Homenaje a los saeteros egabrenses
Con estas láminas de las Cofradías y Hermandades Egabrenses, quiero rendir Homenaje a todos los cantaores que han contribuido a lo largo de la historia a engrandecer a la Semana Santa de Cabra.
DECLARADA DE INTERÉS TURÍSTICO NACIONAL EN EL AÑO 1989
A ellos, que llenaban las calles de Cabra, en Semana
Santa con sus oraciones convertidas en Saetas, a los que no están con nosotros,
pero sí cantarán en el cielo, bien por Seguiriyas, Martinetes o Carceleras.
Sacando de mis archivos de flamenco son: Agustín
Mellado Mendoza, “El Niños Elías”, Agustín Guzmán “el Cuqui”, Pepe Hierro,
Antonio Campos “Campillos”, Mari Alguacil “Niña de la Fuente de las Piedras”,
el cojo Millán, Sierrita Cuevas “La Fortaleza”, “La Coloraita”, Rafael Alcalá
Vera, Rafael Córdoba Lopera, Manuel Cumplido Mora, Antonio Jiménez Cejudo,
Manuel Jiménez Cejudo, Carlota Mora Almagro, Antonio Vega Moreno “Vegilla”,
Curro de la Rosa, Antonio Poyato “el Peque”, José Barranco “Chicharito”, Tomás
Pavón, y José Cobo “El Niño de la Fuente de las Piedras”.
Yo pregunto ¿Dónde se puede reunir tantos y tan buenos cantaores, entre las dos generaciones unidas?
Quiero rendirle un homenaje a todos ellos, y en especial a una cantaora y saetera que su voz era tan bonita como si los propios ángeles cantaran. Doña Concha Cabello Cano.
Doña Concha Cabello de Córdoba, como a ella le gusta que la nombraran, para darle honor a su querido esposo el bueno de Manolo Córdoba.
Concha nación en un pueblo de Huesca
llamado Auger, cerca de Jaca, el 13 de Mayo de 1912. Por motivos profesionales
su padre estaba destinado allí aunque por poco tiempo, ya que era Guardia
Civil. Más tarde fue destinado a Monturque (Córdoba). Y cuando Concha contaba
con ocho años, su padre es trasladado a la ciudad de Cabra. Se instalaron en la
calle Río.
Una vez de mayor fue perfeccionando su cante, en el Centro Filarmónico Egabrense, el maestro Moral también quedó prendado de su voz, tanto fue así que pasó hacer solista del coro del centro. Intentaron contratarla en algunas compañías, pero ella decía que de Cabra no se movía.
Como esposa y madre fue ejemplar. Ella consagró su vida a su familia. Guardó un rinconcito muy especial para su hija Milagros y para su fe cristiana, que llevaba junto a su esposo, la esperanza de ver buena a su hija.
Por la enfermedad de su hija, tuvo que trasladarse a vivir un tiempo a Madrid. Estaba internada en la Fundación Jiménez Díaz, en esa Fundación había una monja de Cabra y es que aunque sea en la Luna hay un “Cabreño”.
Era Navidad y giró una visita a dicha Fundación, el Jefe del Estado Francisco Franco, estando en la capilla para escuchar misa, iba acompañado de don José Solís, la monja comprometió a doña Concha que al terminar la misa cantara estos villancicos populares Egabrenses.
CONTINUARÁ……….
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