Relatos: La Hora del Miedo
El piso de arriba
{La noche me atormenta. Esa noche con su silencio, esa noche oscura me atormenta. Deja que pueda descansar esta noche, pues en realidad “ella” me atormenta}
Estas eran las primeras líneas del libro que estaba leyendo Elías. Le gustaba leer libros de misterio, terror y leyendas… Aunque en realidad él no creía nada de lo que en aquellos libros solía leer. Era de los que tenía que ver para creer. Pero este libro le tenía atrapado, no podía dejar de leerlo. De repente escuchó un ruido en el piso de arriba. A Elías le extrañaba ya que allí no vivía nadie. Hacía años que aquel piso estaba cerrado. Allí nunca vio a nadie entrar ni salir de aquel lugar.
Los ruidos seguían. Escuchaba pasos y un goteo constante de agua… Parecía como si hubiera algún grifo que no estuviera bien cerrado. Decidió subir por si hubiera alguien y así alertarle sobre el goteo del agua. Tocó al timbre pero no respondía nadie. Así que llamó dando un fuerte golpe en la puerta y esta sola se abrió. Una vez abierta se dispuso a entrar.
- “Buenas, hay alguien aquí”
No obtuvo respuesta. De pronto escuchó como si dos niños pequeños estuvieran correteando y jugando en esa casa. Al mirar las habitaciones comprobó que estaban todas cerradas con llave. Siguió hasta el salón… Allí se encontraban los niños, dos pequeños de unos cinco y tres años. Mientras jugaban y reían sin darse cuenta de que Elías estaba allí. Intentó llamar su atención, pero fue inútil. Ellos seguían con sus carreras y juegos. Escuchó un ruido en la cocina. Se aproximó y se encontró a una mujer de unos treinta años. Su aspecto era de sufrimiento, pues tenía la cara pálida y unas grandes ojeras. En la mesa había una botella de ron y ella tenía un cigarrillo en la boca. Con la ceniza a punto de caer al suelo…
- “Joven, perdón por entrar, pero la puerta estaba abierta. Quería avisarle de que se le ha quedado un grifo abierto”
Ella lo miró fijamente, tenía la mirada perdida y fría. Sin articular palabra se dirigió hacia el baño y se acercó a la bañera; por fin cortó el grifo. Ella siguió a sus quehaceres sin hacer el mínimo caso a su presencia. Al ver aquella frialdad en ella decidió marcharme a su casa.
A su cabeza le vino lo raro de toda aquello. En todos los años que llevaba viviendo allí nunca vio a esta familia… Eran un poco raros la verdad.
Se acostó y al cabo de veinte minutos se volvieron a escuchar otra vez los mismos pasos, las carreras y el goteo de aquel grifo. Esta vez decidió no subir, iba a intentar dormir. Al día siguiente hablaría con el conserje para que hablara con aquella familia.
Acababa de amanecer, sé arregló y sé dispuso a ir al trabajo. Bajó hasta la portería y allí se encontraba el conserje. Aquel hombre llevaba más de cuarenta años trabajando allí y era muy querido por todos. Le comentó el tema de los ruidos de aquel piso. Le hizo saber que debería hablar con aquella familia para que tuvieran más cuidado con la grifería. El conserje le miró extrañado…
- “No señor, debe usted estar confundiendo el piso.
- “No, no. Estoy seguro, es el que está encima de mí. El piso número siete de la tercera planta. Yo mismo subí anoche y les avisé, pero pasados unos minutos el grifo volvía a gotear”
El conserje le miró y cerró por un momento los ojos.
- “Ese piso lleva más de treinta años cerrado señor”
El marido perdió la cabeza y ahogó a sus dos hijos en la bañera… Su mujer no pudo aguantar aquel dolor que le produjo aquello y se ahorcó en la cocina.
Elías con la cara desencajada salió de la portería…
Aún están esperando que regrese, pues no se supo más de él.
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