marzo 01, 2024

Antonio Fernández Álvarez (escribidor de sueños)

 

Clarlas con
Don Juan Valera



Don Juan, genio y figura

-Buenos día don Juan, permítame de nuevo un ratito de charla con usted

-Buenos día joven, permiso concedido, pero antes de nada ¿qué título le puso para su publicación de la segunda charla del pasado mes?

-Don Juan, la titulé: “Don Juan Valera. En clave literaria”

-Tampoco es que haya buscado un título muy sugerente, pero no está mal. Ciertamente es menos jocoso que el anterior. Jajaja.

-Don Juan, comenzamos bien, porque ya me está inspirando el título de ésta, con sus comentarios, imagine en letras grandes, DON JUAN, GENIO Y FIGURA.

-Pues me gusta joven. No sé si sabe que mi novela “Genio y figura”, para mí es mi obra maestra, la escribí ya en la etapa final de mi vida. Una vez que había dado por finalizada mi vida diplomática y disponía de más tiempo para dedicarme a la escritura. Aunque polémica fue muy exitosa. Inspirada en la novela erótica francesa, se desarrolla en ambientes cosmopolitas que yo también conocía gracias a mi faceta profesional de diplomático. Fue publicada en 1879.

-Ciertamente Don Juan, su novela es conocida por su estilo realista y su descripción de la vida en la alta sociedad española del siglo XIX. En ella late el genio de usted, su autor, y una originalidad indudable al tratarse de un relato de ambiente mundano sobre una mujer de vida disipada. Es considerada una de las obras más importantes de la literatura española del siglo XIX y le diré que ha sido objeto de numerosos estudios críticos, ya que fue muy criticada en su día por escandalosa y poco decente.

-En verdad joven, la novela no escamotea las situaciones atrevidas, pero tampoco preconiza  el  amor  libre  y  el  desprecio  de  las  normas  sociales:  la  realidad  emerge artísticamente depurada. Las interpretaciones exageradas de la teoría de la novela dieron ocasión a que en ocasiones tuviera que salir en su defensa y precisar su alcance, así como explicar desde lo formal, el contenido de la obra y también para dar coherencia al trágico desenlace de la historia. ¿Ha leído mi novela, joven?

-Sí, la trama se centra en la vida de Rafaela, una mujer que asciende en la sociedad gracias a su belleza y encanto personal. Los personajes principales de “Genio y figura” son Rafaela y el vizconde de Goivo-Formoso, diplomático portugués, con el que se dice que usted tuvo amistad afectuosa y constante.

-Ciertamente joven. En tres distintas y nuy apartadas épocas de mi vida, peregrinando yo por diversos países de Europa y América, o residiendo en las capitales, he tratado al vizconde Giovo-Formoso, con quien he tenido amistad afectuosa y constante. Pero no se corte, continúe con su reseña de mi novela. 

-Gracias don Juan. El vizconde de Goivo-Formoso y John Maury, secretario de la Legación de su Majestad británica, frecuentaban, en Río de Janeiro, el salón de la señora de Figueredo. El vizconde narra los antecedentes de la mencionada señora: de origen andaluz, él la conoció en Lisboa actuando de “moza de rumbo” y con el nombre de Rafaela; enviada a Brasil para actual y danzar en los teatros y recomendada al señor de Figueredo, rico terrateniente, se casa con él. El ejercicio amoroso de Rafaela trae consigo una gran actividad pedagógica que la lleva a influir no sólo sobre su marido, su director espiritual y sus amantes, sino hasta sobre los criados, perfeccionándolos a todos en el trato, en su compostura y comportamiento. Uno de los amantes de la señora Figueredo fue Pedro Lobo, criollo furibundo, Ayudante de Campo de Juan Manuel Rosas, dictador la República Argentina. Le tocó después el turno a Arturito, muerto en duelo con Pedro Lobo, a quien Rafaela curó de sus devaneos en París. Pero el amor al que se entregó total­mente fue el de John Maury. Años después el vizconde se encuentra con Rafaela, viu­da ya, en París, y servida por el barón de Castel-Bourdac. Al requerirla de amores, le envía ella un manuscrito de «Confiden­cias», en el que le cuenta el gran desenga­ño de su verdadero amor, el de John Mau­ry, la vocación religiosa de su hija Lucía — nacida de sus relaciones con el inglés —. Rafaela muestra su alma al desnudo: su imposibilidad de negarse a los requerimien­tos, su generosidad, su pérdida de la fe. «Escudriñando yo hasta los más obscuros rincones de mi vida pasada, no encuentro en ellos ni asomo de ruin bellaquería. Esto me consuela. De ciertos pecados, en que con frecuencia he incurrido, después de absolverme el confesor, me he absuelto yo también». Pero ahora ella se ha enamora­do, con la misma generosidad, de la muerte, y es éste el rival con quien debe luchar el vizconde. Al llegar él a la casa de Rafaela, ésta se ha suicidado ya.

-Joven quizás ha destripado la novela, más que comentarla, para que entusiasme a los lectores de su revista Cabra, culta y poética y se interesen en leerla. 

-No, don Juan yo espero que esta pincelada les anime más a su lectura. Al menos esa ha sido mi pretensión. Por cierto don Juan usted cree que le falta a esta novela la gracia de “Juanita la Larga” o “Pepita Jiménez”.

Eso es opinable y como yo le he afirmado para mí “Genio y figura” es mi obra maestra.

-Don Juan, ¿y qué me dice usted de su novelas: Pepita Jiménez (1874), El Comendador Mendoza (1877), Doña Luz (1879), Juanita la Larga (1895) y Morsamor (1899), que son consideradas sus mejores novelas? 

-Mejor no le digo ya nada más hoy, no sé como usted aguanta tanto rato ahí de pie frente a mí con est frío, yo solo soy una efigie y además ya por el tiempo que hace que estoy aquí me he ido acostumbrando, pero usted joven acabará cogiendo una neumonía. Ande márchese ya a casa, déjeme descansar de su cháchara por hoy. Ya que como usted dice aquí tengo tiempo de esperarle, pase en otro momento cuando quiera, no me voy a mover de aquí. Jajaja.






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