octubre 01, 2025

Al cierre

El pasado día 13 de septiembre, en la Sala “Pepita Jiménez” del Conservatorio Elemental de Música “ISAAC ALBÉNIZ”, no solo asistimos a la presentación de un libro, un poemario titulado “LA LÍRICA DE MIS CIRCUNSTANCIAS”, sino que también tuvimos la oportunidad de disfrutar de un recital poético donde la literatura y la música se unieron. La casa natal de nuestro admirado don Juan Valera, hoy sede del Conservatorio Elemental de Música Isaac Albéniz, era el mejor escenario posible para este evento.

En el argot taurino, podríamos decir que teníamos a tres grandes “espadas” que hacen de la poesía un universo mágico al recitar con sus voces: Rafael Luna Leiva, Javier Ariza Campos y Antonio Roldán García. En la velada, también tomó la alternativa mi hermano, un novel en estas lides y autor del poemario, José Fernández Álvarez. Creo que quienes lo conocían por su faceta de músico quedaron gratamente sorprendidos, no solo por su calidad literaria y poética, sino también por su forma de declamar cuando nos recitó algunos de los poemas de su libro.

Los poemas que recitó fueron:

“A ti Dolorosa”, “Otoño en mi retina” y “Vivir septiembre”.

A estos se sumaron los recitados por los otros poetas: Rafael Luna con “Andalucía Glase” y “Fe y papelillos”; Javier Ariza con “Cabra, la cordobesa” y “Bendita barrida blanca”; y Antonio Roldán con “Tristeza” y “La Ventana”.

Todos los poemas fueron acompañados por la música de María de los Ángeles Espinar Canela (guitarra), Cecilia de los Ángeles Fernández Espinar (piano, bandurria, guitarra y voz), y José Fernández Espinar (handpan, bandurria y laúd). La combinación de todos estos talentos nos dejó en la retina y en los oídos un espectáculo digno de un gran teatro, que fue gratamente disfrutado por los numerosos asistentes que llenaron la sala.


 Octubre de despedida

La Divina Serrana,
en andas de viaje,
vestida de madrugada,
se abre paso por las calles de Cabra.

Llega a la Parroquia de la Barriada
y, mientras se entona la salve,
despierta radiante la mañana.

Hermosa mañana,
y, sin embargo, triste,
pues despedimos a la Soberana:
tu presencia cercana
se nos apaga.

Al llegar al paso a nivel,
tu mirada se vuelve hacia el Hospital.
Tu pueblo, entre lágrimas y fe,
te aclama con ardor:

¡Madre amada de la Sierra,
no nos niegues tu favor!

Tiramos de los cordeles,
comienza el ascenso duro y veloz
hacia el Picacho,
destino inevitable,
cumbre de esperanza,
punto de peregrinación
hasta el cuatro, a las cuatro,
del septiembre soñado.

En tu Casita Blanca,
en el Camerín de la Sierra,
ya te han colocado.

Con un rosario de plegarias
me despido de mi Virgen guapa.
Hasta el año próximo,
cuando mis pasos
vuelvan a acompañarla.

Antonio Fernández Álvarez (Escribidor de sueños)

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