diciembre 01, 2025

Isabel Natalia García Ruiz

 


Cuando escasea la luz,
los lobos acechan





Sé que quizás es un poco desusado comenzar de esta manera, pero lo tengo que decir: con el dibujo que os traigo este mes he sentido mucho enfado, frustración y exasperación.

Ahora que estamos cerca del invierno, apenas hay luz natural. Aquí, en Escocia, amanece a las ocho de la mañana y anochece a las cuatro de la tarde. Pero para cuando estéis leyendo esto en diciembre, amanecerá a las nueve y anochecerá a las tres de la tarde; es el mes más oscuro. No sé si con decir esto comprenderéis de lo que hablo, pero para alguien que disfruta dibujar con luz natural es muy frustrante. Prácticamente no se ve la realidad de lo que se dibuja, y la luz amarilla artificial del interior de una casa no ayuda: cambia los colores y la percepción del dibujo. Y sí, por eso me enfadaba: porque, aunque era de día cuando dibujaba, la luz era escasa debido a los nublados.

Pensaréis que ahora mismo estoy usando este espacio para desahogarme, y no. Porque después de la frustración venía un pequeño ratito de alegría cuando una nube dejaba pasar un rayo de luz por mi ventana. Lo que quiero decir con esto es que, a veces, un proceso creativo no es maravilloso y agradable, aunque al artista le guste crear. Sí, estoy contenta con el resultado del dibujo, pero a veces pienso que se romantiza mucho este mundo, cuando muchas veces no es color, líneas y alegría. Uno disfruta, por supuesto, pero a veces la idea que quieres plasmar no sale, te equivocas en una línea o, como en mi caso, el ambiente no ayuda.

Ahora bien, ya que os he dado un toquecito de realidad, aquí va otro. Además, ya lo he mencionado al principio: es diciembre y estamos a oscuras. No me malinterpretéis: a pesar de que la falta de luz me frustre para dibujar, me gusta el hecho de que combatamos esta oscuridad con luces navideñas en las calles, árboles decorativos en las casas, velas, películas, libros, mantas y chocolate caliente. Dicho así, todo suena maravilloso.

Pero la oscuridad no solo trae a una artista frustrada acompañada de chocolate caliente, sino que también trae a los lobos. En diciembre, las presas escasean, por lo que los lobos se acercan más a los pueblos y los rebaños están más vulnerables. Por eso, diciembre para muchas culturas rurales es el inicio de la temporada de lobos, y es conocido como «el mes en que el lobo baja».

Esto hizo que se desarrollaran rituales, protecciones y remedios para proteger al ganado. Aquí es donde interviene el acónito. A pesar de ser una planta que florece en verano, su raíz y tallo conservan sus toxinas durante todo el invierno. De hecho, se decía que su poder aumentaba cuando la luz decrece. Para la herbología y la brujería popular, era una “hierba negra”, y además se puede encontrar en varias zonas montañosas de España.

El acónito también es conocido con el nombre de matalobos (wolfsbane en inglés, un término que quizás os suene más). Una de las maneras más comunes de utilizarlo en la antigüedad era preparar un ungüento con esta hierba negra para untarlo en las flechas que darían caza al lobo. En muchas historias se decía que la flecha que contenía acónito dormiría al lobo antes de matarlo, y que estos preparados además eran realizados por brujas.

Todo esto ha dado lugar a historias y mitos, como los de hombres lobo y cazadores que usaban esta planta para romper maldiciones. Además, ha inspirado la ilustración que os muestro finalmente, donde vemos a un lobo atravesado por el acónito, como si fuera la flecha impregnada de esta hierba. De esta manera, se unen la historia, el folclore y el simbolismo provocado por las noches largas, la oscuridad, el frío y un mundo rural rico en supersticiones.



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