RELATOS: LA HORA DEL MIEDO
Cementerio
Era
domingo y Juan se disponía a ir al cementerio como solía hacer cada domingo
desde hacía diez años. No faltaba ni un solo día, para ir a recordar a su esposa
e hija que murieron en un terrible accidente de tráfico en el cual el logró
salvarse.
Llegó
al cementerio, se encontraba abierto al público. No había ni un alma, sólo el
sepulturero que trabajaba en los nichos nuevos del lugar. Juan se acercó a las
tumbas de sus dos tesoros y les colocó las flores que había comprado. Siempre
se ponía hablar con ellas y les pedía perdón por aquel día. Juan se echaba la
culpa por la muerte de ellas, aunque en realidad fue otro conductor quien
provocó el accidente. Aún así él pensaba que podía haber hecho más por ellas.
Juan
escuchó un gran golpe que venía de lejos. Se asomó donde había visto al
sepulturero, pero no lo vio. Decidió acercarse y lo vio allí postrado dentro de
una tumba. Se acercó a él para preguntarle si estaba bien y qué le había
pasado. Él lo miró y le dijo:
-
Estoy bien, tranquilo. Me dio un leve mareo y caí.
Juan
le ayudó a salir y se ofreció a llevarlo al médico, pero él dijo que no era
necesario.
Juan
se fue hacia la tumba de su hija y su esposa, pero mientras se dirigía hacia
ellas empezó a sentir algo detrás de él, como si alguien estuviera escondido
entre las tumbas y lo vigilara. Miró a su alrededor, pero no había nadie; solo
aquel hombre que seguía con su trabajo.
Cuando
ya estaba a punto de llegar vio allí al lado de las tumbas de su familia a una
mujer mayor, estaba de rodillas rezando. Él se extrañó, no sabía quién podía
ser aquella mujer. Le puso la mano sobre el hombro y le preguntó quién era y
por qué estaba allí en aquellas tumbas. La mujer no le prestó atención. Volvió
a preguntarle, y la mujer se giró y clavó su mirada hacia él. Aquella mujer
tenía el rostro esquelético, ojos negros y la boca la tenía llena de tierra.
Sus dientes estaban ensangrentados. En ese momento intentó coger a Juan para
morderle, pero él logró apartarse rápidamente. Salió de allí corriendo lleno de
terror e incredulidad. Corría por aquel cementerio, mientras a su paso iban
cayendo las lápidas. En ese momento Juan vio al sepulturero que se dirigía
hacia él y le pidió que le ayudara.
En
ese instante aquel hombre tenía el mismo rostro que la mujer. Juan no sabía qué
hacer. Prosiguió su camino corriendo y se metió por un pasillo estrecho con
nichos a ambos lados. Se dejó caer en uno para descansar y de pronto de entre
ellos salieron unas manos que intentaron atraparlo. Juan cogió un jarrón y de
un fuerte golpe consiguió escapar. Siguió buscando la salida del cementerio.
Echando la vista atrás se dio cuenta que le estaban persiguiendo decenas de
muertos. El miedo hizo que sus piernas le temblaran,pero debía salir... Al
final consiguió encontrar la salida de aquel pasillo y justo delante de él vio
a su mujer y a su hija. En ese instante Juan cayó desplomado al suelo. No daba
crédito a todo lo que le estaba pasando. Intentó levantarse para seguir
corriendo, pero una pequeña mano sujetaba su pierna. Eran las manos putrefactas
de su hija. Juan no podía soltarse… De pronto su mujer se abalanzó sobre él
mordiéndole, hasta acabar con su vida.
Desde
aquel día Juan formó a ser parte de ellos
¡Es
un muerto viviente!!
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