mayo 01, 2024

Ángeles Espejo Cañete (Salambó)

 



CRIMEN ATROZ EN CABRA





Nos   trasladamos  a  la  época  de  la  España  de  la   II  República,  doy  paso  a  relatar  a  continuación un   hecho  luctuoso,  de  las  tantas  crónicas  negras del país. Ocurrió en la Ciudad de Cabra (Córdoba). Serían  entre  las once  o  las  doce  de  la  noche,  del  día tres  de  enero  del año 1935,  ello ocurrió  en la antigua calle conocida en aquel entonces por, Roldán y Gaspar de la localidad, a la altura de la casa número once de dicha calle. A  esas horas, comenzaron a oírse unos gritos  desgarradores, los  cuales provenían del interior de la vivienda y que pedían auxilio desesperadamente.

Hablamos de: Santiago Expósito López conocido por el apodo de (Perrita), autor del macabro crimen y de la suegra de este: Ángeles Serrano Ruíz. Entre suegra y yerno, los disgustos eran muy frecuentes, llegando a tal tirantez de relaciones, que Santiago, resolvió vivir separado de aquella. No por esto, se resolvió la situación, pues Expósito perseguía continuamente a la madre de su esposa. Hacía unos días, la hizo objeto de malos tratos tanto de obra como de palabra, fue por ello denunciado, compareciendo éste ante el juez municipal, que lo condenó a quince días de prisión y en varias ocasiones más, estuvo procesado. Esto debió exasperarlo en sumo grado, que sus instintos criminales hicieron el resto y poco a poco fue fraguando en su mente el horrible suceso que relato.

Sobre la forma en que se cometió el crimen, existían dos versiones. Según una de ellas, el criminal, quien esa noche se encontraba en estado de embriaguez y provisto de un saco en cuyo interior, portaba una hoz, un martillo y un cuchillo matancero de grandes dimensiones, penetró en la mencionada casa, saltando las tapias del corral y se dirigió a las habitaciones de su suegra, apuñalando a ésta y a tres personas más, suicidándose después.

La otra versión, que parece la más acertada, aseguraba que la madre política de Expósito se encontraba en su domicilio, acompañada de su hija y esposa de aquel. Cuando Santiago entró en la vivienda, donde primero se dirigió, fue a las habitaciones donde vivía Francisco García Pedroso, quien trabajaba de chofer y era pariente de su mujer. Le tocó a la puerta, apareciendo Francisco, se dirigió hacia él sin mediar palabra y le propino sendas heridas de arma blanca, de las cuales le arrebató la vida. Al asomarse la mujer de éste al escuchar el revuelo, Perrita le dio una puñalada en el vientre a la señora. Saliendo de allí, se dirigió a las habitaciones donde vivía su suegra, que se encontraba acompañada de la hija de esta, dirigiéndose rápidamente a su madre política y arremetió contra ella con tal fiereza, dándole tremendos tajos con la hoz, hasta causarle la muerte. Sin conmoverse por los gritos de las víctimas, cegado ya, apuñalo a su propia esposa. El primer  pensamiento  del  asesino  fue  huir,  en  su intento, tropezó o resbaló por las escaleras, perdiendo el equilibrio y cayendo al suelo, en la caída se clavó el cuchillo que portaba en la mano, en el corazón, causándose él solo su propia muerte.

Con ligereza fueron los vecinos a avisar a los guardias, esa madrugada. Los que se encontraban de servicio, eran: Ramón Ruíz y Francisco Gallardo quienes alertados de lo que se podía oír en la calle, avisaron al cabo de Seguridad, que era: Rafael Naveas Arroyo y los tres juntos se encaminaron a dicha dirección. Al entrar en el domicilio, lo primero que encontraron, fue a Manuela Cantos Serrano, quien con las manos ensangrentadas y puestas en su vientre, la cual se encontraba mal herida, les relató que el culpable había sido su marido. Inmediatamente los agentes dieron aviso al Juzgado de Instrucción, quien de inmediato se personó en el lugar del suceso, comenzando las prácticas de las diligencias.

El Juez ordenó el levantamiento de los cadáveres, que fueron llevados al depósito municipal y ordenó el traslado en un principio, a la casa de Socorro, de las dos heridas: Asunción Serrano esposa de Francisco y Manuela Cantos la esposa del asesino, con heridas también muy graves.


El matrimonio compuesto por el autor del crimen y Manuela Cantos tenían tres hijos de corta edad, el más pequeño apenas contaba con un mes de vida. Francisco García y Asunción Serrano, un hijo de pecho. Los infantes de Perrita se encontraban en las habitaciones de su abuela y fueron los únicos que se salvaron de la ferocidad de su padre. A pesar de la hora avanzada de la noche en que se desarrolló el suceso, la noticia del mismo, se difundió por la ciudad con extraordinaria rapidez. El vecindario salió de sus hogares y se estacionó ante la casa del macabro crimen, comentando con indignación el hecho. La fisonomía moral del asesino dejaba bastante que desear. En los últimos tiempos, llevaba una vida desarreglada y sus antecedentes eran poco recomendables. Así, en el ánimo de los Egabrenses no había servido de lenitivo el suicidio del criminal. Antes al contrario; la fiera muerta se llevó al sepulcro como cortejo la maldición de sus paisanos.

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