marzo 01, 2025

Rafael Rodríguez Muñoz (Patillas)

 


Cuento-teatro






El agujero de la Sima (III)

NARRADOR ----- Mientras el médico le prepara el brebaje de la paciente para su recuperación de memoria, el sirviente del Cadí iba por la calle preguntando a cuantas personas encontraba, hasta que dio con una que le contó todo lo que quería saber, por supuesto pagándole, no tardó ni un momento en ir a contárselo al Cadí. 

SIRVIENTE ----- (El Cadí está solo en su estancia; entra el sirviente). Señor, he estado haciendo las averiguaciones que me mandó que hiciese, sobre el asunto de su hija. 

CADÍ ----- Mucho has tardado.

SIRVIENTE ----- (Inclinando la cabeza). He tenido que hacer muchas preguntas y pagar a mucha gente hasta conseguir la información, resulta que su hija está en el caserío de un tal Arturo de Juan de Escama, y que el caserío lleva su nombre. El caserío está rodeado de unos muros de piedras de gran tamaño y tiene mucha gente a su servicio.

CADÍ ----- ¿Será un cristiano con mucho poder? Aunque yo no recuerdo haber hecho trato, si he oído hablar de él, tiene mucho ganado y tierra fértil. Vas hacer lo siguiente: te voy hacer un escrito y lo vas llevar a Juan de Escama y se lo entregas a ese tal Arturo.

NARRADOR ----- Tal como le ordenó el Cadí, el sirviente llevó el escrito a Juan de Escama y se lo entregó al mismísimo Arturo, que después de leerlo se lo entregó de nuevo al sirviente. Éste recorriendo el camino de vuelta no tardó en llegar en estar en presencia del Cadí. 

SIRVIENTE ----- (Entrando en escena, el Cadí está leyendo unos papeles). ¿Interrumpo?

CADÍ ----- (Haciéndole una señal con la mano para que se acerque). No. Te estaba esperando, venga desgrana.

SIRVIENTE ----- Como tú me mandaste le entregué tú escrito en mano y él me contestó:

Ve y dile a tu amo que venga cuando quiera, dentro de dos noches hay luna llena, aquí lo espero, a él y sus esbirros.

CADÍ ----- ¿Eso te dijo? ¡Pues muy bien! Allí estaremos y nos traeremos a mi hija, aunque sea a las bravas.

NARRADOR ----- (Mientras narra, en el escenario se prepara todo para la batalla). Efectivamente llegó la noche señalada, la luna iluminaba más allá de la empalizada alta que tenía el caserío de Juan de Escama.

Ya estaban todos preparados todos con Arturo de Juan de Escama al frente.

En la parte de fuera de la empalizada, el Cadí con sus esbirros también esperan con antorchas y armas, cuando se adelantan dos hombres: el Cadí y el jefe de armas. Se paran antes de llegar a la puerta.

CADÍ ----- (Gritando). ¿Arturo… Arturo de Juan de escama?

ARTURO DE JUAN DE ESCAMA ----- Sí, yo soy. ¿Qué quieres?

CADÍ ----- Quiero a mi hija Amira que la tienes cautiva obligándola hacer votos al cristianismo.

ARTURO DE JUAN DE ESCAMA ----- Aquí no hay nadie en contra de su voluntad, como tampoco hay nadie que se llame Amira.

CADÍ ----- Si no me entregas a mi joven hija por las buenas, entonces será por las bravas. ¿Tú decides?

ARTURO DE JUAN DE ESCAMA ----- Como estás viendo estoy dentro de mi casa y la defenderé como corresponde hasta las última consecuencias. Así que largaos de mis tierras

NARRADOR ----- Efectivamente el Cadí y sus hombres intentaban entrar por todos lados, pero era imposible, llevaban un gran tronco y consiguieron romper la puerta, lo que no esperan los moros era encontrarse con tantos cristianos en aquel caserío, como tampoco espera que Arturo de Juan de Escama fuese un gran estratega. De pronto gritó el Cadí. 

CADÍ ----- ¡Quietos! (Todos se quedaron quietos como estatuas, el Cadí le extrañó que estuvieran a tanta distancia de la puerta.

ARTURO DE JUAN DE ESCAMA ----- (Dando órdenes a su gente) ¡Retirada!

RODRIGO ----- (Que era el capataz de la finca). Señor, será atacar. (Sabiendo que esa orden tenía trampa).

ARTURO DE JUAN DE ESCAMA ----- He dicho retirada, ¿no ves que son más que nosotros?

NARRADOR ----- Y todos dieron media vuelta, entonces el Cadí y su veintena de soldados avanzaron. Cuando nada más hacerlo la tierra se abrió a todo lo largo del recinto, cayeron todos a una gran zanja de más de dos metros de profundidad, y los que no cayeron en la trampa salieron  huyendo como alma que lleva el diablo.

Al instante se asomaron Arturo de Juan de Escama y toda su gente, también Amira hija del Cadí. Ahora Leonor la prometida de Arturo.

CADÍ ----- (Al ver a su hija). Hija sácame de aquí, haré lo que tú me digas, sé que me porté muy mal contigo, pero ahora te recompensaré.

SIRVIENTE ----- Tengo entendido que perdió la memoria a causa de la caída en el agujero de la sima. (Le susurró el sirviente).

LEONOR ----- No hace falta que le susurres nada. Gracias al médico y sus brebajes he recuperado la memoria y sé todo lo que pasó. Mi padre renegó de mí, así que no tengo padre, y ese sirviente tal fiel quiso salvarme la vida a cambio de hacerme su esposa y es tan cobarde que no se ha atrevido a decírtelo.

CADÍ ----- (Sacando la daga del cinturón). ¡Muere cobarde! (El sirviente cae al suelo con la daga clavada y muere). ¡Ahí tienes  al culpable!

ARTURO DE JUAN DE ESCAMA ----- No, tú eres el culpable, y serás juzgado. Precisamente mañana harán noche los Reyes de Castilla, y estarán unos días antes de seguir camino de Granada. 

NARRADOR ----- Efectivamente, los Reyes dictaron sentencia. Todas las pertenencias que había adquirido con su maldad el Cadí, les fueron devueltas a sus antiguos dueños, y en cuanto el veredicto que firmó el Rey fue que arrojaran al Cadí al agujero de la Sima, como él hizo con su hija. Como se suele decir: “Ojo por ojo”.

El Cadí de Cabra pidió clemencia, todo fue inútil, mientras caía al agujero negro de la Sima, sus gritos sonaban en el eco de la profundidad, perdiéndose en el infinito. 

TITO RAFA ----- (En el escenario solo están, el tito Rafa sentado en su butaca y su sobrino Mario durmiendo en su falda). Bueno, ya te ha dormido, como siempre, nunca llegas al final de todos modos, yo lo termino.

(El escenario de nuevo en oscuro)

NARRADOR----- (Mientras el narrador parla, por el centro del escenario aparecen Arturo de Juan de Escama y Leonor ataviados con traje de novios de aquella época y detrás de ellos todo el cortejo, alegres como de fiesta). 

Cuando todo pasó al poco tiempo, Cabra volvió a ser cristiana. Arturo de Juan de Escama por su valor fue condecorado y proclamado defensor de toda la Villa.

El nombre de Amira dejó de pronunciarse, y ya solo se escuchaba: Leonor. 

Los dos jóvenes unieron sus vidas, en una gran ceremonia en la Parroquia de la Villa, que duró varios días.

(Los novios se vienen al centro primer término del escenario, se ponen frente uno de otro y se besan) 

                                                     FIN 

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