febrero 01, 2025

José Fernández Álvarez (JotaEfeA)

 



La ventana





Tan poética ella como vulgar. Tan misteriosa como clara.

Clara como la luz que deja pasar a través del cristal, incluso estando cerrada.

Ventana al ayer cuando se mira al abrigo de la nostalgia.

Ventana que da calor al hogar si permanece atrancada.

Ventana por la que pasa la vida del niño, del joven, del abuelo, de los padres.

Cantor que se acerca a la ventana.

Se oyen versos tras la ventana, romances de jóvenes que ansían conjugar amor con pasión.

Ventanas hacia afuera pero también hacia dentro guardando secretos en la caja fuerte quizá de corazones transidos de desazón.

Envejecidas unas, relucientes otras, culpables o inocentes, fecundas o estériles, ventanas iluminadas de profundos destellos o cubiertas de tenebroso matiz.

Porque la ventana tiene ojos. Son los ojos de la casa, son los ojos de su morador.

Lugar por donde mirar, asomado débilmente tras el visillo cómplice de nuestro afer clandestino tras la ventana más voyerista.

Espacio de luces y sombras, por donde el “ventus” latino define la etimología de su singularidad.

La ventana, ayer “hiniestra”, es la “abertura” o “respiradero” de hoy. Fue la culta “fenestra”, cantada, pintada, poetizada en culpas y salvaciones, hasta defenestrar al malhechor o tal vez al honesto traicionado.

Ventanas tristes, contentas, ojerosas, nuevas, viejas. Ventanas con corazón. Son luz, representan la luz, pero la luz se apaga. Y al cerrar la ventana, termina el viaje de mirar, de ver, de soñar, de curiosear. Como las ventanas de los ojos. Solo queda oír, pensar, recordar …


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