noviembre 01, 2024

Francisco A. Granados Mellado (Paco Granados)




RELATOS: LA HORA DEL MIEDO






Cementerio

 Era domingo y Juan se disponía a ir al cementerio como solía hacer cada domingo desde hacía diez años. No faltaba ni un solo día, para ir a recordar a su esposa e hija que murieron en un terrible accidente de tráfico en el cual el logró salvarse.

 Llegó al cementerio, se encontraba abierto al público. No había ni un alma, sólo el sepulturero que trabajaba en los nichos nuevos del lugar. Juan se acercó a las tumbas de sus dos tesoros y les colocó las flores que había comprado. Siempre se ponía hablar con ellas y les pedía perdón por aquel día. Juan se echaba la culpa por la muerte de ellas, aunque en realidad fue otro conductor quien provocó el accidente. Aún así él pensaba que podía haber hecho más por ellas.

 Juan escuchó un gran golpe que venía de lejos. Se asomó donde había visto al sepulturero, pero no lo vio. Decidió acercarse y lo vio allí postrado dentro de una tumba. Se acercó a él para preguntarle si estaba bien y qué le había pasado. Él lo miró y le dijo:

 -  Estoy bien, tranquilo. Me dio un leve  mareo y caí.

 Juan le ayudó a salir y se ofreció a llevarlo al médico, pero él dijo que no era necesario.

 Juan se fue hacia la tumba de su hija y su esposa, pero mientras se dirigía hacia ellas empezó a sentir algo detrás de él, como si alguien estuviera escondido entre las tumbas y lo vigilara. Miró a su alrededor, pero no había nadie; solo aquel hombre que seguía con su trabajo.

Cuando ya estaba a punto de llegar vio allí al lado de las tumbas de su familia a una mujer mayor, estaba de rodillas rezando. Él se extrañó, no sabía quién podía ser aquella mujer. Le puso la mano sobre el hombro y le preguntó quién era y por qué estaba allí en aquellas tumbas. La mujer no le prestó atención. Volvió a preguntarle, y la mujer se giró y clavó su mirada hacia él. Aquella mujer tenía el rostro esquelético, ojos negros y la boca la tenía llena de tierra. Sus dientes estaban ensangrentados. En ese momento intentó coger a Juan para morderle, pero él logró apartarse rápidamente. Salió de allí corriendo lleno de terror e incredulidad. Corría por aquel cementerio, mientras a su paso iban cayendo las lápidas. En ese momento Juan vio al sepulturero que se dirigía hacia él y le pidió que le ayudara.

En ese instante aquel hombre tenía el mismo rostro que la mujer. Juan no sabía qué hacer. Prosiguió su camino corriendo y se metió por un pasillo estrecho con nichos a ambos lados. Se dejó caer en uno para descansar y de pronto de entre ellos salieron unas manos que intentaron atraparlo. Juan cogió un jarrón y de un fuerte golpe consiguió escapar. Siguió buscando la salida del cementerio. Echando la vista atrás se dio cuenta que le estaban persiguiendo decenas de muertos. El miedo hizo que sus piernas le temblaran,pero debía salir... Al final consiguió encontrar la salida de aquel pasillo y justo delante de él vio a su mujer y a su hija. En ese instante Juan cayó desplomado al suelo. No daba crédito a todo lo que le estaba pasando. Intentó levantarse para seguir corriendo, pero una pequeña mano sujetaba su pierna. Eran las manos putrefactas de su hija. Juan no podía soltarse… De pronto su mujer se abalanzó sobre él mordiéndole, hasta acabar con su vida.

Desde aquel día Juan formó a ser parte de ellos

 ¡Es un muerto viviente!!

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