El Ángel de la Muerte
Ante cualquier moribundo, como un
halo de humo extiende sus alas esperando el momento de poderse posar, todos
huyen de ti como representante del mal, y mucho mas lejos de la realidad, eres
la otra cara de la moneda de la vida, la de la eternidad, pues aunque te lleves
los cuerpos inertes de vida, sus almas jamás poseerás.
Nunca te he tenido miedo, ni a tu
vuelo, ni a tu tiempo, ni a tu llegar, los deberes tengo hechos, pasa cuando
quieras pasar, aprendí a vivir con vida, y que esa vida tenía que entregar, no
tengo ninguna prisa, pero tú a mi miedo no me das, que pasen uno, cinco o
veinte años, los que tengan que pasar, que mi alma está tranquila, que no te
debo ná, que cuando quieras aquí estoy, porque a morir también se aprende y se
vive para llegar.
Que seas bueno y generoso en la
vida, sobre todo con los demás. Pero
quién te dice que no olvides hacer los deberes, que las cuentas te pedirán, que Dios no es un invento, ni la vida, ni la
verdad, que este Ángel no avisa, que llega sin avisar, que no se espera a que
termines, que te vas y ya está, que para
cuando te quieras acordar, la vida se apaga y no hay más.
Triste Ángel de la Muerte, a
quien todos temen y a quien todos deben, sinónimo de libertad,
las cuentas hay que pagar, y
nada nos podremos llevar, mísera ropa que nos tapa y poco más,
es la mejor verdad, que como
nacimos, nos tendremos que marchar.
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