lo firmo.

¿Por qué la inhumación del cadáver se hizo en Monturque, siendo natural de Cabra? ¿Y si murió en el término municipal de Aguilar por qué se trasladó su cadáver a Monturque? Caso interesante para seguir investigando... 

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