octubre 01, 2025

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 Cabra, culta y poética 

Este blog pone a disposición de ustedes, en este formato digital, la revista en PDF "Cabra, culta y poética" que desde el mes de junio del pasado año 2023, estamos editando. Nos complace y nos congratula muchísimo a todos los colaboradores, creer que nuestra revista contribuye de algún modo a la promoción de la cultura de nuestro pueblo.

La única pretensión del mismo es facilitar que los contenidos de la revista  puedan llegar a un mayor número de usuarios, sobre todo aquellos que usan las nuevas tecnologías. Nosotros procuraremos abarcar  el mayor número de campos culturales que nos sea posible: literatura, música, pintura, etc.

CONTENIDO:  

— EDITORIAL
—RELATOS DE HISTORIA

COLABORACIONES:

— RELATOS
— REFLEXIONES
— ENSAYOS
— TEATRO
— POESÍAS
— DIBUJOS
— LIBROS RECOMENDADOS
— FOTOS
— VIDEOS 

CONTACTO:

Email de contacto: cabracultaypoetica@gmail.com
https://cabramilenaria.blogspot.com

Edición y dirección: Antonio Fernández Álvarez
Diseño y Maquetación: Antonio Fernández Álvarez

Editorial

 ¿Cuánto tiempo creen ustedes que se tarda en hacer una revista? Un diseñador profesional tarda menos, pero en mi caso, desde que surgió la idea fueron tres meses de runrún,  en la cabeza hasta darle la forma en la que se la presentamos el pasado mes de junio del 2023.

Cada año hemos renovado la revista con nuevas portadas y diseños más elegantes. Y lo más valioso: el contenido ha crecido gracias a los colaboradores que nos han compartido sus trabajos. Hoy podemos sentirnos orgullosos, no solo por la cantidad, sino por la calidad de lo que ofrecemos.

Publicar cada mes supone muchas horas de esfuerzo, pero lo hacemos con gusto para que puedan disfrutar de Cabra, culta y poética. Revista que ponemos a su alcance en tres formatos diferentes: PDF, revista digital y blog spot. Y hacemos posible que disfruten de ella GRATIS. Aunque en el formato digital asumimos un costo mensual para garantizar un diseño original y único.

Pero hay una pregunta que nos hacemos y verdaderamente nos inquieta. ¿que opinión les merece esta revista? Nos gustaría saberlo, porque a veces parece que el interés por la misma no acompaña, y nos cuesta creerlo.

La revista está ahí abierta para todos. Tanto si quieren participar en la misma enviándonos sus trabajos, como si nos quieren compartir su opinión y pueden hacerlo en el Email: cabracultaypoetica@gmail.com

Asimismo sugerirles que pueden ver nuestra revista entrando en el enlace: https://cabramilenaria.blogspot.com

La publicación de nuestra revista es mensual.

Vea en PDF nuestra revista, o si lo prefiere descárgela. AQUÍ

Véala también en formato revista digital, queda muy chula. ENTRE AQUÍ

Relatos de historia

 El Alqueque: un juego de mesa
muy popular en el siglo XIV

Por: Antonio Fernández Álvarez

En el castillo de Belalcázar he observado un grabado en piedra, en el suelo, (Figura 1). En un lugar que servía de guarida a los soldados que hacían la guardia, para refugiarse cuando el mal tiempo les impedía estar a la intemperie. Se trata de un curioso juego que les servía de entretenimiento. El grabado está formado por dos cuadros que forman otro más grande, todos ellos con las diagonales y las mitades horizontal y vertical marcadas. Los cuadros presentan veinticuatro vértices o intersecciones, al estar unidos.

En la figura 2 verán que los cuadrados de la izquierda muestran el diseño geométrico del juego.

Este juego se denomina alquerque de nueve. También se le conoce como la danza de los nueve hombres, juego del molino o juego de triple recinto. Era muy popular en el siglo XIV. Se juega con nueve fichas por jugador, y cuando uno ha capturado siete fichas, se acaba el juego. Para capturar una ficha, el jugador tiene que colocar tres consecutivas, lo que forma un molino, y tiene la obligación de capturar una ficha del contrincante. Esa ficha ya no puede volver al tablero.

El alquerque es un antiguo juego de mesa del que se conocen tres variedades: alquerque de tres, alquerque de nueve y alquerque de doce. El rey Alfonso X el Sabio mencionó el alquerque y sus tres variantes en su obra Libro de los juegos.

El alquerque de tres sería lo que hoy en día conocemos como el juego de las tres en raya. Como es bien sabido, el objetivo es ser el primero en formar una línea recta de tres fichas. El alquerque de nueve, o juego de los molinos, trata de formar “molinos” o líneas de tres fichas para poder capturar las del rival.

Por último, el alquerque de doce tiene como objetivo capturar todas las fichas del contrincante, siendo un juego ya muy similar al de las damas.

El nombre alquerque proviene del árabe al qirkat, aunque se cree que su origen es muy anterior, ya que las variedades de tres y de nueve nacieron en el antiguo Egipto.

La primera mención del juego de alquerque de tres y nueve en la literatura es de finales del siglo X, cuando Abu’l-Faraj al-Isfahani lo menciona en su obra Kitab al-Aghani (El libro de las canciones). Traído por los árabes a la península ibérica, estuvo muy presente en la Edad Media española desde el románico, y se han encontrado grabados en piedra en edificios como iglesias y catedrales. No obstante, el soporte preferente para el alquerque era la tela, la madera o, directamente, el suelo.

El alquerque de doce se fusionó en el siglo XV con el tablero de ajedrez y dio lugar al juego de las damas. Las reglas más antiguas conocidas del alquerque de doce aparecen en el siglo XIII, en la obra Libro de axedrez, dados e tablas, de Alfonso X de Castilla. Podemos decir, por tanto, que el juego de alquerque es el antecesor directo de las damas.

Se han encontrado multitud de variantes de tableros de alquerque, lo que indica la existencia de una familia entera de juegos con múltiples variaciones. No se juegan hoy en día porque no se conserva una narración definitiva de sus reglas.

Miguel Blancas Calzado

 



José Cobo Puerto




VIDA Y ANÉCDOTAS
(Primera parte)

José Cobo Puerto, "El Niño de la Fuente de las Piedras," como él decía, que no le faltara un gramo.

Nació en Cabra, en la calle Santa Ana número 4, el 26 de enero de 1936. Casado con Manolita Roldán Sánchez, fue padre de tres hijos y un gozoso abuelo de varios nietos. Se crio en el conocido paraje de la Fuente de las Piedras, del que tomó su nombre artístico.

Era respetuoso con los mayores, a quienes veneraba y de los que recogía sus sabios consejos. Era atento con los demás y respetaba a todos, no tenía un "no" para nadie. A nadie le negó su amistad ni su apoyo, no existía distinción de clases entre sus amistades.

Su nombre estaba en boca de todos, tanto de chicos como de grandes, para saludarle. No había persona que no tuviera un halago, un saludo o una exclamación. Decían: "¡Cómo cantaste anoche, José!".

Empezó a cantar desde muy pequeño, pero a la edad de unos diez años (lo que se considera un "niño prodigio" hoy en día) fue cuando se le empezó a escuchar en la Fuente de las Piedras. Los hortelanos de los alrededores se paraban con la excusa de liar un cigarro, solo para escucharlo. Uno  de  ellos era Antonio Montilla, padre de "El Rubio Montilla", que lo llamaba y le pedía que le cantara algo. José no se hacía de rogar y le cantaba algo de su escaso repertorio.

El señor Montilla, como sabía que le gustaba tanto el flamenco, empezó por hablarle de Cayetano Muriel, "El Niño de Cabra," de sus tiempos de juventud, dónde estaba trabajando, cantando y cómo cantaba. Fue la primera vez que José escuchó hablar de Cayetano Muriel. Cuando se lo contó a su padre, este le comentó que él también lo había escuchado cantar en la esquina de la calle Palomas, donde hoy está la Casa de la Juventud.

Las personas mayores de su entorno que cantaban algo le enseñaron algunos cantes. Todo lo aprendió por transmisión oral, porque en aquellos tiempos no existían los medios que hay hoy para poder escuchar cante y otras músicas. Él fue lo que se considera un autodidacta; dentro del cante, se hizo a sí mismo. Aprendió escuchando a los cantaores mayores en los dichos, bodas, caracolás, reuniones de amigos y familiares y, en Semana Santa, a los cantaores de saetas. Como su afición era tan grande, siempre ponía sus cinco sentidos para aprender.

Podemos decir que desde su juventud empezó a entender, querer y respetar la figura de Cayetano Muriel "El Niño de Cabra". Aprendió los cantes de él y los cantaba con mucha fiabilidad, ya que son difíciles de cantar.

Ha formado parte de la Peña Flamenca Cayetano Muriel "El Niño de Cabra", siendo presidente Manuel Camacho Aranda, donde se le hizo el monumento y glorieta que tiene hoy en el Parque Alcántara Romero. También participó en la remodelación de la tumba y en la creación del mausoleo que tiene en Benamejí, donde se puso a trabajar como uno más.

Cantó las dos Misas Flamencas en las Romerías que se hicieron en honor a Cayetano Muriel "El Niño de Cabra", y después de tanto rogárselo, fue presidente de la Peña Cayetano Muriel "El Niño de Cabra". En 1998, rescató el Concurso de Cayetano Muriel, aquel que se inició en 1965, en el cual él tomó parte y se le concedió el Diploma como cantaor revelación.

A los catorce años, cantó su primera saeta en público, pero esta no fue a la Virgen de la Soledad, como hubiera sido natural dada su devoción por ella. Fue al Señor de la Humildad y Paciencia (vulgo los Panaderos), a petición de su Hermano Mayor, Zoilo González. Desde esa corta edad, empezó a cantarle a todas las imágenes, pero la palma se la llevó siempre su Virgen de la Soledad, a la que tuvo el honor de cantarle la primera saeta todos los años desde el balcón de su casa en la calle Santa Ana.

Ha sido Hermano Mayor, de lo cual se sentía muy orgulloso, para poder sacarla con el mayor esplendor posible. Organizaba rifas, vendía lotería, organizaba festivales de flamenco y cuanto hizo falta para sacarla resplandeciente como el Sol, como se merece esa novia bonita de Cabra.

Aprendió el oficio de mecánico y se dedicó a ser transportista con un camión de la empresa constructora de Manuel Maíz. Ya en ese tiempo, con mucho trabajo, compró un radiocasete para el camión, en el cual siempre iba escuchando cante flamenco. 

Con su cante, hizo grandes amigos y también ayudó y colaboró en cuantas necesidades tuvieron algunas personas necesitadas, poniendo siempre su granito de arena. Estaba dispuesto, desinteresadamente, para cuantas cosas necesarias hicieron falta.

También perteneció al ramo de la hostelería, regentando con sus hermanos el Restaurante de la Fuente de la Piedras. Una noche, se le presentaron nada más y nada menos que los grandes actores de cine y teatro Ana Mariscal y Alfredo Mayo. Una vez en el restaurante, le pidieron que les organizara una fiesta flamenca para todos los componentes que vinieron para rodar la obra de don Juan Valera, "Juanita la Larga". Dicha fiesta duró toda la noche y todos se marcharon muy satisfechos, enviándole felicitaciones una vez que se marcharon de Cabra.

Otra vivencia de la que se sintió muy satisfecho fue mientras hacía el servicio militar. En la fiesta de la patrona del Regimiento, a la que asistió el Príncipe de España, posterior rey Juan Carlos I, le pidieron que cantara flamenco en presencia de él para que el Príncipe lo escuchara. Le cantó varios fandangos. El último fue haciendo alusiones a la Fuente del Río y a la Virgen de la Sierra. José decía que no le permitió saludarlo ni darle la mano; el Príncipe le dio un abrazo y le dijo que le gustaba mucho el flamenco, y que cuando él iba de viaje, ponía sus cintas, sobre todo las Colombinas del Perro de Paterna.

 

CONTINUARÁ…………


Antonio Fernández Álvarez (escribidor de sueños)

 


Relato corto







La Familia

De aquellos años de infancia, cuando los fines de semana de diciembre y enero acompañaba a mi abuela al olivar durante la recogida de aceitunas, guardo el recuerdo vívido del frío que calaba hasta los huesos. Ese mismo frío que hoy, con los años encima, vuelve a visitarme con intensidad cada invierno.

La finca sigue siendo nuestra. Yo nunca trabajé en el campo; de niño solo acudía los fines de semana con mis primos, lo que permitía a nuestros padres y tíos avanzar en la recolección sin preocuparse por nosotros. Los viernes, al salir de clase, mi abuela nos recogía del colegio y nos llevaba a la finca en un antiguo Seat 1500 que había pertenecido a su difunto marido. A unos cuatro kilómetros del pueblo donde vivíamos, la finca albergaba una vistosa casa de campo donde nos esperaban mis padres, mi tía Pepa —hermana de mi madre— y su esposo, don José. Todos le llamaban así porque él lo exigía. Era secretario del ayuntamiento y licenciado en Derecho, un cargo notable por entonces. Siempre me pareció vanidoso; incluso mis padres debían tratarlo con ese título.

Mi abuela, dueña de la finca heredada de sus padres, había enviudado joven. En una época en la que la mujer estaba supeditada al hombre, ella se rebelaba. Nunca consintió que su yerno le impusiera llamarlo don José. Para incomodarlo, a veces lo llamaba "Pepito" y, con una sonrisa afectuosa, decía: —Es que en el fondo te quiero como a un hijo.

Lo cierto es que aquel trato respondía al resentimiento por un episodio humillante que vivió con él. Yo tenía doce o trece años, era 1975. Al morir su marido en 1965, mi abuela necesitó el permiso de un hombre para acceder a la cuenta bancaria, y ese hombre fue don José. Diez años después, con la aprobación de la Ley 14/1975, que liberaba por fin a las mujeres de esa dependencia legal, ella se lo comunicó con ironía:

—José, ya he arreglado todo en el banco. Así no tendrá que perder el tiempo acompañándome a firmar papeles, gestionar la finca o sacar dinero. Por fin le he liberado de tantos trastornos.

En lugar de agradecerlo, don José reaccionó con furia. Se sintió desposeído de un poder que nunca le perteneció. Le alzó la mano. Por fortuna, mis padres y mi tía no estaban presentes. Pero mi abuela no era de las que se amilanan. Cansada de tanto, elevó la voz y, con una firmeza que aún recuerdo, le dijo:

—Si no te echo a patadas es por mi hija —nos miró a mis primos y a mí, y añadió—: Estos mocosos no han visto ni oído nada.

Asentimos al instante.

—Y tú, sí, tú. Se acabó tu altanería para conmigo. Esta es mi casa, esta es mi finca. Puedes disfrutar de sus frutos por ser el marido de mi hija, pero si se repite un arrebato como el de hoy, juro por mi difunto marido que saldrás de aquí con los pies por delante.

Aunque solo estábamos los tres nietos —la mayor, mi prima Loli, apenas un año mayor que yo—, don José se ruborizó y, recogiendo velas, no solo le pidió perdón, sino que, fingiendo o no, la felicitó por su determinación. Reconoció en voz alta lo que todos sabíamos: que era una mujer valiente y brillante para los negocios.

Desde entonces, evitó quedarse a solas con ella. Aunque no participaba en las labores agrícolas, empezó a ayudar en tareas menores: en la zaranda, limpiando las aceitunas de hojas y ramas. Incluso lo vimos ordeñando o vareando olivos. Tan insólita era su presencia en el campo, que los jornaleros contratados por la abuela comenzaron a murmurar. Se decía que se había sobrepasado con ella o que había manejado mal los fondos. Rumores infundados.

La abuela, siempre digna, decidió atajarlos. Durante la comida de fin de campaña —el arremate—, se levantó y habló con serenidad:

—No voy a permitir chismes en mi casa. Menos aún si dañan la honra de los míos. Nada de lo que he escuchado es cierto. Y quien quiera volver a trabajar aquí el próximo año, deberá retractarse de cualquier comentario que haya manchado el nombre de mi yerno.

Hizo una pausa, pensativa. Tal vez comprendió que usar el título "don José" reforzaba su mensaje:

—Dejar en entredicho la honestidad de don José es mancillar mi propio nombre.

Aquel gesto marcó un punto de inflexión. Don José cambió. Participó activamente en la gestión de la finca, animó a mi abuela a crear su propia marca de aceite, e incluso fue pieza clave en el proyecto de una almazara. Con el tiempo, el aceite que elaboraban obtuvo denominación de origen por su calidad excepcional.

Yo crecí entre olivos y estudios. La finca se convirtió en mi refugio y fuente de inspiración. Decidí estudiar Turismo, especializándome en administración hotelera y marketing. Al acabar la carrera, propuse un proyecto de oleoturismo. Mi abuela aceptó con una condición: la inversión no debía superar el monto de mi futura herencia. Don José me respaldó con asesoría legal y un préstamo complementario.

Así nació nuestro centro de oleoturismo: rutas entre olivos, visitas a la almazara, catas de aceite, alojamientos rurales en antiguos establos, y próximamente, un restaurante en una ubicación privilegiada, a más de mil metros de altitud, con carnes naturales de nuestra propia ganadería. Un sueño hecho realidad.

Don José falleció repentinamente de un infarto. Desde aquella defensa que le brindó mi abuela, se había transformado. Ya no exigía que le llamasen don José, ni a mis padres ni a los trabajadores más veteranos. Me sorprendió al dejarme, en herencia, el saldo restante del préstamo. Mi tía rechazó que se lo devolviera. Mis primos no pusieron objeción.

La abuela sintió su muerte con tristeza genuina. Aquel conflicto inicial acabó acercándolos. Él reconoció sus errores; ella entendió que era un hombre solitario. Con el tiempo, se ganó el afecto de quienes le rodeaban y se volcó en la familia. Buena parte de lo logrado fue gracias a su ímpetu. Por eso, todos celebramos que el restaurante lleve su nombre: "Don José".

El tiempo, inevitable, pasa. Nos marca con sus huellas. La abuela y don José nos enseñaron, desde niños, el valor de la familia. Años después, ese aprendizaje nos sostuvo en la adversidad. Porque la familia —nos enseñaron— es el lugar donde uno puede ser, crecer y fortalecerse. Con afecto, respeto y honestidad como pilares. Con coraje para no desfallecer.

La finca, legado de mis bisabuelos, nos unió. Tras la muerte de la abuela, mi madre y mi tía —viuda de don José— heredaron la propiedad. Mi padre y yo continuamos los proyectos. Luego, tras su fallecimiento en un trágico accidente, mis primos dejaron sus vidas atrás para unirse a mí en continuar el legado.

Hoy son mis sobrinos y mi hijo quienes llevan adelante esta visión: el crecimiento del oleoturismo, la excelencia del aceite, el prestigio del restaurante, que ya ostenta estrellas Michelin y premios internacionales. Pero el precio ha sido alto.

El accidente ocurrió cuando íbamos a una feria internacional. Perdí a mis padres y a mi tía. Yo fui el único superviviente. Desde entonces, estoy postrado en una silla de ruedas. Y a veces, siento que la cabeza me falla.

Durante meses me culpé por haber insistido en que me acompañaran. Me atormentaba. Tal vez todo habría sido distinto si aquel kamikaze no hubiese entrado en la autovía en sentido contrario. Él también sobrevivió. No sé si carga con su culpa como yo con la mía, que no es racional, pero duele igual.

Mis primos me sostuvieron. Tal vez porque aquel día, de niños, presenciamos el valor de una abuela que no se doblegó y aprendimos, sin saberlo, que la familia es lo más importante.

Han pasado los años. A veces, la memoria me abandona. En este enero gélido, frente a la gran chimenea del restaurante, el calor no basta para aliviar mis huesos. Y el recuerdo de aquellos inviernos de infancia me envuelve. Mis dolores ya apenas me dejan mover. Sé que la vida se me escapa. Me ha parecido ver a don José. A la abuela. A mis padres. También a mi tía...

El libro que sostenía ha caído. Oigo la voz de mi hijo llamándome, pero no puedo responderle. Intento esbozar una sonrisa, para que, al cerrar mis ojos, no le invada una pena mayor. Sé que saldrá adelante. Tiene a su familia. Y sé que sabrá aferrarse a ella, como hicimos todos.

Don José me está llamando. Camino hacia una luz blanca e intensa, que no hiere mis ojos. Allí me esperan mis padres, mi tía... El abrazo que me ofrecen borra todo el dolor, toda la culpa. Don José me da la mano, como cuando era niño. Caminamos juntos hacia la luz. Pero antes, miro atrás y veo a mi hijo, arropado por sus primos, consolado. Sonrío.

Sé que la familia es lo más importante.

José Fernández Álvarez (Jota EfeA)


 


A propósito de tambores:







El tambor de la Virgen de la Sierra

Desde los “tympanum” de la antigua Grecia hasta el steel drum o tambor metálico, instrumento nacional de Trinidad que en su origen estaba construido con bidones de gasolina, la historia de este instrumento, perteneciente a los membranófonos, pues el sonido es producido por la vibración de una membrana o piel tensada, nos ha dado los darabuka del Próximo Oriente, el tsuzumi japonés, los naqqara y mizhar o mazhar islámicos o el baya utilizado en la música india clásica.

En prácticamente todas las culturas podemos encontrar tambores y en cualquier parte del mundo, conociéndose su existencia desde el 6.000 a. C. En casi en todos los lugares ha estado asociado a lo ceremonial, sacro o simbólico.

Su uso se pierde en la más remota antigüedad, en la que ya se empleaban los troncos ahuecados y similares, simbolizando la “madre Tierra” como signo de fecundidad. Según grabados y esculturas se prueba la existencia de tambores en Mesopotamia y Egipto al menos desde hace 4.000 años.

Muchos pueblos asignaron a los tambores un valor mágico y ritual, utilizándolos para protegerse de los malos espíritus y atraer a los buenos. Se utilizan frecuentemente para comunicarse, así en África, imitan la prosodia de la lengua y transmiten mensajes desde largas distancias. También el tambor militar, comunica órdenes a los soldados y acompaña su marcha. Y, cómo no, también los instrumentos de membrana, desde el siglo XVIII han ido incluyéndose en las orquestas.

Obviando una somera explicación respeto a su construcción y uno musical e incluso cómo se produce el sonido, pues ello sería objeto de otro artículo donde la física, la mecánica, nos daría todas las claves, a propósito de tambores, quiero referirme al tambor de la Virgen de la Sierra.

De bronco y característico sonido, cuando septiembre cumple su tercera jornada, se inundan las calles de Cabra. Es el redoble de un tambor; no es un tambor cualquiera; no le acompañan cornetas ni otras gaitas; es un único tambor, de piel no muy tensada cuyos entorchados bordones vibran sobre ella cuando las manos expertas de su ejecutor armonizan su cadencia: Es el tambor de la Virgen de la Sierra.

Es su toque un anuncio de llegada, de fiesta, de alegría, de que está cerca el día esperado. 

El día 4 de septiembre; en este día, entre olivos y vides, será traída hasta la ciudad la Reina del Picacho, la Madre de todos los egabrenses, la Madre del mismísimo Dios, nuestra Patrona: la Virgen de la Sierra. 

Por eso su sonido es especial y nos hace vibrar. Vibra la piel en el tambor y vibran los corazones de quienes lo escuchan. Y vibran también los corazones de aquellos emigrantes de Madrid, Barcelona, Zaragoza o Bilbao que aún no oyéndolo saben que es tres de septiembre y que el tambor de la Virgen de la Sierra pasa por la calle Almaraz, las Andovalas, la Villa, el Cerro, o la Barriada.

Durante todo el día 3 y en la mañana del 4 de septiembre los sones del tambor acompañan la multicolor bandera de la Virgen, cuya historia y colorido están relacionados con la toma de Cabra por el Rey San Fernando.   

Con el mismo toque y sonido, también a primeros de octubre resuena el tambor en esta ocasión anunciando la despedida.   

Pero, ¿cuál es ese sonido, en qué partitura no escrita están impresas las figuras musicales que indican su ejecución? No cabe duda, que al igual que sucede con la transmisión oral, lo que nos viene dado de generación en generación, pierde, o quizás sería más correcto decir, evoluciona por el camino. Válido, siempre que perfeccione el original. Yo siempre me he preguntado cómo sonaría el tambor a principios de este siglo que nos deja, o en anteriores siglos. Además de la impronta que cada ejecutante verifica al percutir con las baquetas, no cabe duda que en esa transmisión que se ha dado a lo largo del tiempo, ha podido observarse cierta modificación tanto en la frese expositiva o de llamada como en el repiqueteo o redoble que tiene lugar cuando la bandera es “revolea” en cualquier esquina egabrense.

Quizá sería interesante proponer un estudio al respecto, si ello es oportuno, a quienes están en disposición de llevarlo a cabo, bien por conocimientos musicales, de la historia que nos ocupa, y/o porque dispongan de suficientes documentos sonoros que puedan compararse.

En todo caso, como reza en el Himno a la Bandera, letra de Juan Soca, siempre cantaremos:

Con qué viva emoción
nuestra niñez
te aclamaba al redoble del tambor;
con qué serenidad
nuestra vejez
borda rosas de amor en tu color.

Francisco Asís Granados Mellado (Paco Granados)

 



Asesinos en serie:






HAROLD SHIPAM

Profesión: medico.
Características: asesino ancianos.
Nº asesinatos: 218 aprox.
Detención: 1998.
Fecha nacimiento: 14 de enero 1946.
Perfil víctimas: personas en avanzada edad.
Actualmente: se suicidó en su celda en 2004.

Este médico británico nació en Nottinghan el 14 de enero de 1946, falleció en West Yorkshire en 2004 a los 57 años después de suicidarse.

Fue acusado de matar a 218 de sus pacientes, es conocido por ser uno de los asesinos en serie más terribles de la historia moderna.

En el año 2000 fue condenado a 15 cadenas perpetuas por los asesinatos del mismo número de pacientes, aunque mato a más de 200 personas solo se le juzgó por matar a 15 de ellos.

Después del juicio la policía siguió investigando en los archivos del doctor ya que sabían que el dicho “doctor muerte” como lo llamarían más tarde había matado a muchas más personas, se estipulaba que podría haber asesinado a 215 personas y hubiera sido autor de más de 250 homicidios, de los que el 80% eran mujeres. La investigación final se cerró oficialmente con 218 víctimas, siendo la víctima más joven  Peter Lewis con 41 años.

Cuando Shipam contaba con la temprana edad de 17 años vio cómo su madre Vera murió a causa de un cáncer era el año 1963.

Harold fue un joven hiperprotejido y sobrevalorado.

Cuando su madre sufría de los fuertes dolores a causa del cáncer era aliviada con inyecciones de morfina, la cual el utilizaría luego como parte de su ritual de asesino inyectándole sobredosis a sus víctimas.

Tras la muerte de su madre estudió no con muy buenas notas en la High Pavement Grammar Schol, Nottinghan Inglaterra, y en la universidad de Leeds, donde más tarde conocería a su esposa Primrose. En 1966 contrajeron matrimonio Shipam apenas contaba con 20 años, su primera hija nació el día de San Valentín de 1967, luego vendrían tres hijos más.

En 1970 Harold se licenció en la universidad de Leeds, y comenzó a trabajar en Pontefract General Infirmary. En este mismo año comenzaría a matar a pacientes en custodia policial durante sus trabajos carcelarios, pero antes de empezar con estos asesinatos en serie se comentaba que su primera víctima podría haber sido un niño.

1974 Shipam conseguiría un trabajo estable a doce millas de Halifax, en Whest Yorkshire.

En el año de 1975 fue arrestado por primera vez por falsificar documentación para conseguir petidina para su propio uso, la petidina es un narcótico que se usa para actuar como depresor del sistema nervioso y alivia el dolor de intensidad media o alta. Este fármaco se conoce sobre todo por los nombres comerciales, polantina, demerol, y dolosal.

Shipam se engancho al fármaco para poder soportar el estrés que se causaba a sí mismo por no delegar funciones en enfermeros ni en el personal de laboratorio, el mismo tenía que poner las inyecciones y hacer los análisis, por este hecho fue enviado a un hospital de rehabilitación de drogas en North Yorkshire, cuando terminó su tratamiento fue declarado curado. 

Harold continuó trabajando como médico en Hyde en los años 80 hasta que en 1993 fundó su propia clínica en Market Street, haciéndose respetar en la comunidad. 

En el año de 1998, Linda Reynolds una doctora que trabajaba frente a la clínica de Shipam preocupada por los altos índices de mortalidad que había en la clínica, dio parte a John Pollard coronel del distrito, la doctora le dijo que no sabía si Shipam cometía negligencia o era intencionadamente, pero lo cierto era que morían muchas personas allí y sobre todo, mujeres mayores.

El juicio en contra del doctor muerte comenzó el 5 de octubre de 1999, fue procesado por las muertes de: 

Marie West, Irene Turnes, Lizzie Adams, Jeaa Lilley, Ivy Jonas, Jermaine Ankrah, Muriel Grimshaw, Marie Quinn, Kathleen Wagstaff, Bianka Pomfret, Naomi Nuttal, Pamela Hillier, Maureen Ward, Winifred Mellor, Joan Melia y Kathleen Grundy, ocurridos entre los años 1995 y 1998.

El 31 de enero de 2000 fue condenado por matar a 15 personas por sobredosis de morfina.

Un día antes de cumplir los 58 años fue encontrado en su celda ahorcado a las 6:20h del día 13 de enero de 2004.

No se sabe cuándo Harold Shipam empezó a matar ni la cifra exacta de víctimas.

¿Que llevo a este médico amable con sus pacientes a convertirse en uno de los mayores asesinos de la historia? Solo una persona lo sabe… El mismo.