septiembre 01, 2025

Relatos de historia

 Poetas egabrenses del siglo XX
Por: Antonio Fernández Álvarez


Manuel Ruiz Madueño
"Poeta" o el "cordobes"

Nació en Cabra el día 4 de diciembre de 1920.

Yo era un adolescente cuando me cruzaba con él por la calle. Me habían dicho que era un loco, un bohemio e incluso un provocador. Por su aspecto desaliñado, verlo con su sombrero cordobés resultaba algo raro, pero quizás solo estaba necesitado de charla y cariño. Por ello, a falta de mejor compañía, podías verlo caminando con aquella gallina que, durante unos días, fue su fiel compañera.

Por su portentosa capacidad de improvisar, que tenía Manuel Ruiz Madueño, realizaba sobre la marcha algún verso, bien de viva voz cuando te paraba por la calle, en una cuartilla o incluso en una servilleta de papel; hay quienes conservan con cariño sus poemas.

Les dejo un poema que me regaló un amigo, el cual me dijo que se lo había dedicado Manuel Ruiz Madueño:

Agua cristalina y pura
de la Fuente del Río,
que en frenesí de locura
se desborda en regadío.

Revestido de hermosura
el pueblo donde he nacío,
quiero anotar con mi pluma
tu inefable poderío,
que no hay fuente ninguna
como la Fuente del Río.

Manuel Ruiz Madueño, “El Cordobés”, bebedor como los poetas tabernarios franceses. Loco, como también llamaban a Juan Ramón Jiménez en su pueblo, Moguer, cuando caminaba hablándole a su borriquito Platero. 

En cualquier caso, Madueño fue una persona ubicada fuera de las normas aceptadas por la sociedad de su tiempo; por ello, hubo quien lo echó, se lo quitó de en medio. Molestaba.

Ya has visto que se están empeñando las personas “cultas” de Cabra en volverme loco de verdad. Digo las personas cultas entre comillas porque son todo lo contrario.
(Fragmento de una carta a su amigo, el maestro don José Rodríguez López).

Lo encerraron. Sufrió un triste deambular por la Unidad 20 del Hospital Psiquiátrico de Alcolea (Córdoba). Electroshock y cartas, muchas cartas remitidas a los amigos que no lo abandonaron, solicitando S.O.S. de ayuda.

En sus misivas escribía:

Me hicieron ficha aquí. ¿Por qué delito? En calidad de reo peligroso —¡pobre de mí!—. Y eso significaba adquirir un cartel de loco y volver, por cualquier tontería, otra vez. Los médicos me han dicho que, en cuanto el señor juez mande mi libertad, no me admitirán aquí nada más que de visita.

Pero el señor juez no da su brazo a torcer. ¿Por qué me cree un delincuente? Habladle a ver si lo convencéis de lo contrario. El médico de mi sector le ha comunicado tres o cuatro veces que aquí no tengo que hacer nada, porque estoy dado de alta clínica… desde que ingresé.

Quiero que me mandes… “lo que tú quieras” y, además, palabras de aliento, para combatir estos últimos días de tedio forzoso en este “Nido del Cuco”.

Y allí escribía. Nunca dejó de escribir. Y soñaba, soñaba con publicar su primer libro.

En sus misivas se apagaba su vida, su soledad, su tristeza, y su dolor era palpable, añorando su salida.

Está próxima mi vuelta. Tengo que resistir como sea…

Cuando salga de este “Nido del Cuco”, será para no volver más, te lo juro…

Duelen los poetas sinceros —dice en otra carta al maestro Rodríguez López—, contento porque el señor juez ha sobreseído mi causa.

Al mismo tiempo, le pide “una sorpresa” para humo, papel de escribir y otras gracias. Esta era su forma de pedir en sus cartas al reducido número de amigos que lo ayudaron y lo sostuvieron económicamente. Desde el psiquiátrico enviaba continuas cartas, la mayor parte rimadas, solicitando ayuda económica y gestiones para poder salir.

Un amigo, Florián Valentín, publica un artículo en La Voz de Córdoba el 01/09/1981 en el que hace un llamamiento para que no lo vuelvan a internar en el psiquiátrico.

Sí, salió del manicomio, pero ya para no volver a Cabra. La última etapa de su vida transcurrió —hasta su muerte, ocurrida el día 4 de marzo de 1982— alejado de su tierra y prácticamente abandonado por todos, en la residencia sevillana de la tercera edad de Montetabor, en Ginés. Hoy, sus restos reposan en la bovedilla número 1811, en la calle La Esperanza, del Cementerio San José de nuestra ciudad.

En 1991, editado por el M. I. Ayuntamiento de Cabra y la Excma. Diputación Provincial, se publica un libro que recoge una selección de sus poemas. Con el título Flores tardías, un libro que, aunque tarde, nos sirve para recuperar la figura literaria, y sobre todo humana, de Manuel Ruiz Madueño, un poeta tan incomprendido en su tiempo que, en respuesta al trato denigrante que recibía, en una aceptación irónica del papel que se le asignaba —a la vez que como un aldabonazo en la conciencia de muchos—, se hizo imprimir unas tarjetas en las que figuraba: Manuel Ruiz Madueño. Ciudadano de tercera.

Desde estas líneas, en la revista Cabra, culta y poética, hemos querido hablar del artista, quizás poco reconocido, probablemente olvidado por muchos, pero hecho inmortal por sus poemas y, lo más importante, acordarnos del hombre, para unos extravagante, bohemio y loco. Pero que en su versión lírica, supo mostrar las realidades más significativas de Cabra y lo hacía de la manera más natural y espontánea.

Foto de Manuel Ruiz Madueño en la fuente que había en su casa de la calle La Cruz



Fotos de Manuel Ruiz Madueño
en compañía de amigos

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