Septiembre ha vuelto
El astro Sol, cansado y aburrido de
su vehemente pasión, empieza a jugar al escondite con nubes y aires norteños.
Esta mañana, una brisa fresca ha bajado por las faldas de la sierra,
acariciando suavemente olivares, viñas y huertos, penetrando con un efecto
balsámico en la población. Son aires frescos que calman la exaltación de la
fiesta y refrescan la dermis de hogares y calles del tórrido estío.
Cigarras y grillos van apagando su
sonoro frenesí, mientras las tímidas salamanquesas se retiran hacia sus
cuarteles de invierno. Hace ya unos días que otra traca final cerró el ciclo:
septiembre ha vuelto.
Mientras paseo, reconozco, contemplo, pienso…, busco en la memoria trocitos perdidos de mi pasado. Pedacitos de mi vida que extravié por la senda ya andada. Intento unirlos, ordenarlos, coserlos, para que el olvido no me alcance, no me llegue, para que no me atrape.
En el Paseo, Don Juan, impertérrito desde su posición dominante, ya augura en su mirada pétrea, entre castaños de indias, acacias, árboles del amor, plátanos, olmos y tilos, una nueva y fría soledad.
Se oyen niños en el colegio de la
esquina. El nuevo curso se estrena. Los padres aleccionan a sus retoños antes
de soltarlos de la mano, pero ellos ya ni los oyen, ni los ven; su único deseo
ahora es desatarse para reencontrarse. Fundirse para compartirse en la estación
de la inocencia.
Hay algarabía entre los chiquillos. La
mayoría hablan, gritan y ríen. Otros, los nuevos, no paran de llorar. Son días
de estreno, con olor a libros nuevos, a guirnaldas de lápices recién afilados,
a gomas Milán, a cola de pegar, a plástico de forrar...
En las cocinas ya hay membrillos y
gamboas para hacer “carne” y también compota. Nueces, castañas, uvas y
gachas de mosto. Los higos son puro néctar y, si sobran, pan de higo. Unos
caquis maduran en la alacena encima de unas tazas. Coronadas, llegan al frutero
las primeras “granás”, encarnadas y
doradas. Se embotan los sobrantes de huertas y frutales. El gran empeño puesto
en preservar la integridad de los alimentos será buena recompensa cuando regrese
el frío invierno.
En una esquina, suena el agua en el
pilón. En su gorgoteo viajan sensaciones y emociones ancestrales, difíciles de
describir, me hipnotiza, me da la paz y el consuelo para seguir, el aliento para
renacer. En el centro del patio, un pozo. Aspidistras, esparragueras y helechos
rodeaban su brocal donde mi abuela me daba “agüita” fresca, en la calle que
llaman de Los Huertos, un vergel perdido. Desde abajo, la cuesta de San Juan
hace honor a su nombre, pero la magia surge cuando menos lo esperas y de una
casa solariega brota y navega hasta mis oídos una soleá:
“Soleá no es estar
solo,
es estarte a ti
queriendo
y que tú quieras a otro”
A intramuros, en el mirador de la
muralla, la tarde acecha, los días se acortan y las sombras se alargan. La
ermita solitaria se dibuja sobre la silueta serrana mientras el cielo, herido
por un sol huidizo, empieza a desangrarse. Abajo, las huertas cansadas y
rendidas se relajan. Se encienden las calles y la Plaza Vieja se llena de vida
y papas fritas. Alrededor de la parroquia bulle la gente con “rebequitas”
en el brazo y, entre sus muros, olor a nardos y calor de velas, murmullos y
rezos de rosario, peticiones y promesas, fervor y unción.
Septiembre, mes de cambios y
contrastes, de bandera y tambor, polvo del camino y
olor a feria, de encuentros y motivos de felicidad. De finales y comienzos, de
risas, alegrías y lágrimas. De reencuentros y despedidas, de holas, hasta
luegos y adioses, de abrazos y besos familiares. Donde agosto te regaló unos ojos verdes que acariciaron tus
sueños y septiembre te los quitó. Traqueteo de maletas de ida y vuelta llenas
de porvenir. Melancolía del pasado y alegría por lo que ha de venir. Donde un
círculo se cierra, otro a su lado se abre cargado de futuro, lleno de vida.
Estoy aquí y me parece que volví de
un largo viaje para reencontrarme con el camino abandonado. Retomo senderos ya recorridos.
Me sumerjo en mi memoria para volver a captar con todos mis sentidos las
sensaciones de un tiempo que no quiero ni puedo olvidar. Toda memoria tiene un paisaje, todos mis paisajes tienen
memoria.
Seguiré deambulando en este
septiembre hasta que San Miguel, con su veranillo, lo agote. Aguardaré a que
octubre me regale sensaciones y emociones nuevas, convencido de que su
estallido dorado lo teñirá todo.
Angel Pérez Campos
Nota. - Hace exactamente un año, tuve la suerte de
compartir con vosotros mi primer trabajo en esta maravillosa revista. Hoy,
regreso a él para despedirme por un tiempo, que espero sea lo más breve posible.
Quiero daros las gracias por vuestro cariño y por todos los elogios que me
habéis dedicado. Ahora, necesito hacer una pausa para tomar aliento y renovar
mi energía.
Gracias. Hasta siempre.
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