CRIMEN ATROZ EN CABRA
Nos trasladamos a la época de la España de la II República, doy paso a relatar a continuación un hecho luctuoso, de las tantas crónicas negras del país. Ocurrió en la Ciudad de Cabra (Córdoba). Serían entre las once o las doce de la noche, del día tres de enero del año 1935, ello ocurrió en la antigua calle conocida en aquel entonces por, Roldán y Gaspar de la localidad, a la altura de la casa número once de dicha calle. A esas horas, comenzaron a oírse unos gritos desgarradores, los cuales provenían del interior de la vivienda y que pedían auxilio desesperadamente.
Hablamos de: Santiago Expósito López
conocido por el apodo de (Perrita), autor del macabro crimen y de la suegra de
este: Ángeles Serrano Ruíz. Entre suegra y yerno, los disgustos eran muy
frecuentes, llegando a tal tirantez de relaciones, que Santiago, resolvió vivir
separado de aquella. No por esto, se resolvió la situación, pues Expósito perseguía
continuamente a la madre de su esposa. Hacía unos días, la hizo objeto de malos
tratos tanto de obra como de palabra, fue por ello denunciado, compareciendo
éste ante el juez municipal, que lo condenó a quince días de prisión y en
varias ocasiones más, estuvo procesado. Esto debió exasperarlo en sumo grado,
que sus instintos criminales hicieron el resto y poco a poco fue fraguando en
su mente el horrible suceso que relato.
Sobre la forma en que se cometió el
crimen, existían dos versiones. Según una de ellas, el criminal, quien esa
noche se encontraba en estado de embriaguez y provisto de un saco en cuyo
interior, portaba una hoz, un martillo y un cuchillo matancero de grandes dimensiones,
penetró en la mencionada casa, saltando las tapias del corral y se dirigió a
las habitaciones de su suegra, apuñalando a ésta y a tres personas más, suicidándose
después.
La otra versión, que parece la más acertada,
aseguraba que la madre política de Expósito se encontraba en su domicilio,
acompañada de su hija y esposa de aquel. Cuando Santiago entró en la vivienda,
donde primero se dirigió, fue a las habitaciones donde vivía Francisco García
Pedroso, quien trabajaba de chofer y era pariente de su mujer. Le tocó a la
puerta, apareciendo Francisco, se dirigió hacia él sin mediar palabra y le
propino sendas heridas de arma blanca, de las cuales le arrebató la vida. Al
asomarse la mujer de éste al escuchar el revuelo, Perrita le dio una puñalada
en el vientre a la señora. Saliendo de allí, se dirigió a las habitaciones
donde vivía su suegra, que se encontraba acompañada de la hija de esta, dirigiéndose
rápidamente a su madre política y arremetió contra ella con tal fiereza, dándole
tremendos tajos con la hoz, hasta causarle la muerte. Sin conmoverse por los
gritos de las víctimas, cegado ya, apuñalo a su propia esposa. El primer pensamiento del asesino fue huir, en
su intento, tropezó o resbaló por las
Con ligereza fueron los vecinos a
avisar a los guardias, esa madrugada. Los que se encontraban de servicio, eran:
Ramón Ruíz y Francisco Gallardo quienes alertados de lo que se podía oír en la calle,
avisaron al cabo de Seguridad, que era: Rafael Naveas Arroyo y los tres juntos
se encaminaron a dicha dirección. Al entrar en el domicilio, lo primero que encontraron,
fue a Manuela Cantos Serrano, quien con las manos ensangrentadas y puestas en
su vientre, la cual se encontraba mal herida, les relató que el culpable había
sido su marido. Inmediatamente los agentes dieron aviso al Juzgado de
Instrucción, quien de inmediato se personó en el lugar del suceso, comenzando
las prácticas de las diligencias.
El Juez ordenó el levantamiento de los
cadáveres, que fueron llevados al depósito municipal y ordenó el traslado en un
principio, a la casa de Socorro, de las dos heridas: Asunción Serrano esposa de
Francisco y Manuela Cantos la esposa del asesino, con heridas también muy
graves.
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