octubre 01, 2025

Miguel Ángel Moral Quero

 



Herencia de Miguel







Me dieron un nombre,
y no era solo un nombre:
era la raíz de una historia,
el eco de una amistad verdadera,
el abrazo entre la fe y el arte,
entre la palabra y la madera.
 

Sacerdote Don Miguel Vacas
Me llamaron Miguel
porque antes lo fueron otros hombres
que dejaron huellas imborrables.
Un sacerdote y un escultor,
dos amigos de mi padre,
dos luces que alumbraron un camino
que hoy sigue ardiendo en mí.
 
Con el tiempo comprendí
que aquel nombre era herencia,
era un tesoro invisible
que no se guarda en cajas
sino en la sangre,
en la memoria,
en lo más íntimo de la voz.
 
Mi padre me lo entregó con orgullo,
como quien entrega un faro
para no perderse en la tormenta.
Y yo lo llevé conmigo,
sintiéndolo crecer,
sintiéndolo arder en cada paso.
 
Después llegó mi hijo,
y en sus labios de niño
volvió a nacer el nombre.
Miguel otra vez,
Miguel siempre,
Miguel como un río que no se detiene,
como una antorcha que pasa de mano en mano
sin apagarse jamás.
 

Miguel Arjona Navarro, y yo en sus brazos



Ya no somos uno solo.
Somos dos voces unidas,
dos llamas en la misma hoguera,
dos caminos que se encuentran
en el mismo destino.
 
Miguel ya no es solo un nombre.
Es oración y recuerdo,
es arte y fe,
es familia y eternidad.
Es el legado más puro
que nos hace permanecer
cuando todo lo demás se disuelve.
 
Y mientras la vida siga,
mientras mi hijo aprenda a ser hombre
y yo recuerde la voz de mi padre,
Miguel seguirá resonando
como campana que no se cansa,
como herencia viva
que el tiempo jamás podrá quebrar.

 

Don Miguel Vacas y don Miguel Arjona

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