febrero 01, 2025

Vicente Palomar Arroyo

 


Felicidades Andalucía






Suele ocurrir que cada vez que llega una fecha del calendario, las personas hablemos de un determinado asunto. Por ejemplo, el 14 de febrero se motiva para hablar de amor, el próximo 8 de marzo de la mujer o el próximo 21 de marzo de la primavera… Una vez pasada la fecha el silencio cae sobre aquello que fue objeto de estudio, debates, comentarios, etc…

Hago esta reflexión inicial a propósito de otra fecha próxima del calendario: el 28-F en el que se conmemora de forma oficial el Día de Andalucía.

Al igual que en casos anteriores (el amor, la mujer o la primavera) se desbordan muchas conclusiones de la fecha, por muy importantes que las conmemoraciones y celebraciones en torno a ese día se toma como referencia. No pretendo con esto pedir planteamientos de rechazar las celebraciones por considerarlas algo falso o artificial. Todas las celebraciones, recuerdos, conmemoraciones… son buenas. Así se limpian muchas cosas, así se crean tradiciones y así se ponen en primera línea cuestiones que afectan, de una manera u otra, a la mayor parte de la sociedad.  Pienso que el problema radica cuando el asunto que se conmemora o celebra es considerado como importante porque lo estamos celebrando.

La conclusión más “destructora” que se podía sacar de una situación así, es que lo importante no es lo que se conmemora, sino la conmemoración, la fiesta que, por lo general lleva consigo la misma.

Nuevamente, como cada año, el pueblo andaluz se presta a vivir una jornada festiva teniendo como objetivo la celebración del día de su tierra, del Día de Andalucía.

Nuestra especial filosofía ante la vida nos hace dulcificar la vida misma. Nuestro lenguaje universal sigue siendo la sonrisa y el ingenio. Pero aparte del aspecto festivo que este día tiene para todos, es necesario reflexionar sobre la naturaleza del mismo, sobre la esencia de lo que se celebra. En definitiva, es necesario reflexionar sobre Andalucía.

Y reflexionar sobre Andalucía, nos lleva a afrontar directamente su situación real, y a tener la voluntad de transformar dicha realidad, si esta no es la deseada. Plantear un modelo ideal, en consecuencia ficticio, aunque lo suficientemente atractivo, puede llevarnos a provocar y favorecer la visión de los propios andaluces.

Se nos habla de Andalucía como recipiente de culturas, como puerta de Europa, y se nos sugiere, directa o indirectamente que Andalucía está en mejores condiciones que nunca. Estas afirmaciones, que se hacen precisamente cuando son muchos los retrasos que hay que subsanar, se enmarcan dentro de un contexto de política engañosa, en la que se somete al pueblo andaluz a una permanente “ilusión”.

Los diversos pueblos y culturas que a lo largo de milenios habitaron Andalucía, dejaron su particular huella para conformar un pueblo diferenciado, con personalidad  e identidad propias, cuya sustancia original al mezclarse con aportaciones culturales extrañas actúa como impulsor para terminar resumiendo y enriqueciendo esas aportaciones.

Es necesario que Andalucía se encuentre a sí misma, que conquiste un terreno propio de decisiones, que defina un modelo de desarrollo en todos los aspectos, políticos, económicos, social, cultural…, en consonancia con su potencialidad y con el claro objetivo de alimentar el carácter singular de la personalidad de los andaluces, evitando la imitación de una supuesta “cultura universal”.

Para mí, Andalucía es algo tan grande, de tal importancia, que los andaluces tenemos necesidad urgente de seguir tomando cada vez más conciencia de ello. Sólo así seremos capaces como “pueblo”, de ser dueños de nuestro propio destino y convertir esta tierra y sus gentes en el sueño idealizado que el Padre de la Patria Andaluza Blas Infante soñó: una tierra de prosperidad y de libertad. Una tierra donde no haya uno de cuatro andaluces, en edad de trabajar, parado, o donde el fraude y la corrupción arrojen una imagen de nuestra tierra de figura negra y perfiles negativos.

Es de urgencia y necesidad que nuestra tierra se siga organizando, estructurando y creando su propia identidad, no para utilizarla como arma para lanzar a otros “pueblos” de España, sino para, en el marco de ella, defender los auténticos intereses de nuestra Andalucía.

Si  los  andaluces  no tomamos conciencia de esta necesidad,  será poco lo que  tengamos que celebrar el 28-F: DIA DE ANDALUCIA.


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