Relatos: La Hora del miedo
Inocente
Llegué
a casa, había sido un día duro en el trabajo. Mi profesión era abogado; tenía
un pequeño gabinete en la ciudad. Como todos los días me dirigí a los juzgados;
el juicio de hoy no salió como esperaba. Mi defendido fue declarado culpable
por el tribunal. Yo tenía mucha confianza en él. Hice lo que pude pero no fue
suficiente.
Carlos,
mi cliente, no pudo más y totalmente derrumbado gritaba con fuerza que era
inocente, mientras se lo llevaban a los calabozos. Allí pasaría los próximos
diez años; su delito, un robo violento a mano armada. Yo siempre supe de su
inocencia, mi intuición me lo decía.
Me
disponía a darme un baño para poder relajarme un poco de este día tan duro.
Abrí mi armario y cogí ropa para ponerme cómodo. Al darme la vuelta me pareció
ver que en la colcha de la cama estaba arrugaba, como si alguien se hubiera
sentado en ella. Me resultó raro, pero pensé que habría sido mí perro. Podría
ser que se hubiera tumbado sobre ella… Aunque él no solía subirse a la cama. Yo
continúe con lo mío.
Entré
al baño y me dispuse a quitarme la ropa. Al mismo tiempo que me desnudaba noté
una brisa fría que hizo que se me erizara el pelo.
-
¡Qué frio hace hoy!
Al
terminar de ducharme el cristal estaba empañado por el vapor del agua; algo muy
normal. Lo extraño fue que sobre el cristal parecían haberse formado varias
letras. No se podía leer bien; solo una i. Esa si sé veía claramente.
-
¡Qué detalle más curioso! pensé sin darle mayor importancia.
Me
dirigí al salón y me puse una vaso de whisky. Mientras me lo servía noté como
si alguien detrás de mí echara su aliento frío sobre mí nuca. Rápidamente me
giré, pero no vi nada. De pronto mi perro se quedó mirando fijamente a las
escaleras… Sus ojos no parpadeaban. Lo llamé pero no hacia caso alguno. Por un
momento vi como iba metiendo su rabo entre las piernas y se escondía debajo la
mesa. Intenté sacarlo de allí para tranquilizarlo, pues se
Un sonido me alarma. Es el móvil; un
mensaje que no tenía destinatario reconocido. Abrí el mensaje pero solamente
ponía una palabra.
- “Inocente, inocente”
Pensé que sería de algún familiar de
Carlos indignado por la sentencia. Decidí encender el ordenador para ver mis
correos. Cuando abrí el correo la misma palabra del mensaje que recibí en mí
teléfono inundaba toda la pantalla.
- “inocente, inocente”
- “Esto ya no suena nada bien”
El mensaje del teléfono podría haber
sido cualquier familiar de Carlos, pero y el ordenador… De pronto sonó el
timbre de la puerta. Miré mí reloj; eran las once de la noche. Algo tarde para
recibir una visita. Me acerqué a la puerta. Una vez más volví a sentir ese frío
que hizo que se erizara todo mí pelo en el baño. Era Carlos.
- “¡Carlos por dios!” “¿Qué haces
aquí, te has escapado?”
- “No”
- “¡Cómo que no, si tú condena era de diez años!
- “Me han dejado despedirme de mí familia”
Yo lo miré pensativo. Eso no podía ser.
- “Solo vine a decirte que soy inocente”
Se marchó rápidamente. Me dispuse a
llamar a la prisión donde se suponía que debería estar Carlos cumpliendo
condena. Iba a avisar de que se había fugado. Pero antes de descolgar recibí
una llamada del Centro Penitenciario.
- “ Sí, dígame”
- “Le llamábamos para comunicarle que su cliente Carlos Álvarez hoy a las cinco de la tarde ha sido encontrado sin vida en su "celda".
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