CORPUS CHRISTIS EN CABRA
La celebración solemne del Corpus Christi es uno de los acontecimientos más antiguos y llamativos de la Cristiandad. El culto a la Eucaristía sirvió de catalizador para depurar actitudes y celebraciones que, con frecuencia, caían en el terreno de la superstición. Con una prudencia que hoy sorprende, la autoridad religiosa admitió la presencia de elementos paganos en los actos públicos, utilizándolos como sujetos de contraste y quizás también por un poco de miedo a las consecuencias que pudieran derivarse de su eliminación total.
En todo caso, la fiesta del Corpus Christi y su Octava sintetizaba y representaba una especie de microcosmos en el que unían lo humano y lo divino, el bien y el mal, el fervor religioso y la fiesta pagana. Clérigos, saltimbanquis, gigantes, danzantes, fieras, canciones religiosas, gitanas bailando, representaciones teatrales… todo o casi todo era posible ese día. No olvidemos, sin embargo, que el ojo avizor de la inquisición estaba al acecho y que las penas podían llegar a muchos años de prisión o incluso a la muerte. Pero también es verdad que las cosas se han sacado de quicio en algunas ocasiones y que la realidad es que el número de condenados fue mucho menor que el que se ha venido atribuyendo a este Tribunal; sin que pretendamos justificar con ello, en absoluto, cualquier condena a las ideas, aunque estas sean de índole religiosa. Dejemos pues, la cuestión en este punto; es decir, que la Iglesia en principio permitió la coexistencia de elementos religiosos y paganos en la celebración.
Comparemos por un instante, la procesión del Corpus con las de Semana Santa. Durante los siglos XV y XVI los desfiles procesionales sobre la vida y la muerte de Jesucristo son de tipo penitencial, con disciplinantes, empalados, austeridad en las túnicas y pasos, silencio, todo en silencio…
El, siglo XVII traerá
el barroquismo cofradiero, el lujo de las imágenes, soldados romanos, judíos,
convites a los cofrades, dinero, mucho dinero en ropa, cohetes, funciones
religiosas multitudinarias… La procesión empezaba a convertirse en espectáculo.
Como contraste la procesión del Corpus fue siempre una explosión de colorido y alegría. Y es lógico que así fuera, dada la intención de exaltar la eucaristía y el triunfo de Jesucristo.
La existencia de una cofradía al Santísimo Sacramento es un hecho bastante normal a mediados del XVI en los núcleos urbanos de cierta importancia. No obstante, hay que remontarse al siglo XIV para buscar el origen de las manifestaciones públicas sobre este tema.
En tiempos del Papa Juan XXII (1316-1334), este prelado dispuso la celebración de la Octava del Corpus con manifiesto de Su Divina Majestad. Esto dio pie a la construcción de suntuosos manifestadores, tabernáculos de altar, lujosísimas cruces y ostensorios para las procesiones de la Octava del Corpus, que eran todavía de carácter claustral.
Por una vez, al menos, el elemento supersticioso iba a ayudar a la difusión del culto al Santísimo Sacramento. La Peste negra, que azotó a Europa a mediados del siglo XIV, con un saldo de muertes estimado en cerca de veinticuatro millones de personas, trajo la idea de que aquella persona que contemplara la Sagrada Forma, no podría morir ese día.
No faltó algún predicador, también, que afirmara que las epidemias eran una muestra de la ira divina por la maldad del hombre y la depravación de sus costumbres, con lo que el miedo a la muerte y un deseo de renacer a través del arrepentimiento y la penitencia, condujeron a una inusitada presencia de fieles en las iglesias, que pronto resultarían pequeñas.
El fervor religioso trajo también la prosperidad económica a la Iglesia. Dotes de novicias, testamentos de doncellas, limosnas constantes, diezmos pagados con puntualidad… todo ello permitió la construcción de grandes conventos, iglesias y catedrales. Al propio tiempo, lujosas custodias, altares riquísimos en escultura y pintura…
Sin embargo, ya hemos indicado que a veces se cometían excesos, que la Iglesia observaba con preocupación. De ahí que el Concilio de Trento tratara de reconducir la situación.
Antes de Trento, las cofradías se limitaban casi exclusivamente a hermandades de Gloria dedicadas a un santo patrono o a alguna advocación de la Virgen, como es el caso de la cofradía de la Virgen de la Asunción en nuestra ciudad, en algunas localidades, como en Cabera, ya existía una estación penitencial, la de la Vera Cruz, generalmente.
La doctrina de Trento (1542-1563) sobre las cofradías y su expresión pública en el desfile procesional es muy clara. La procesión es una inmejorable forma de popularizar la liturgia, de que el elemento laico participe en la difusión de la doctrina cristiana. El término “laico” es aceptable aquí en sus dos acepciones de no-religioso y no-creyente, según se puede deducir del mensaje del 4.º Concilio de Letrán (1215), que divide a la comunidad en cuatro únicos sectores. Clérigos, monjes, frailes y laicos. Es decir, el clero, tanto regular como secular, frente al ciudadano normal.
(sacado de un trabajo de don Antonio Moreno Hurtado para la Opinión)
CONTINUARÁ ...........
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