noviembre 01, 2024

José Carlos Aguilar Jiménez (Agui)

 


El Ángel de la Muerte








Siempre sobrevolando está, el Ángel de la Muerte acechando sin cesar, no le faltan personas a quien mirar, las mismas que de su mirada desean escapar.

Ante cualquier moribundo, como un halo de humo extiende sus alas esperando el momento de poderse posar, todos huyen de ti como representante del mal, y mucho mas lejos de la realidad, eres la otra cara de la moneda de la vida, la de la eternidad, pues aunque te lleves los cuerpos inertes de vida, sus almas jamás poseerás.

Nunca te he tenido miedo, ni a tu vuelo, ni a tu tiempo, ni a tu llegar, los deberes tengo hechos, pasa cuando quieras pasar, aprendí a vivir con vida, y que esa vida tenía que entregar, no tengo ninguna prisa, pero tú a mi miedo no me das, que pasen uno, cinco o veinte años, los que tengan que pasar, que mi alma está tranquila, que no te debo ná, que cuando quieras aquí estoy, porque a morir también se aprende y se vive para llegar.

Que seas bueno y generoso en la vida, sobre todo con los demás.  Pero quién te dice que no olvides hacer los deberes, que las cuentas te pedirán,  que Dios no es un invento, ni la vida, ni la verdad, que este Ángel no avisa, que llega sin avisar, que no se espera a que termines, que te vas y ya está,  que para cuando te quieras acordar, la vida se apaga y no hay más.

Triste Ángel de la Muerte, a quien todos temen y a quien todos deben, sinónimo de libertad,
las cuentas hay que pagar, y nada nos podremos llevar, mísera ropa que nos tapa y poco más,
es la mejor verdad, que como nacimos, nos tendremos que marchar.

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